Ignacio

Hans
Siempre me habla de ella. Él no está de acuerdo con su forma de actuar, y no solo es que no la comprenda es que se pregunta para qué siguen viéndose. Se llaman con diminutivos ella le dice a él "pito" y él a ella "gatilla". Hace poco se encontraron en Málaga. Él tenía que ir una temporada por motivos de gestiones inmobiliarias y ella se avino a pasar unos días. Estuvieron en casa de él, tuvieron sexo, al menos eso me dice y que ella disfrutó. Le pregunto si él también disfrutó. Sí, me responde. No me convence en absoluto. No se explica, lo hace a posta, aunque pienso que también lo hace inconscientemente.

Se ve que le interesa hablar de ella. "Después de aquello no nos hemos visto, sí que nos hemos llamado y sobre todo nos hemos escrito por el chat. Pero me escribió algo que me desconcierta y me molesta, sí, por qué no decirlo. Me dijo que no quiere repetirlo, que no sintió nada, le molesta mi sexo y no lo entiendo, pero ¿qué quiere? Yo estoy seguro que ella llegó al orgasmo". Le interrumpo de nuevo, ¿y tú?, se escabulle al contestarme. "Yo lo pasé bien, para mí fue suficiente, estuve todo el rato que quise y recorrí su cuerpo por todas sus partes, por todas, es lo que más me gusta".

Yo sé que dice solo medias verdades pero no le digo nada, solo le miro a los ojos y espero sus palabras. Sigue hablando: "Además, también me gusta la penetración pero yo disfruto con todos los preliminares y los alargo todo el tiempo que quiero, después, cómo se acabe el asunto, no es tan importante". Me mira y ve mis ojos, cambia parcialmente de tema. "Otra cosa que me molesta es que me repite constantemente que ella no siente amor por mí, yo creo que es tan inmadura que no sabe lo que es amar". ¿Qué es amar?, le pregunto. "Yo creo que para amar hay que estar enamorado y compartir la vida, formar una familia, tener hijos y claro, está también lo del sexo, cuando se está enamorado se tiene sexo, pero el sexo como la gente lo entiende no es importante, para mucha gente es ‘si aquí te pillo, aquí te mato', para mí disponer del cuerpo es mucho más gratificante, entiéndeme bien, no quiero decir disponer del cuerpo para maltratarlo, eso no, nunca no le he hecho, siempre las he tratado con dulzura pero me gusta tener la piel de ellas en mi mano, rozar mi sexo con su cuerpo, besarla donde me apetezca, chuparla y, también está la penetración".

Pienso en que es ¡tan incoherente! Sigue: "enamorarse es igual que desear". No, le digo, me pregunta con una mirada inquisidora. Yo sé que aunque le intente explicar otro punto de vista no lo va a aceptar, y hasta dudo que se plantee que otros puntos de vista pueden ser tan válidos como el suyo. Le intento explicar que desear y amar no tienen porqué ir unidos, al menos no necesariamente. Le pregunto si él entiende que entre deseo y amor puede haber diferencias. No me responde.

No le interesa debatir, ni siquiera evaluar otro punto de vista, en este momento sólo disfruta viéndome prestarle mi atención. Me habla como si yo fuera un apéndice de su cuerpo, quiere tenerme ahí, pero no quiere que le de la razón ni que se la quite, solo quiere tenerme ahí porque le gusta oírse hablar, pero más le gusta saberse escuchado. Sigue preguntándose por qué ella le ha vuelto a mandar mensajes. Realmente él no lo sabe. Yo sí sé que lo que él quiere, es que, igual que hago yo ahora, ella esté pendiente de él, así no estará abandonado, podrá escribirle, visitarla, o esperar que ella quiera venir a verle a él. Cuando ella viene, él se comporta ofreciendo lo que tiene, pero cuando él va, ella parece no estar cómoda con él en su casa, miente a los vecinos y a la familia, y eso a él le molesta. A veces piensa que ella está loca. "Es tan absurda o más que otras mujeres con las que he tenido una relación". Sigue irritado con ella porque siempre le repite que él no es el hombre de su vida, antes bien, le ha dejado claro que ella va a tener las relaciones que le apetezcan, y a él casi que le da igual. Yo no lo creo. Él sabe que han tenido períodos de alejamiento y ella ha conocido a otros hombres, pero, no le importa demasiado. Le pregunto si aceptaría compartirla. Encoge los hombros y mete la cabeza entre ellos como una tortuga mete la cabeza en su caparazón. Él, llegado el caso lo aceptaría. Dice querer que ella esté bien y que él también esté bien, le gustaría, eso sí, que él pudiera decidir más libremente si va a verla o no porque ella le pone pegas, que si la familia, el trabajo, los viajes, las salidas.

No se da cuenta de la poca consistencia de todos sus argumentos, o al menos no le importa que no tengan consistencia, solo quiere tener ese lazo, y para mantenerlo le ha mandado obsequios, sobre todo libros, muchos libros, otras cosas no sabe comprarlas, bueno, a veces flores también.

Le pregunto si viviría con ella para el resto de su vida, y dice que quizás, sí, pero que no es eso lo que él necesita, que por otro lado lo de compartir continua y constantemente todo, le aburre sobre manera, además, está seguro que ella no querría, así que para qué plantear eso. Se ve que está harto de que le pregunte cosas y me dice claramente que espere a que él termine su relato.

"Le propuse vernos en Madrid, al principio me dijo que sí, de forma que yo empecé a hacer los preparativos para vernos en la fecha indicada pero luego me escribió diciendo que ahora no podía ser porque iba a tener una visita, y sé que miente, además, qué visitas ahora, qué es eso de tener visitas ahora, y dónde, ¿en su casa?, ella me miente y no entiendo el porqué, es más, es que no puede hacerlo, no debe hacerlo…".

Está enfadado. Intento hacerle reflexionar sobre que ella como cualquier ser humano, tiene derecho a decir lo que quiera. Me mira con reproche y me responde con agresividad. "¡No me interrumpas!". De momento me callo, lo dejo seguir. "Yo no soy una mierda… qué pasa, es que soy un puto…". Te escucho, le digo. "Yo sé quién es la visita, yo sé con quien va a estar, me ha hablado de él. Y es una mierda de tío, pero ella está con él a veces. Me cabreé y la borré de mis contactos, aunque es verdad que al día siguiente la puse de nuevo en los contactos y le mandé un mensaje. Me respondió, pero de una forma fría. ¡Una puta mierda!, sin embargo, no consigo deshacerme de esta necesidad de que me escriba. A veces estoy mirando compulsivamente el móvil y otras lo apago y me prometo que no voy a volver a escribirle".

Pero lo haces, le digo, y por qué. Pues no lo sé me responde, a ver, si tú lo sabes ¡dímelo!. No le respondo, y menos con esas formas imperativas. Después, reconoce que quiere que ella le eche de menos, que se interese por él. Ahora me relata cómo una vez ella estuvo interesada en la relación de él con una amiga en común, y si hubo sexo o no, sonríe, es como un niño, ahí se regodea al recordar que entonces él se hizo el duro, que no le dijo nada a ella, "Salí por la tangente". No lo creo en su relato, me parece que miente abiertamente, eso es lo que a él le gustaría, es una fantasía suya, pero él vive en la fantasía, al menos en estos aspectos. Sigue la queja de su fijación con ella. "No sabe lo que quiere, no está bien de la cabeza, si supiera lo que quiere no haría así las cosas, no la entiendo… mi soledad y mi frustración me van a llevar otra vez a un intento desesperado de abandonar todo".
Texto libre Trabalibros

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