En 1928, exactamente 94 años atrás, nacía el
indio Patoruzú de la ingeniosa pluma de
Dante Quinterno y, a poco andar en sus correrías, se convirtió en el ícono de la historieta argentina, un héroe nacional tan feo por fuera como inquebrantable por dentro.
Con él, llegaron Isidoro Cañones, Chacha, Patora, Upa, Don Fierro, Patoruzito e Isidorito, todos, consolidaron el primer universo de personajes de la historieta argentina que confraternizó, por los años cuarenta con el maravilloso mundo de don
Walt Disney.
Quinterno, dibujante y guionista de historietas, supo plasmar la psicología de este indio patagónico tan noble y bonachón como astuto y desconfiado. Dentro de ese cosmos de figuras inolvidables,
Isidoro Cañones fue su contrapartida, el antihéroe, citadino, jugador y taimado que siempre llevó las de perder al pretender burlarse de la buena fe de su compañero.
Patoruzú vivía en la ciudad, pero viajaba al interior para administrar sus estancias y procurar que todo marchara de acuerdo a los cánones de la moral y los dictámenes de la justicia.
No sólo en su modo de actuar se manifestaba la impronta telúrica de este indio tehuelche, sino también en sus diálogos directos y campechanos. ¡Huija!, ¡canejo! y ¡maula! Formaban parte de ese repertorio con el que expresaba su animosidad.
Patoruzú, un indio millonario, pero decente retrató con una moral a prueba de balas las costumbres argentinas de aquella época, espolvoreadas de ese sentimiento azul y blanco que nos identificó por más de seis décadas.
Artículo enviado por nuestra colaboradora Susana B. González.