Basureros esparcidos en el espacio
Jairo Sebastián Zanetti
Las guerras armadas asolaban al oriente mientras occidente era acorralado por otras nefastas batallas camufladas en los intereses e ideales políticos. Muchos ancianos, algunos de ellos ya muertos, llamaban a este nuevo tiempo "decadencia". La tecnología iba en continuo crecimiento, suplía el trabajo forzado del hombre y cada cien armas blancas o negras creaba algún que otro prodigioso invento para ayudar a la humanidad; todo en el planeta parecía ir en contramarcha del bien común. A pesar de la epidemia del hambre fisiológica y de la sed del corazón que esparcía sus infértiles semillas por el mundo, nada fue obstáculo para que la raza humana se aventurara al espacio exterior. El destino era la parada más próxima, es decir, el planeta rojo. El cohete Apolo X fue lanzado con éxito mientras transcurría el otoño que marchitaba el mundo. Una vez que el tiempo se cumplía y la nave estaba próxima por llegar al planeta virgen, habiendo sufrido los astronautas la erosión que causan esos tipos de viajes, desde un telescopio los pequeños y cabezones duendecitos rojos los avistaban. La alarma se había encendido en todo el planeta. Algunos de sus místicos y religiosos exclamaban:
- ¡Es el Apocalipsis marciano! ¡Huya quien pueda o perezca la fiebre del ego para siempre!
El arribo del hombre era tomado como algo peor al impacto de un gran asteroide capaz de acabar con una etapa del planeta. Tan mal se presentaba todo, que cada ser que habitaba Marte fue rescatado por la nave barca de Eón. Uno de sus más míticos ancianos. Y se esfumaron en medio del universo, lejos del hombre que ya pisaba por primera vez el suelo rojo. Cuando éste hubo descendido del cohete y la Tierra ya había sido despedazada en medio del inmenso vacío, descubrió que podía respirar, por lo cual su traje de astronauta no era necesario. Inmediatamente empezó su misión de colonizar al planeta Marte. Con una novedosa tecnología levantó su casa. Creo una familia con la mujer que lo acompañaba que a su vez crecieron otras familias que fueron dispersándose hasta llegar a ser ciudades y países. Manipuló como si fuera Dios los genes de su raza y clonó miles de seres humanos. No se olvidó de crear también sus propios basureros. De cazar especies desconocidas que no consiguieron exiliarse, de generar la extinción de todas las especies. Contaminó con sus toxinas toda su atmósfera. Inventó armas y religiones que lo dividieron para siempre del amor que une y poco a poco todo siguió los mismos pasos de la Tierra. El primer hombre que había pisado suelo marciano ya había fallecido hace tiempo, mientras los nuevos hombres de precaria inteligencia ya inmigraban al siguiente destino del sistema solar. Marte sucumbía por el paso del hombre, como una fruta podrida que en el árbol del basto universo se infecta de gusanos descerebrados, sin uso de razón ni corazón y entonces se desliga de su eje y se destroza. A lo lejos, una nueva calamidad detonará en la brevedad que cuenten los siglos.
Autor: Iluminado
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