María y las calabazas.

Carla Valentina Barón
María adoraba las calabazas, no simplemente por su sabor o su enorme tamaño, su sabroso olor, sino también por la gama de colores que en ellas se alojaba, ella vivía en un pueblo granjero, en una pequeña casa al borde de la carretera y toda la vida había deseado intensamente cultivar sus propias y hermosas calabazas, levantarse temprano en las mañanas a regarlas y pasar las tardes en medio del cultivo mirando el atardecer, perfumada de calabazas. Había solo una cosa que María adoraba más que las calabazas y era su misteriosito pero leal compañero Raúl, Raúl y María eran vecinos de toda la vida y hace 3 años, cuando los padres de María murieron en un accidente, Raúl se convirtió en su única compañía, así cuando María comenzó a robar calabazas del huerto de doña Nhora en sus sueños, Raúl con la dedicación de un enamorado las devolvía cuando despuntaba el alba antes de que doña Nhora saliese a regar el huerto. Todo esto de los robos somnolientos comenzó una noche en la que María había pasado a la casa de la señora Nhora a dejarle unas cartas que el cartero había entregado equivocadamente en su domicilio, entonces se encontró ahí… rodeada de todas esas calabazas, sus colores la llevaron inmediatamente a esos atardeceres de ensueño que vivían solo en su cabeza, el aroma de aquellas calabazas la embrujó totalmente, entonces después de tomarse el té que se le convidó por el favor, volvió a su choza y abrazada a Raúl le contó su experiencia mientras lentamente se dormía, Raúl con su acostumbrada manía de leer a toda hora, se mantuvo despierto hasta altas horas de la noche cuando de repente lo espantó el estrépito de un objeto pesado cayendo sobre el techo de la choza, seguido de la visión de una calabaza cayendo suavemente, casi que flotando sobre el frente de la casa a través de la ventana, Raúl espantado salió a ver que sucedía y encontró a la calabacita intacta casi como un regalo frente a la casa, pensó en despertar a María y contarle pero entonces la escuchó hablando entre sueños: - ya va una…- decía – vamos por la segunda - y entonces sin haberse Raúl repuesto del estallido, cual bomba cayó otra calabaza por sobre el techo, y bajó levitando hacia la puerta, Raúl comprobó entonces el espectáculo de las calabazas mágicas fuera de la casa de María y se dio cuenta de que salían de la nada, como escupidas por el cielo, montó las calabazas a una carretilla y las llevó al huerto de doña Nhora el único huerto de calabazas que había en el pueblo, y efectivamente comprobó que las calabazas que tenía en la carretilla eran las que le faltaban a doña Nhora, las acomodó de tal forma que pareciera que jamás habían desaparecido y regreso a la choza a intentar descansar. En la mañana, cuando tomaban el café María le contó entre risas que había soñado que saqueaba el huerto de la señora Nhora y se llevaba exactamente 2 calabazas una detrás de otra mientras las iba dejando en la puerta de la choza… Raúl muy preocupado indagó más esa mañana con María, le preguntó: ¿qué tan grandes eran aquellas calabazas? ¿qué colores característicos tenían? y así cual detective fue entendiendo lo que pasaba, mas aún le faltaba comprobarlo, solo necesitaba una noche más, y si el milagro de las calabazas se repetía le contaría todo lo que había visto esas noches a María, en cambio si no pasaba nada guardaría silencio para evitar quedar como un loco, así recordó los sucesos del día anterior e intentó recrearlos esa tarde para que María estuviese en condiciones iguales. Entonces, mientras María preparaba almuerzo en la choza, Raúl salió sigilosamente, María si bien era tranquila y muy amable, también era muy curiosa y entrometida, si veía a Raúl salir no descansaría hasta obtenerle la verdad, así que cuando Raúl logró salir sin ser escuchado desarrollar su plan, robó el correo de la señora Nhora, mientras esta estaba ocupada en su huerto, el olor al pastel de calabaza que doña Nhora preparaba para el postre se le impregnó en el pecho cuando pasó cerca del horno que la señora Nhora tenía en la parte de atrás de su cabaña, pero no se podía detener, caminó nuevamente hacia la choza de María con el correo de la señora Nhora en la mochila, y antes de entrar puso el correo robado junto con el de María, almorzaron juntos y pasaron la tarde leyendo el libro que compartían ese mes, cuando María fue a tomar el correo se percató de que junto a su correo estaba el correo de la señora Nhora, - Raúl, con esta ya es la segunda vez que el cartero comete el mismo error, ¿no se te hace raro?- Raúl solo negó con la cabeza y María salió rápidamente a dejarle el correo a doña Nhora, allí nuevamente recordó el color de las calabazas y su aroma exquisito. Doña Nhora para agradecerle nuevamente el favor, le dio un paseo por el huerto mientras tomaban el té y además le obsequió un pedazo de pastel, María regresó con el corazón lleno de ilusión, había disfrutado tanto ese paseo que le contó todo con lujo de detalles a Raúl, mientras abrazada a él, poco a poco se dormía. Raúl continuó la noche leyendo, evitando a toda costa quedarse dormido, cuando nuevamente el fenómeno tentó con empezar, María balbuceaba sobre pasteles de calabaza, y esta vez comenzaron a rodar por el pasillo de fuera de la casa calabazas pequeñitas como las que se usaban para hacer los pasteles, como el que doña Nhora le había obsequiado en la tarde a María, Raúl muerto de emoción salió a ver el espectáculo, las calabazas salían de la nada, como por un chasquido en cualquier punto del espacio, y rodaban y rodaban por el pasillo al compás de la canción que María balbuceaba dormida en la habitación, cuando las calabazas se quedaron quietas Raúl las tomó todas, y las llevó en su carretilla al huerto de la señora Nhora, mientras se dormía esa madrugada, después de todo el espectáculo, pensaba en si contarle a María, pues de verdad disfrutaba mucho esas noches de calabazas y pensaba que al contarle está podría fin a la diversión. El día siguiente transcurrió con normalidad, María le contó todo su sueño de robo de calabazas a Raúl entre risas durante el café y allí mismo le contó que iría a preparar pastel de calabaza con la señora Nhora esa tarde, para Raúl era un alivio pues no debía robarle el correo por ese día, Raúl pasó la tarde trabajando en el jardín así que al llegar María con el pastel caliente, él ya estaba muy agotado, comió 3 rebanadas de pastel de calabazas con leche fría y cuando se iba a poner a leer se quedó profundamente dormido. Se despertó a la mañana siguiente muy asustado, no sabía que había pasado en la noche, entonces salió y en el frente de la casa se encontró con 3 grandes calabazas putrefactas, parecía que llevaban días allí, soltaban un aroma muy desagradable. Raúl esta vez espero a que María se despertara y le contó todo lo que estaba pasando junto con el error de la noche anterior, María estaba muy incrédula, y creía que Raúl las había robado para satisfacerla, entonces María fue a donde la señora Nhora a pedir disculpas por Raúl y cuando llegó se encontró con que todo el huerto de la señora Nhora estaba sumido en la más grande putrefacción, ¿qué clase de plaga es esta? Pensó y luego consoló a doña Nhora toda la tarde, si había alguien que amase más las calabazas que María, era la señora Nhora. María se sentía sumamente culpable, sentía que Raúl había tenido algo que ver, entonces intentó que él le demostrara aquello de sus sueños, entonces Raúl esa noche llamó a un amigo que cuidaba un rebaño cerca de su choza para que fuese testigo de aquello que había visto por 2 noches consecutivas, pasaron la noche en vela sentados en el jardín, y nada sucedió esa noche… ni si quiera una ramita de calabaza, solo silencio y oscuridad, Raúl estaba abatido, María no le creía y doña Nhora nunca se repuso, el terreno de doña Nhora nunca produjo una sola calabaza más y a María y Raúl se les olvidó el sabor y el olor de estas para siempre.
Texto libre Trabalibros

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