Re-cordis: volver a pasar por el corazón
Anuska
"Mi padre decía que no vas a ninguna parte sin dejar algo atrás"
Màxim Huerta
La Caja de Pandora, aquella que al abrirla escaparon todos los males del mundo. El mito nos cuenta que cuando Pandora atinó a cerrarla quedó atrapada en el fondo Elpis, el espíritu de la esperanza. De ahí surgió la expresión... "La esperanza es lo último que se pierde".
En la Ilíada se nombra que no solo existía una caja que encerraba los males, sino que también existía otra que encerraba los bienes o dones.
Vivimos en un momento en el que parece que algunos se han hecho con el poder de Pandora y día tras día nos acechan con un mal distinto para llenarnos de miedo. Pero hoy no quiero hablar de ella, sino de la que llamaré la "Caja de los Dones". Una caja que posiblemente todos tengamos desde hace años y a la cuál recurrimos cada cierto tiempo para recuperar del fondo a Elpis, la esperanza.
Al abrirla aparecen objetos que a simple vista no tendrían importancia para otra persona, pero para ti la tiene, y mucha. Detrás de cada objeto hay una vivencia, un recuerdo que nos lleva a ese momento concreto que vivimos y a las personas con las que lo compartimos.
En ella te puedes encontrar de todo. Aquellas notas que te pasabas a escondidas con los compañeros de clase mientras el profesor estaba explicando en la pizarra, cientos de cartas que llegaron a tu buzón cuando estabas lejos y te acercaban a tus seres queridos, antiguas tarjetas de felicitación por tu cumpleaños llenas de frases absurdas, pero que aún te siguen sacando una sonrisa. El pañuelo con el que tu abuela te daba aquellas monedas a escondidas del abuelo cada vez que ibas a verlos, dedicatorias de final de carrera de aquellos compañeros que se hicieron amigos e incluso hermanos. Citas escondidas entre las páginas de cualquier libreta de notas o libros, chapas y llaveros que nunca utilizas, pero que te niegas a tirar cada vez que abres la caja.
Y te niegas a tirarlos porque con ellos tirarías esa parte de tu vida que no quieres olvidar.
La memoria está llena de recuerdos y por suerte es selectiva. Olvida aquellos recuerdos que hicieron daño y deja solo los buenos. Aunque en ocasiones perdemos detalles de esos momentos felices y gracias a esos objetos materiales que guardamos podemos volver a revivir aquellas sensaciones perdidas.
En el fondo de la caja aparecen algunas fotografías, aunque pocas. Menos de las que me gustaría. Con la era digital hemos perdido la magia que hay al abrir un álbum de fotos. Ahora muchos de nuestros mejores recuerdos se encuentran perdidos en alguna carpeta sin nombre de nuestro ordenador. Por suerte tenemos a nuestros mayores que cuando les pica la nostalgia nos hacen acompañarlos para abrir su propia caja y podemos descubrir en ellas retazos de nuestra vida.
Estamos hechos de recuerdos, de personas, de momentos que marcaron nuestra vida para siempre, y muchos de ellos vuelven a nosotros cuando escuchamos una canción en la radio, cuando descubres ese perfume en el cuerpo de otra persona, cuando visitas ese lugar con la ilusión de volverla a ver a través de la ventana o cuando buscas en el fondo de tu armario esa camiseta que te recuerda a él.
Se acaba el tiempo, es hora de volver a cerrar mi caja. Esta vez lo hago con cuidado, no quiero que ningún golpe la estropee, que nada se pierda en el viaje.
Cuando Pandora vuelva a soplar fuerte sobre mí la necesitaré para recordar que lo verdaderamente importante se encuentra allí, mi esperanza.
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