Pasatiempo

M. Aguilar
Fuera un perro ladra, espantando el silencio de la noche.
Mientras, yo la busco entre las sombras, intentando adivinar su silueta ante la escasa luz de una vela. No la veo, pero la escucho; susurra mi nombre. Camino a tientas tras el hipnótico hilo de voz. Me acerco a la cama y descubro sus piernas, está desnuda. Se ríe y me enreda en sus brazos, mi ropa empieza a decorar el suelo. Navego en su cuerpo, pierdo el norte buscando el sur de su espalda y me vuelco en la cama; la sábana se escapa y el aire apaga la llama. La oscuridad nos cubre, me ciega y ella se pierde. Noto su aliento muy cerca. Sus piernas me abrazan, me amarran a ella. Oigo mis ansias, su risa y el viento. Tumbada, pegada a mi piel, siento que la suya me atrapa. Su calor me reclama. Pruebo su sonrisa, sus labios. Mis besos la muerden. Suspira. Sus dedos deambulan, los míos se pierden. Susurra de nuevo y yo me estremezco. Sus caricias me agarran. Mis manos, su pelo, su boca en mi cuello. Los cuerpos se funden, las ganas se excitan, abusan, estallan. Mis uñas se clavan y sus gemidos enmudecen ante el estruendo de la televisión. Se iluminan salón, dormitorio y pasillo. Ya ha vuelto la luz.
Texto libre Trabalibros

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