Es la primera vez que extraigo una reflexión de unas vacaciones familiares, pero así ha sido, y tengo la necesidad de relatarlo…
Miles de escenarios diferentes llueven en mi imaginación al encontrarme a las puertas de tan maravillosa ciudad...
Los increíbles esfuerzos de los primeros hombres, que en su atrevimiento fundaron la antigua Salduie, a orillas del Iberus; Las batallas, rencillas, violaciones y la sangre que emanó de los crímenes más atroces, provocados durante milenios tras la llegada de los romanos. Los que acabaron por fundirse de forma amistosa, con el mismo pueblo íbero que tan bien escogió la localización para su ciudad. La que tomaría el nombre del primer "imperator" en época imperial: "Caesaraugusta".
Y es entonces cuando más morbo nos aporta la historia, convertida en la gran urbe comercial del Iberus, no serían pocas las intrigas de poder, las traiciones políticas, los amores imposibles que pudieron serlo, y un sinfín de casualidades que desembocaron en grandes historias, algunas perdidas para siempre.
El ser humano es así, fugaz en su vida, y apasionado a cada instante. Pues, al ser conscientes de nuestra propia muerte, deseamos alcanzar el máximo disfrute durante el tiempo que nos toca vivir, que varía junto a la baza que el azar nos repartió en nuestra llegada al mundo. No serán las mismas cartas las de un mero campesino, que las de un influyente político, pero sí son los mismos anhelos: amar y ser amado, disfrutar de los placeres de la vida, y progresar en la sociedad a través de un cometido que te haga sentirte realizado.
¡Sí! son anhelos comunes en la mayoría de seres humanos del imperio romano, del oscuro medievo, que hizo retroceder la sociedad conocida hasta el momento, y de un futuro lejano por entonces…
Siglo en el que creemos haber tocado techo. En el que unos pierden la vida y otros la entregan, en el que unos salvan vidas y otros cometen los peores crímenes. Todos movidos bajo esos mismos anhelos. Todos arrastrados por la corriente humana, que repleta de errores repetidos hasta la extenuación, ha demostrado estar alejada de la perfección. La misma que no se cansa de demostrar que, tras el telón de oscuridad que nos acompaña por el tiempo, se esconden los actos más bondadosos, el amor más fuerte, y las personas más maravillosas, porque la verdadera bondad aguarda en cada uno de nosotros. Lo demás, son intoxicaciones adquiridas de una sociedad que no avanza al ritmo de sus conquistas tecnológicas, una sociedad antigua en tiempos modernos, que olvida con demasiada facilidad...
Por más doloroso que sea el error que esta corriente humana provocó en un pasado, queda olvidado en las mentes de los jóvenes de cada nueva generación. Por eso creo necesaria la labor de conservación realizada por ciudades como ésta. Jamás será suficiente el esfuerzo por aprender de nuestro pasado. Pues siempre existirá el impulso apasionado de una humanidad que lo ha echado todo a perder en innumerables ocasiones.
Tengo frente a mí la Saraqusta árabe, donde convivían en paz las gentes de diferentes religiones. Pero también, de donde se echó a los judíos durante las purgas de los reyes católicos. En la que conviven sin embargo, infinidad de razas y culturas hoy en día, como en el resto del mundo. Pues de eso se trata. Las tres ces deben enriquecernos, no dividirnos, ni agredirnos. ¡Somos algo más que animales!
Preciosa ciudad acariciada por el caudaloso Ebro. Testigo eterno de la sucesión de crímenes y engaños entre seres humanos de todas las épocas. Fueran o no de piel diferente, compartieran o no religión...
¿Y qué decir de la gran plaza del pilar de esta Zaragoza? Testigo privilegiada de la fatalidad de una guerra civil. Que, pasados seis meses tras el final de la misma, también pudo atestiguar la celebración del día de la raza, dirigida por el caudillo. Quien le devolvió la iglesia católica el poder y la importancia perdidos durante la república, y llamó a la por entonces catedral del pilar, la catedral de la raza… en aquel día "tan apropiado…". Los campos de Aragón eran regados todavía por la sangre de los caídos, con miles de cuerpos sin vida, todavía calientes, repartidos por el territorio español. Toda una muestra de poder tras tomarlo por las armas, mientras miles de personas eran fusiladas por sus ideas…
¿Cuántas vidas se pierden en una guerra? ¿Las que prevalecen, serán vividas…? ¿Cuántas seguirán haciendo daño después…? Intoxicadas por una mala corriente.
En la guerra, en cualquier conflicto por pequeño que sea, no hay bando de buenos y malos, los malos campan a sus anchas por cualquier "bando". Se trata de eso, de eliminar los "bandos", las etiquetas, y los prejuicios adquiridos. Toda esa basura mental que no teníamos al nacer, todo eso que nos resta humanidad.
Así es la corriente humana, repleta de errores que se repiten hasta la extenuación…
No hace mucho que se pudo ver a la virgen con un manto de la falange. Todavía resuenan los gritos racistas de antaño, en boca de otros hoy en día. Otros son los que gritan las mismas consignas cargadas del mismo odio. Incluso se llega a confesar el deseo de quitarles los hijos a los pobres, tras triquiñuelas que no son creíbles ni siquiera para el que las vocea, falso arrepentido tras constatar la respuesta de la sociedad a "sus ideas". Porque eso de quitarle los hijos a los pobres, es más viejo que la catedral del pilar, aunque la institución católica se haya ganado la fama después de tanto bebé robado…
Son esos "otros" los que se hacen escuchar a través de sus caros megáfonos, pagados por el interés de unos pocos que, tras el telón, siguen intoxicando la verdadera humanidad bajo el testimonio del Ebro y las tierras de Iberia, Hispania, al-Ándalus, o el sinfín de nombres que mi hogar tuvo. Eterno y caudaloso rio que, en el lejano siglo XXI teme volver a formar parte de una mala corriente. Una que tiña sus aguas con los despojos de los crímenes de la humanidad, como en tantas otras ocasiones…
Son los discursos basados en el odio e innumerables fobias, los que alientan las maldades de unos pocos desalmados alrededor del mundo, en un siglo que debería marcar el progreso y no la involución…
Estos días atrás sin ir más lejos, pudimos ver en los telediarios como apuñalaban y apaleaban a un pobre chico en León, ataque acompañado de gritos homófobos que pedían su muerte. Muerte que estuvieron a punto de causar.
No pueden pedir respeto aquellos que no respetan, como si sus "ideas" fuesen igual de válidas que las demás, como si por presentarse a las elecciones fuesen respetables... Yo no respeto a quien escupe odio y salpica rabia al hablar, y ¡nadie los debe respetar! Pues provocan que este tipo de acciones vayan al alza...
Decenas de relatos morbosos se me ocurren a partir de esta visita. Decenas de épocas diferentes para relatarlos, incluso en la actual… Aunque para eso ya tengo a los telediarios, cargados de una realidad que siempre supera a la ficción, para sorpresa de unos y desgracia de otros.
Esforcémonos por no olvidar… pero no de la forma en la que lo hacemos. No se puede olvidar a los que murieron por sus ideas, como Lorca; ni a los que lo hicieron en el exilio a causa de la persecución, como Luis Buñuel… pero no se le puede dedicar una obra tan colosal como vacía tras la expo de 2008, sin mucho más sentido que el propio beneficio económico. Tan vacía como el recuerdo de los españoles sobre lo ocurrido hace unos cuarenta años de nada. Desierta… como el corazón de los que esconden su "robo" a los ciudadanos, tras obras faraónicas que otorgan poco provecho...
Y hablando del Ebro… del parque del agua Luis Buñuel, y de piedras olvidadas… Limpiemos el cauce por el que discurre la corriente humana, cual río contaminado que necesita de nuestra atención. Pues, de lo contrario, desembocaremos de nuevo en un mar de errores, por el que ya discurrieron nuestros antepasados en este ciclo de la vida.