Trabalibros entrevista a Teresa Guirado, autora de "La vida soñada de Emma"

La primera novela de Teresa Guirado permaneció cinco años guardada en un cajón. Cuando en 2015 se decidió a autopublicarla, el libro se convirtió en un fenómeno entre los lectores y permaneció durante meses entre las 20 obras más leídas de Amazon. Se trataba de "Jodidamente especial", una novela acompañada de las ilustraciones del gran Paco Roca.

El éxito de su primera novela ha facilitado la publicación de la segunda, "La vida soñada de Emma", "un relato evocador, un retrato valiente, realista y sencillo de la madurez amorosa de una mujer" (ed. Planeta). Bruno Montano de Trabalibros le entrevista sobre ella.

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Podríamos calificar a tu novela de literatura contemporánea, urbana, realista... Literatura de sentimientos, que pretende buscar la empatía de las mujeres, pero también la "desempatía" de los hombres con uno de los protagonistas principales: Tomás, que es el espejo en el que ningún hombre debe mirarse. ¿Tenías también esta segunda intención de la que hablo?

- Teresa Guirado (T.G.): Lo cierto es que no buscaba exactamente eso, pero estaría muy bien que sucediera. A todo el mundo le cae muy mal Tomás, pero la realidad es que en el mundo hay muchísimos Tomases. A mí lo que me apetecía era mostrar un tipo de persona que podrías encontrarte en cualquier cena de trabajo, que es fácilmente visible, que damos por aceptable pero, sin embargo, cuando te das cuenta de cómo es él como persona te sorprendes de que hayas podido tolerarle. Cumple todos los requisitos para resultar desagradable y, sin embargo, está ahí. Eso, por desgracia, es muy habitual.

Y hay algo que me llama la atención: en todas las entrevistas que llevo hechas sobre "La vida soñada de Emma" nadie me ha hecho ningún comentario sobre la prostitución, ¿cómo es posible? Y llegas a pensar que tal vez nadie ha reparado en ello porque es algo muy habitual. Hay temas que siempre han estado ahí, que siempre han existido y que, por ese motivo, se da por hecho que siempre van a existir, que necesariamente forman parte de la sociedad, y nadie repara en ellos. Se convierten en invisibles. Pero hay que plantearse, ¿son correctos? Yo lo que busco es exponerlos, que la gente se pregunte qué opina sobre ellos, si les parece bien o no, independientemente de que haga uso de ellos o no. Esa es la idea. Aunque tampoco me gusta decidir lo que tiene que pensar el lector, yo expongo el tema para que el lector elabore sus propias reflexiones.

- B.M.: Ese es uno de los derechos principales del lector: realizar su propia lectura y extraer sus conclusiones personales.

- T.G.: Así es.


- B.M.: Nada más empezar tu novela haces una declaración de principios a través de una frase de Blaise Pascal: "Trabajamos incesantemente para embellecer y preservar nuestro ser imaginario descuidando el auténtico". El eje fundamental de esta novela sería la dificultad de ser fiel a uno mismo. Habitualmente nos traicionamos, esa identidad que perseguimos se nos escapa y al final acabamos claudicando y ajustándonos a lo que los demás esperan de nosotros. Tratamos de cumplir las expectativas del entorno y no las nuestras. Esto es lo que le pasa a Emma, la protagonista, ¿verdad?

- T.G.: Emma se pasa la vida cumpliendo las expectativas de su padre, de su marido... Mejor dicho, se pasa la vida cumpliendo lo que ella pensaba que eran las expectativas que tenían. El eje de "La vida soñada de Emma" es esta evolución que sufre la protagonista. La frase de Pascal resume muy bien esta idea. En realidad quería incluir una frase de Aldous Huxley, que es uno de mis escritores preferidos de la infancia, y Huxley utiliza esa frase de los "Pensamientos" de Pascal.

- B.M.: La evolución de la protagonista que tú comentas se ve muy bien en un detalle: Javi, su mejor amigo, siempre la llama "pequeña", hasta que al final de la novela ella le replica que "ya no soy pequeña, soy una mujer que lucha por lo que quiere". A partir de ese momento deja de ser una mujer tutelada por sus padres y su marido, totalmente dependiente y sumisa, para ser una persona independiente que ha conseguido encontrarse a sí misma y, por tanto, encontrar la libertad.

- T.G.: Me encanta esta observación, es verdad. Qué bonito que te hayas dado cuenta.

- B.M.: Yo pienso que esta es la lección principal de tu novela. Primero hay que descubrirse a sí mismo (si es que existe el "sí mismo"), algo que a mí me parece dificilísimo de conseguir. El "sí mismo" es algo tan resbaladizo y tan impreciso que nunca puedes saber si lo que has conseguido es eso realmente o un sucedáneo.

- T.G.: Claro. Precisamente esa es la duda que le surge a Emma en un momento dado, cuando van caminando por la playa, y se  da cuenta de que no sabe lo que quiere hacer porque ya ni siquiera sabe qué es lo que le gusta. A lo mejor la opción que escoge hacer es la que la otra persona espera que elija y no la que realmente ella quiere. Eso es algo que sucede a menudo con las víctimas de violencia de género y esto es algo que yo quería reflejar en mi novela, porque Emma es víctima de violencia psicológica. Llega un momento en el que estas mujeres se sienten perdidas por completo.

- B.M.: Si la búsqueda del "sí mismo" ya es costosa de por sí, todavía debe serlo mucho más en esas circunstancias.

- T.G.: Sí.

- B.M.: Yo suelo fijarme siempre en el modo en que empieza y en el que termina un libro porque suele ser muy significativo. Y de tu epílogo destaco esta frase: "La felicidad sigue caminos insospechados y, para verlos, a veces es necesario desconectar el cerebro y dejarse guiar por el corazón". En varias ocasiones comentas que el corazón tiene neuronas, en el sentido de que con el corazón también se piensa. 

- T.G.: Es así, el corazón tiene células neuronales [risas].

- B.M.: Hay una frase de un libro maya viejísimo, el "Popol Vuh", que me encanta y dice así: "El que elige el camino del corazón no se equivoca nunca". Esta es de algún modo la conclusión de tu libro. 

- T.G.: Sí. La verdad es que creo que hoy en día estamos demasiado sugestionados para seguir determinado camino y que todos deberíamos ser capaces de liberarnos de eso. Cuando te están aplastando, tienes que aprender a liberarte para poder respirar. Creo que sobre todo eso sucede en la infancia, cuando empiezas a tomar decisiones de lo que va a ser tu vida y tienes una edad todavía muy temprana, en la que ni siquiera sabes quién eres. Es complicado.

- B.M.: Somos demasiado cartesianos, estamos bajo el influjo ultrarracionalista.

- T.G.: Claro, bajo el influjo de una vida segura, planificada... Y si la consigues, cosa que sucede sobre la treintena, te das cuenta entonces de que te quedan sólo dieciséis horas a la semana para estar con la gente que quieres y el resto del tiempo te lo pasas corriendo de un lado a otro. 

- B.M.: Lo que tú has pintado en "La vida soñada de Emma" es una crisis de los treinta de manual. Entre los treinta y los treinta y cinco años se produce un punto de inflexión en el que sientes que aún no es demasiado tarde para dar volantazo a tu vida y cambiar su dirección. Más allá de los cuarenta ya es más difícil, pero a los treinta piensas que todavía existe una última oportunidad para hacerlo.

- T.G.: Es verdad [risas].


- B.M.: Hay un tema que me pregunto a menudo y que la lectura de tu novela me ha recordado. ¿Es posible la amistad entre un hombre y una mujer sin que surjan matices amorosos, eróticos o sexuales?

- T.G.: Yo sospecho que sí. No voy a decirte que yo lo haya logrado alguna vez, pero conozco gente de distinto sexo que son muy amigos. Si uno ha llegado a sentir algo más por el otro no lo sé, puede que sí, pero lo cierto es que esa relación de amistad se ha conseguido mantener a lo largo del tiempo. Como en cualquier relación, puede que algún día se rompa, pero esto también puede pasar en cualquier relación de amistad entre dos mujeres o entre dos hombres.

- B.M.: En el caso de los protagonistas principales parece que su amistad es pura, sin matices amorosos/eróticos, pero al final resulta que no, sobre todo por parte de él.

- T.G.: A mí me gusta pensar que ellos siempre han sabido lo que sentían el uno por el otro, pero que se bloqueaban. El pensaba que si se lo decía a ella no iba a obtener la respuesta que esperaba y ella pensaba que él no era el hombre ideal para ella, porque su hombre tenía que ser como a ella le habían dicho que tenía que ser. 

- B.M.: En su vida soñada aparecía otro tipo de hombre.

- T.G.: Claro. Por eso las amigas del instituto influyen sobre ella para que no salga con él, porque es un chico greñudo que lleva camisetas de Metallica.

- B.M.: Qué grupo de influencia tan nefasto, las amigas del instituto de Emma.

- T.G.: Sí, pero muchas veces es así. Eso es lo que yo quería reflejar en la novela, que ese tipo de pensamientos, esas ideas tan capitalistas de que lo mejor es lo económicamente más elevado quizás no sean las que te lleven a una vida feliz. En el caso de Emma, desde luego que no es así.


- B.M.: Me he apuntado una frase de tu libro que me parece interesante y que hace referencia a Emma y dice así: "No es que su vida haya cambiado y ahora ella sea diferente, sino todo lo contrario: ella ha cambiado y eso hace que todo sea diferente". Es más fácil cambiarse a uno mismo que cambiar las circunstancias, a veces complicadísimas, que nos envuelven. Si te cambias a ti mismo, si cambias la percepción que tienes de la realidad, ésta se vuelve más amable, más comprensible.

- T.G.: Si, yo estoy muy de acuerdo con la frase tan conocida que dice que la vida es del color del cristal con que se mira. Ante un mismo hecho puedes elegir mirarlo de manera optimista o pesimista. 

- B.M.: Es una frase que forma parte del acervo común, pero que en realidad proviene de muy antiguo. Esa es la doctrina de Epícteto, que escribió el primer libro de autoayuda de la historia, llamado "Enquiridión" o "Pequeño manual". La idea principal de ese manual de filosofía es que tú no puedes cambiar la mayoría de las cosas, pero sí puedes modificar tu visión sobre ellas. Al cambiar tu visión cambia el color del cristal con que las miras y automáticamente eso deja de ser un problema. Actualmente existe una terapia psicológica americana, la racional-emotiva, que está basada en esta idea.

- T.G.: Yo creo que gran parte de la psicología está basada en esa idea, en darse cuenta de que existen unos hechos en tu vida y en fijarse en cómo los miras, en cómo los observas. Depende de cómo lo hagas, esos hechos te pueden influir más o menos. Parte del trabajo del psicólogo es guiarte en esa observación para que esos hechos no te afecten de manera negativa.


- B.M.: Otra cosa que me llama la atención es que tu primera novela está ambientada en Valencia, pero en la segunda no citas el nombre de la ciudad en la que se desarrolla en ningún momento. Yo creo que sigue siendo Valencia, por ciertas pistas que das (está cerca del mar, hay un "zoológico de peces" como el Oceanográfico, la playa a la que van al final parece la del Saler...)

- T.G.: En realidad era la playa de la Malvarrosa [risas]

- B.M.: Pero aunque parece Valencia, lo cierto es que no citas exactamente dónde están, no hay datos que sitúen con exactitud en el mapa la ciudad en la que viven. ¿Tratas con ello de universalizar el problema de Emma al deslocalizarlo?

- T.G.: Así es, justo eso. Acercar la ubicación al mar restringe un poco las opciones, pero sí me apetecía que todo el mundo se pudiera ver reflejado en la historia, independientemente de dónde viva. 

- B.M.: He leído en algún lugar que nunca pensaste publicar tus dos novelas y que al hacerlo ha cambiado tu vida. Eso lo entiendo, en el sentido de que publicar dos novelas de éxito cambia tus hábitos de vida. Pero me gustaría que me aclararas qué quieres decir cuando aseguras que tus dos novelas han cambiado "tu forma de entender el mundo". 

- T.G.: Por ejemplo, escribir estas novelas me ha abierto la visión hacia las redes sociales. Yo no tenía perfil en ninguna. Y esa ventanita, que podría utilizar únicamente como plataforma para dar visibilidad a las novelas, de pronto se ha convertido en algo que a mí me está haciendo ver el mundo. Por otra parte, escribirlas me está haciendo aprender mucho. A la hora de la verdad, dar vida a mis personajes me hace indagar, buscar, probar, entender... El mero hecho de proponerme elaborar determinado personaje con determinada personalidad me hace intentar entenderla. Me parece algo fantástico y muy enriquecedor.

- B.M.: Muchos escritores defienden que escribir el mundo es una forma de pensarlo de otra manera. Piensas en el mundo de una forma distinta a la que lo harías simplemente leyéndolo u observándolo. El hecho de escribirlo aporta unos matices a tu mirada distintos.

- T.G.: Sí, así es. Yo lo he pasado mal poniéndome en la piel de Emma, pero es que también me he tenido que poner en la piel de Tomás para saber qué está viviendo en cada momento y entenderlo. Y esto te hace leer, indagar, pensar en el modo en que podrías elaborar un personaje así. Escribir te ofrece una visión más global de la vida y, en mi caso, creo que la ha enriquecido mucho.

Desde Trabalibros agradecemos a Teresa Guirado el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial Planeta el haber hecho posible el encuentro con esta autora.