Tú que me has dado toda tu alegría,
tú que de tantos pozos me has sacado,
que me hiciste hombre y me has iluminado
y que me das la fuerza cada día;
tú que has vencido mi melancolía,
mi soledad, mi pena y mi pasado,
y en hacerme vivir has derrochado
toda tu vida, Elena, vida mía,
me sorprendo cuando de madrugada
veo que sigues aquí, que no te has ido,
que te tengo y me sigues soportando,
y aunque ahora no crea en casi nada
y Dios ya sea un nombre sin sentido,
por ti yo creo en Dios de vez en cuando.
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