A un amigo muerto
Elías F. Gómez
Qué desierto está el mundo, amigo mío,
desde que te cubrió el polvo postrero;
cómo al pensarte el viento, lastimero,
azota mi ventana; cuánto frío.
Qué vacío dejaste, compañero,
en mi vida; qué estruendoso vacío.
¿Con quién hablaré ahora? ¿En quién confío?
¿Por qué tuviste que partir primero?
Cuando visito tu última morada
dejo sobra la losa, dolorido,
una flor y una carga de tristeza;
después me voy, llevando en la cabeza
esta triste pregunta ya gastada:
¿a quién tengo, desde que tú te has ido?
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