Y el tiempo volvió, en una antigua plaza para un viejo que se la pasa sentado todos los días de la semana, en el centro de una ciudad colonial, donde todo sigue igual.
Las mismas palomas buscando migajas, en un piso de piedras tan desgastadas, que ya no pueden descolorarse más. La brisa que sopla es tan densa, que los recuerdos que cuelgan en ella, no le permiten ver un presente tan vacío, que no hay nada que se interponga con esos vestigios, de una vida que fue plena, hasta el momento en que los sueños pararon, cuando ya no hubo nada que fuera nuevo, como para invertirle tiempo en poder alcanzarlo.
Los viejos amores, los grandes amigos. Los buenos momentos, las malas fortunas. Todo danzando en un mismo tiempo, un tiempo que fue en su momento, pero que ahora regresa, en la mente de ese anciano dominada por un pasado, que se niega a ser olvidado. Un pasado que ahora cubre su presente, viviendo sus días con una gran sonrisa... En la que solo se le ven dos dientes.
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