Me descubrí descubriendo a Emma Bovary

Irene Martínez Baquero
Continuamente me preguntaba qué había en la caprichosa Emma Bovary para que un genio como Vargas Llosa afirmara estar enamorado de ella. Un día encontré la respuesta: "Sólo ella posee todos los atributos de un héroe digno, aunque bajo la apariencia de una víctima en desgracia" decía Baudelaire. Esta cita retumbaba en mi mente y golpeaba mis tímpanos. Baudelaire estaba en lo cierto. Pero además, Emma se nos presenta como un héroe humano, con virtudes y defectos, y ¡ay cuántos defectos! Baudelaire se pregunta qué es lo que la absuelve. Y la respuesta: "Emma Bovary persigue un ideal".

Emma está en ti y en mí. Emma es esa porción pasional del alma que no atiende a lógicas, razones ni morales; sino que simplemente persigue una utopía, un ideal: la felicidad. Eduardo Galeano decía: "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar". Emma, caminante incansable, agitadora de nuestras conciencias.

Es cierto, todos tenemos algo de Emma Bovary incrustado en lo más hondo de nuestro ser. Un trozo de nosotros mismos que muchos acaban dejando morir sin darse cuenta de que se están quitando la vida, de que están poniendo el arsénico sobre la lengua lacerante de Madame Bovary.

Puede que Vargas se aferre a Emma de tal modo que sea capaz de mantenerla con vida dentro de sí. Emma es su esperanza, su ilusión, su búsqueda. Creo haber encontrado la respuesta al misterio del amor.
Texto libre Trabalibros

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