Había una vez, en un jardín llamado "La rosaleda del bosque", una araña llamada Malospelos que tenía como su mejor amigo al saltamontes más inteligente, más bueno y más astuto de todo el jardín al que llamaban Triquiñuelas.. Aquel día, toda la rosaleda estaba alborotada y muy especialmente la comunidad de las arañas porque el Rey de los Gladiolos casaba a su hija la princesa Pitiminí con el Jazmín Blanco que crecía en la esquina de la izquierda según se entraba a la rosaleda.
El Rey de los Gladiolos había dictado un Bando al señor Alcalde el petirrojo Don Nicanor, en el que se premiaría con el título de "Tejedora Mayor del Reino" a la araña que tejiera el velo nupcial más hermoso para que la princesa Pitiminí lo luciera el día de su boda por lo que todas las arañas habidas y por haber, se pusieron a trabajar para ganar el título tan codiciado.
La araña Malospelos no se libraba de aquel alboroto y andaba de acá para allá en la casita que tenía fabricada entre dos tallos de rosas rojas mientras pensaba en cómo podía ganar el premio. Tengo que deciros, amiguitos, que la araña Malospelos era un poco llorona y también poco hábil pero como quería presentarse al concurso, pasaba el tiempo tejiendo y destejiendo sus telas porque todas le salían con unos agujeros enormes y eso, claro, no podía presentarlo en ninguna parte, pero como nunca lo conseguía, se pasaba el día en una continua llantina. Tanto es así que el saltamontes Triquiñuelas que vivía debajo de ella, estaba toooodo el día desaguando su casa inundada por las lágrimas de la llorona Malospelos y, aunque eran muy buenos amigos, algunas veces Triquiñuelas se enfadaba bastante con su amiga Malospelos porque ya estaba harto de oírla llorar.
Pero aquella mañana, la verdad es que le dio un poco de pena porque sólo la oía decir:
-¡Ay, ay, ay! ¡Qué desgraciadita soy! ¡Qué desgraciadita soy!
-Pero Malospelos ¿por qué dices que eres tan desgraciada, qué es lo que te pasa?- le preguntó Triquiñuelas ya un poquito aburrido de tanta queja.
-¡Ay, Triquiñuelas, que ya me estoy haciendo mayor y necesito tener un empleo que me permita pasar la vejez tranquila! ¡Ayúdame a conseguir el título de Tejedora Mayor del Reino si no me moriré de hambre!
-¡Pues ponte a trabajar y no llores tanto!- le dijo el saltamontes Triquiñuelas cada vez más enfadado.
-¡Pero es que a mi todas las telas me salen con agujeros!, ¿cómo voy a conseguir que el velo nupcial sea el más bonito? ¡Nunca ganaré el título! ¡Buaaaaaa! ¡Buaaaaaa!
-¡Bueno! ¡Para ya de llorar!- dijo Triquiñuelas mientras abría el paraguas para evitar empaparse con tanta lágrima- Ya estudiaremos la situación, no te preocupes Malospelos, yo intentaré ayudarte. A ver. Tranquilízate y ponte a trabajar, despacito y poco a poco para que todo salga bien ¿vale?
-Vale- dijo Malospelos entre hipo e hipo.
Y secándose las lágrimas con el pétalo de una rosa marchita que usaba de pañuelo, se fue al baúl donde tenía todos los ovillos de hilo, escogió uno de seda muy antiguo que le había dejado en herencia su abuela Maravillas, que la llamaron así porque hacía maravillas con los hilos y se puso a tejer despacito como le había dicho su amigo Triquiñuelas mientras él, de dos saltos y medio, se subió a un castaño y se puso a tocar la armónica que era lo que más le gustaba hacer.
Cuando la araña Malospelos terminó de tejer la tela para el velo nupcial de la princesa Pitiminí, llamó al saltamontes Triquiñuelas para enseñárselo.
-Buenoooooo...-dijo Triquiñuelas, estirando sus cuernecillos - no está nada mal, esta vez te ha salido sin agujeros perooooo... le falta algo... está muy soso... le vendrían bien unas cuantas perlas.
Al oír esto Malospelos comenzó a llorar de nuevo y Triquiñuelas tuvo que escapar para que no lo volviera a mojar y desde lejos, le dijo:
-¡No llores Malospelos, voy a ayudarte, no te preocupes!- y se marchó a la casa del rocío de la noche.
Le abrió la puerta el mismo rocío que estaba preparando las bolsitas con las gotas de agua para esparcirlas por las hierbas y las flores en cuanto oscureciera y Triquiñuelas le dijo:
-Tengo que pedirte un favor, cuando esta noche extiendas las gotas de rocío, echa unas cuantas por encima de la tela que ha tejido la araña Malospelos, ¡anda, porfa...! Yo a cambio, tocaré gratis la armónica en todas tus fiestas.
El rocío de la noche que era también muy amigo del saltamontes Triquiñuelas, escogió las perlas de rocío más bonitas y transparentes y las dejó caer por encima de la tela de la araña. ¡Madre mía qué contenta se puso Malospelos cuando vio su tela cuajada de aquellas hermosas perlitas! Se puso a bailar con todas sus patas, tan alborotada que casi derrumba su casa pero, Triquiñuelas le dijo:
-Hummmm!!! Aquí todavía falta algo- Malospelos al oírlo se quedó patidifusa con la boca abierta ¿qué podía faltar?- Sí. Le falta luz, mucha luz. ¡Ahora vuelvoooo!- Se puso unas gafas de sol a la última moda y en cuatro saltos el Triquiñuelas se subió hasta el sol.
-Oye sol, la araña Malospelos necesita un poco de luminosidad para la tela que ha tejido porque quiere ganar el título de Tejedora Mayor del Reino ¿tú podrías ayudarla?
El sol, que aquel día estaba de buenas y más radiante que nunca, sacó del cuarto de los trastos un poco de purpurina dorada, la iluminó con uno de sus rayos y los dejó caer sobre la tela que había tejido Malospelos. ¡Madre, madreeeee!!! ¡Qué cosa más bonitaaaa!
El día de la boda de la princesa Pitiminí, todos los bichos de la Rosaleda estaban esperando con ansia ver el velo que había escogido la princesa pues aquel sería el ganador y cuando apareció en la sala nupcial luciendo el hermoso tul tejido por Malospelos, todos aplaudieron un montón, sobre todo, Triquiñuelas y naturalmente, la araña llorona Malospelos que consiguió el título de Tejedora Mayor del Reino y ya no lloró nunca más.
El saltamontes Triquiñuelas se pasó toda la fiesta tocando la armónica y Malospelos bailó con todo el mundo, buenoooo, con todos no, porqueeeee... ¡chssss! no se lo digáis a nadie perooo... es que era un poco fea... y siempre iba muy mal peinada… por eso la llamaban Malospelos.
¿Qué os ha parecido la historieta? Para ser un cuento... ¡no está nada mal! ¿verdad? Bueno, ahora me voy de compras. Hasta el próximo cuento amiguitos.