El escritor barcelonés
Pere Cervantes se licenció en Derecho por la UAB, fue Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. Es autor de las novelas "Rompeolas", "No nos dejan ser niños", "La mirada de Chapman", "Tres minutos de color" y "Golpes"; las dos últimas han recibido respectivamente el Premio de Novela Cartagena Negra en 2018 y el Premio Letras del Mediterráneo 2018 a la mejor novela negra.
Bruno Montano ha tenido la oportunidad de entrevistarle para
Trabalibros acerca de su nuevo libro "
El chico de las bobinas", una novela que se desarrolla en una Barcelona de claroscuros y que "nos habla de la fortaleza de esas mujeres, víctimas de la guerra, que enseñaron al mundo a cómo sobrevivir, de esas salas de cine de barrio que permitieron soñar en los años de plomo y se convirtieron en refugio de infancias maltrechas y de tristezas concretas, y todo ello ubicado en un tiempo determinado y sin embargo tan universal" (
editorial Destino).
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Bruno Montano (B.M.): Algunas de tus novelas anteriores –“Golpes”, “Tres minutos de color”, “La mirada de Chapman”, “No nos dejan ser niños”- pertenecen al
género policial, en el que parecía que te estabas especializando. De repente, con “
El chico de las bobinas” te decantas por el
thriller, un género que exige una gestión de la intriga aún más tensa y rítmica que la novela negra. ¿Qué dificultades has encontrado en este género que no estuvieras ya acostumbrado a resolver con las novelas antes citadas?
- Pere Cervantes (P.C.): Me atrevería a decir que desde “Tres minutos de color”, cada novela que he escrito ha sido distinta a la anterior. Cierto es que todas contienen una dosis de novela negra pero ninguna puede estar incardinada en un solo género y en el caso de “El chico de las bobinas” es obvio. Es una novela negra, es un thriller histórico, una novela de espionaje, costumbrista, etc… Por ello no he tenido la sensación de tener dificultades a la hora de encajar la historia en un género, más bien ha sido al contrario, la historia es la que manda y en todo caso los distintos géneros que la componen se han sometido a ella.
- B.M.: Además podemos decir de esta novela que es un
thriller histórico. Es decir, que tiene la complejidad añadida de ambientar la novela en la
Barcelona de posguerra, una ciudad en la que “comer poco, tener miedo y sufrir mucho eran los males comunes”. ¿Por qué elegiste este lugar y este momento histórico para situar la trama de “El chico de las bobinas”? ¿Has sentido la obligación de “contar la historia de muchos en boca de unos pocos”?
- P.C.: Elegí la Barcelona de los años cuarenta porque el contexto era el idóneo. Quería rendir un homenaje al cine desde la literatura, y el momento de la historia en el que las salas de cine nos dieron más fue durante la posguerra. Por otra parte también resulta ser el contexto adecuado para poner la mirada en esas mujeres anónimas que gracias a ella se reconstruyó el país. Conforme más me documentaba sobre la época más posibilidades tenía de enriquecer mi trama inicial y así fue por ejemplo como incorporé a miembros de la Gestapo escondidos en Barcelona, algo con lo que inicialmente no contaba. Respecto a tu segunda pregunta, sí, efectivamente he intentado contar la historia de los silenciados, de aquellos perdedores que habitaban un barrio obrero, un lugar minúsculo en una gran ciudad. Una historia localista y a la vez tan universal.
- B.M.: El misterio a resolver es la historia oculta tras un cromo que un moribundo entrega a
Nil –el joven repartidor de bobinas de cine- pronunciando con su último aliento el nombre del padre del niño:
David Roig, personaje huido el 26 de Enero de 1939 “el día en que Barcelona se convirtió en una ciudad espantada y azul”. En la intriga triangular están la
policía franquista, la
Gestapo y el
Maquis. ¿Tendría el libro también cierto aire de
novela de espionaje?
- P.C.: Sí, tal y como te he comentado anteriormente, así es. Y fue sin pretenderlo pero al estructurar la historia, al escribir las escaletas mediante las cuales creo el andamiaje de las tramas y subtramas, me di cuenta de que la novela también necesitaba de ese género, de ese ambiente secreto, repleto de mentiras, manipulaciones y miedo.
- B.M.: Por otra parte, por la edad del protagonista principal –empieza la novela cumpliendo éste 13 años- y sus circunstancias personales, ¿también podríamos considerar que, al menos las tres primeras partes de la novela, son una
Bildungsroman, es decir, una novela de aprendizaje o de formación en la que importa mucho el proceso de maduración del personaje?
- P.C.: No tengo esa sensación. Sí es muy importante la evolución del personaje de Nil Roig, como también lo es la de su madre Soledad Riera. De ahí a que sea una novela de aprendizaje dista mucho. “El chico de las bobinas” nos muestra el transcurso de los cuatro años más importantes en la adolescencia de Nil Roig, años que marcarán su vida y la de su familia de una manera irreversible. Más que formación y aprendizaje lo que hay es un hacer frente a la concatenación de golpes de ciertas vidas. Una historia de supervivientes, de superación.
- B.M.: Claramente la novela es un homenaje general al cine, en concreto al cine de barrio, y yo diría que muy en particular a una película, “
Cinema Paradiso” de
Giuseppe Tornatore. “Quien ama la vida ama al cine” es un eslogan que aparece en tu novela. ¿Fue en la posguerra española el cine un refugio y un elemento clave de la educación sentimental de una generación?
- P.C.: Sin duda. Hemos podido comprobar recientemente con nuestro confinamiento como necesitamos refugiarnos en el arte, sea cine, sea literatura sea música. En el caso de “El chico de las bobinas” queda muy patente como las salas de cine de barrio se convirtieron en los años de plomo de la posguerra en aquellos lugares donde refugiarse, donde evadirse de la cruda realidad y poder soñar. A día de hoy sustituimos nuestro sofá y Netflix o un buen libro por esas salas de cine de barrio, es menos romántico pero acabamos de comprobar que también es eficaz. El alma siempre necesita ser reparada por la cultura.
- B.M.: Yo como librero, no puedo dejar de ver en tu novela también un homenaje a las librerías. “
La gran mentira”, esa pequeña librería especializada que aparece en tu novela, regentada por Leo, sería el ejemplo de cómo este gremio puede convertirse en un foco de resistencia y en una parte fundamental del tejido cultural de una sociedad.
- P.C.: Por supuesto que sí. Y de hecho lo fue. Si recuerdas el pasaje en “El chico de las bobinas” en el que aparece un librero del Mercat de Sant Antoni, hago un retrato de la clandestinidad que flotaba en la cultura durante los años de la dictadura, fuera para hacerse con determinados libros o para acceder a ciertas películas. Los verdaderos soldados contra la censura fueron en muchos casos los libreros y a ellos, por defender la cultura en libertad y sobre todo por su amor concreto por los libros, les debía estas páginas.
- B.M.: “El chico de las bobinas” es también una oportunidad para reivindicar el papel de una generación de “mujeres taciturnas que eligieron de manera forzosa convertirse en supervivientes” y que se “empeñaron en querer cuando los hombres únicamente se dedicaban a destruir”.
- P.C.: He vivido tres años la posguerra de los Balcanes en Kosovo y en Bosnia. No tengo ninguna duda de que en una guerra siempre se repite la misma víctima: la mujer. Como tampoco tengo dudas acerca de que el hombre es el animal destructor y la mujer el animal constructor. Solo ellas pueden dar vida y no es una casualidad.
- B.M.: “Jamás confundiría el cierre de las heridas con el olvido”, afirma el narrador con respecto a Nil. ¿Coincides con tu protagonista al respecto de lo que debe ser la memoria histórica?
- P.C.: Del todo. Sin esa memoria estamos condenados a repetir los mismos errores. Y es un gran error pretender curar las heridas con el olvido. El olvido impuesto no cauteriza el dolor.
- B.M.: Lucas recibe una herencia de Nil, que éste a su vez había recibido de su madre, Soledad, y es que “el único modo de evitar una vida perra se convierta en una mala vida consiste en creer que mañana todo será mejor”. ¿Es la esperanza el verdadero motor de una existencia feliz?
- P.C.: La esperanza es el motor de toda vida. Sin ella no sé vivir. Para la desazón y la tristeza tomo píldoras de esperanza. Para poder escribir una novela, para poder seguir confiando en este planeta, para soñar que mi hijo tendrá una buena vida, necesito cultivar y consumir esperanza. La esperanza es el suspiro inmediato que emitimos cuando acabamos de soñar.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Pere Cervantes el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Destino el haber hecho posible este encuentro.