Cuando todo era perfecto
Lalo Barker
Y así sucedió, sin que nadie se lo esperara. En un nublado día de verano, iban a ser las cuatro de la tarde, cuando empezó a llover.
El llevaba tres bolsas de mandado en cada una de sus manos cuando llego a su automóvil, ya la lluvia caía intensamente. Iba maldiciendo por dentro, mientras intentaba encontrar unas llaves, que dispuestas a no ser encontradas se ocultaban en el último lugar donde serían buscadas. En eso estaba cuando se detuvo el agua, volteo hacia arriba y se vio tapado bajo paraguas multicolor, mientras una tímida risa se escuchaba a su espalda.
Volteo y se encontró a un ángel enfundado en unos jeans desgastados, con una playera con muchas puestas, el cabello recogido y sin una gota de maquille. Sostenía un paraguas que ahora con el compartía, un alma caritativa que llegaba a un coche estacionado a un lado y que notaba por lo que aquel empapado humano estaba pasando.
Y así comenzó, una historia de amor llena de sorpresas, de cosas imprevistas. De viajes sin planes, de salidas sin destinos. De risas sin sentido. De un mundo de dos personas, de dos personas que se comían al mundo. Un mundo que no estaba dispuesto a ser comido.
Los trabajos empezaron a faltar, no había patrones dispuestos a soportar a esos dos felices y desinteresados enamorados. Las cosas materiales no son importantes cuando existe un gran amor... Hasta que el amor ya no es suficiente para alimentar a dos personas.
Las primeras noches sin luz eran románticas veladas con deseos desenfrenados, cuerpos entrelazados alumbrados con velas. Con gemidos y jadeos que retaban a la noche, demostrando que no les importaba tener la luz cortada por no haberse pagado... Pero los gemidos con cada noche se fueron apagando, ya no había sexo suficiente como para olvidarse de la importancia de estar alumbrados.
Los amigos se acabaron con tanta visita imprevista de esos dos, visitas que eran casualmente a la hora de la comida, cena, desayuno, almuerzo.
A la realidad de un mundo mortal, donde no existen sueños sin ser pagados, donde la felicidad se empieza a medir a partir de un salario. Donde no importa que tanto ganes, si no que encuentres con quien sumar lo que hayas ganado; le basto tan solo un suspiro para tragarse a ese amor infinito.
Hoy en día esos dos complementos perfectos han desaparecido, en su lugar quedaron dos seres sujetos a jornadas de trabajo, días de descanso, días de paga y vacaciones bien ganadas. Viviendo las vidas que el mundo mortal tenía preparados para ellos. Un mundo mortal que ya los perdonó, por haberle faltado el respeto esos dos... Cuando pensaban que solo por estar juntos, todo era perfecto.
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