Alma sensible

Orlando Valle García
El músico hizo una leve reverencia. Acto seguido, desapareció tras el telón. Apareció de nuevo portando una cuchara y un pequeño tarro.
-Estimado público, antes de proferirme una crítica desapasionada, endulcen sus lenguas pues soy portador de un alma sensible. Siento no poder ofrecerles una buena cucharada de miel, la mermelada resulta más asequible para mis desafinados bolsillos.
Esa misma noche, quiso componer una sinfónica de besos sobre el ombligo de su esposa; ya sonando en tierra púbica, esta, lánguida, le dijo a media voz: −cariño, ¿A tú alma sensible no le resulta molesto el sonido de mis tripas desiertas?
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