Aullidos

Ruth Ana López Calderón
El aullido de los perros en la noche,
inquietante, ensordecedor ruido,
la despoja del sueño.
Aún aturdida recuerda:
-los perros aúllan cuando ven almas-
Sí, eso decía su abuelo.

Unas vueltas en la cama,
agitada, extraña -deben ser las sábanas prestadas- piensa ella,
¡ah!, qué más da, si prestada es la vida, si prestados son los hijos
y el amor también, prestado.

Mira la penumbra. Un suspiro. Y el aullido de los perros
continúa persistente -ha de ser un alma- piensa,
sentimientos enredados bullen
donde asoma la nostalgia, donde asoman sinsabores
y la soledad clava los dedos en su garganta.

Otras vueltas en la cama, mira el reloj,
y los minutos suspendidos en silencio claman;
-falta poco para que amanezca- piensa, otro suspiro de hastío desgarra su pecho,
otro día prestado aproxima su aliento, denso, casi insoportable,
y los perros aúllan y aúllan y aúllan,
y ella piensa -seguro es un alma, un alma en pena-

Lentamente se incorpora, cubierta la piel de sombras
y ausencias en el cuerpo desnudo,
se acerca a la ventana y el crepúsculo anida la mirada.
Se mueven las cortinas, delicadas caricias de sus manos;
donde mi alma se esconde a contemplar sus sueños y velar sus días:

Nunca sabrá que no la abandono.
Texto libre Trabalibros

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