Y sin embargo

Plácido Romero
Cuando leí aquel opúsculo, pensé que lo que allí se planteaba era absurdo. El autor había tenido la desfachatez de afirmar que la Tierra no paraba de dar vueltas. ¡Ridículo! Cuando observamos el sol, resulta evidente que gira alrededor de la Tierra, como por otra parte indica la Biblia.
Hice llamar al autor de aquella obra inicua. No tardó en reconocer que la teoría que había bosquejado era descabellada. Renegó de ella sin dudarlo y pidió perdón por formularla.
Su arrepentimiento era tan sincero que desde luego, no creí a los que me dijeron que, cuando salió del tribunal, Galileo había exclamado:
–Y, sin embargo, se mueve.
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