Era septiembre

Natalia Ortiz (@epicaortiz)
Era septiembre y era de noche, no había luna o estrellas, pero había una brisa refrescante que le alborotaba el pelo. Caminaban hablando de cosas: el tema de la clase, la película, el trabajo. El muchacho le había pedido que lo esperara cuando terminara la clase y a ella le pareció buena idea no tener que caminar sola las dos cuadras que la separaban de la estación. Al llegar se detuvieron un rato y siguieron hablando. Una que otra nube amenazaba con caer y, mientras ella pensaba en la sombrilla que había dejado en casa, él la sorprendió con una pregunta. Así, sin ningún rastro de timidez en la voz, o sin atisbo de vergüenza le preguntó si podían salir. Si podía, no si quería. Pasmada, esperó un momento, tratando de disimular el temblor que empezaba a aparecer en sus manos. De pronto y sin pensarlo, se volvió un pequeño racimo de nervios, sin saber qué hacer o decir, así que escupió lo primero que pasó por su mente: "pero no hablemos de diégesis ni nada de eso". ¡Tonta!, así se sintió cuando se calló, muy tonta. Pero al parecer a él le pareció divertido, entonces sonrió y aceptó esa extraña condición. Un tanto aturdida por la petición del muchacho, trató, con esfuerzos inhumanos, disimular lo emocionada que estaba, la adrenalina que le empezaba a correr vena por vena, el temblor en sus manos o en su voz, el color intenso que de pronto había aparecido en su cara y la inseguridad que se apoderaba silenciosamente de su cabeza.
Esa noche ella no durmió, por la emoción y por la lluvia que empezaba a caer.
Texto libre Trabalibros

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