El Personaje
Anselmo González Madrigal
La elegante embarcación de lineas aerodinámicas se fue deslizando lentamente sobre las aguas, empujada por los dos remolcadores que, por cada uno de sus costados, semejaban dos pequeños escarabajos accionados por sus potentes motores diésel. Era una bella embarcación de pasajeros tipo turismo de una ocho mil toneladas de arqueo. Sus enormes chimeneas gemelas, que se elevaban encima de la cubierta superior hacía popa, apenas dejaban escapar un par de semi invisibles columnas de humo que eran arrastradas y diseminadas en el entorno, por la fresca brisa que comenzaba a soplar en esa tarde de agosto en la paradisíaca Isla del Príncipe. Con un pie encima de una de las bitas del muelle, y con ambos brazos recargados sobre una de sus piernas, un hombre joven, con indumentaria casual, contemplaba casi sin interés el atraque de la nave, como si se hubiese visto detenido por alguna circunstancia accidental. En la proa de la embarcación, por ambos costados, aparecía el nombre de la misma en un color azul claro, sobre un fondo de nívea blancura. OLIMPIA. Un grupo de trabajadores de los muelles se desparramó por la explanada para recibir los cabos de amarre. Al cabo de algunos momentos, la nave quedó completamente atracada al muelle. Se afirmaron los cabos de a bordo y los dos remolcadores se fueron retirando después de terminada la maniobra. Desde la embarcación se tendieron las escalas de desembarque, y la multitud de pasajeros comenzó a descender en forma rápida pero ordenada
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