Beatriz Carreño era la podóloga de Fernando desde que eran vecinos del barrio, hasta que ella se mudó tras su divorcio. El día que Fernando fue a hacerse atender, la conversación giró -como siempre- alrededor de los hechos y las personas que ambos conocían en común desde los años 60, cuando creían que los abriles eternos. Los temas incluían casamientos, nacimientos, separaciones, enfermedades y por supuesto, fallecimientos. En ese momento Beatriz recordó a Rodolfo Pardal, más popularmente conocido como "el Rolo", un muchacho con un antojadizo delirio por la música de trompeta, a tal punto que, donde quiera que fuese, llevaba consigo el instrumento a cuestas. "El Rolo" ayudaba a su padre, don Vicente Pardal, un electricista de reconocida trayectoria y fiabilidad comunitaria. Pero don Vicente padecía con su hijo porque, según decía, no había manera de hacerlo trabajar; mientras él perforaba paredes, instalaba caños y pasaba cables, "el Rolo" se sentaba donde fuere, y comenzaba a soplar la trompeta.
Un día, mientras trabajaban en el departamento "B" de un edificio, la anciana del "C" comenzó a golpear desaforadamente la puerta del "B" implorando por favor que dejaran de sonar la corneta porque el perro ladraba y la estaba volviendo loca. El pobre don Vicente ya no sabía qué hacer con "el Rolo", porque si lo apuraba un poco se iba con la trompeta y lo dejaba solo sin que alguien le alcanzara las herramientas. Además, según don Vicente, "el Rolo" no sabía hacer otra cosa que no fuera soplar la trompeta.
Continuando la plática, Beatriz se lamentaba del fallecimiento de "el Rolo", noticia que sobresaltó a Fernando, porque no sabía de su muerte; ella le dijo que se había enterado por unos amigos de la peña del Centro de Jubilados, al que "el Rolo" concurría para hacer sonar su trompeta en la orquesta del negro Fermín Lepes, un jubilado que supo integrar la afamada banda cumbiera de Eleuterio Pigliapoco.
Compungido por la noticia, Fernando regresó al barrio y se fue hasta la casa de "el Rolo"; lo atendió el hijo, y Fernando sutilmente le preguntó:
"¿Cómo está 'el Rolo'?"
"Bien" respondió el pibe, "escúchelo don Fer" dijo haciendo una mueca hacia atrás, desde donde venía el trinar de la trompeta, "Mientras el viejo sople la trompeta, acá no se muere nadie" bromeó.
Fernando se alegró de oír el estridente instrumento diabólico al que más de una vez deseó aplastar a garrotazos. "Sin dudas", pensó Fernando, "Beatriz agarró el gato por la cola y se confundió de finado".
"Decíle a tu papá que Beatriz quiere saber cómo está porque hace mucho que no se hace arreglar los pies", mintió piadosamente.
"Ok, don Fer, ahora le digo que le pida un turno" respondió el muchacho y se despidieron.
Al día siguiente "el Rolo" le comentaba a Fernando: "Cuando la llamé por teléfono para pedirle un turno, no me respondió, solamente oí un ruido, como que algo se había caído. Seguro que ahí le dio el infarto".
Fernando guardó silencio y continuó hablando de bueyes perdidos.