Los Zapatos Rojos de Dorothy en Marion County
María Pilar Conn
Poso el pie en la entrada del puente.
Me cuesta tomar aire. Abro la boca como hizo ese ciervo.
Si, el primero. Recuerdo bien su aliento en mis tobillos.
Tener la valentía o insensatez de joven.
Para entrar.
Sin pensármelo. No pensaba tanto antes.
Sufría. Hacia las cosas que había que hacer.
El dolor era cotidiano. Si faltaba lo extrañaba.
Me adentro en el puente cubierto,
traspaso su marco.
Vago por su angosto pasillo,
polvoriento. Hojas muertas crujen bajo mis pies.
Caigo en que siempre hay hojas podridas,
animales de mirada vacía,
el color rojo esparcido sobre el papel de la pared.
Podrido, rasgado, negro de moho en las esquinas.
Como mis recuerdos.
Doy la vuelta y miro por donde he venido.
Un hombre fuma fuera mientras pisa las hojas caídas.
¿Son las mismas que piso yo?
¿Aquí y fuera no hay diferencia?
La cuestión me asusta, le doy vueltas, rumiando.
Doy un paso más, hacia delante, la madera cruje, resquebrajándose.
Como los huesos que se rompieron.
Sé que hay otra salida escondida entre la pintura roja.
Escucho, espero.
La salida está podrida, supura.
Doy un paso atrás, no quiero que el charco
toque mis zapatos de Dorothy
¿Cómo salir de aquí? ¿Cómo volver al principio?
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