Trabalibros entrevista a Juan Gabriel Vásquez, autor de "Los nombres de Feliza"

lunes, 7 de abril de 2025
"Cuando en un momento de convulsión los relatos oficiales no dan respuesta a nuestras inquietudes, se produce arte".
El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez está considerado uno de los novelistas latinoamericanos más importantes de su generación. Posee el doctorado en Literatura Latinoamericana por la universidad de la Sorbona de París y también es un destacado periodista y traductor.

Juan Gabriel Vásquez es autor, entre otras, de las novelas "Los informantes", "Historia secreta de Costaguana" y "El ruido de las cosas al caer", todas ellas de muy buena acogida entre la crítica. También es autor de "El arte de la distorsión", una recopilación de ensayos literarios entre los que se encuentra el ensayo ganador del Premio Simón Bolívar en 2007.

Sus novelas se publican actualmente en 28 lenguas. Este autor ha sido galardonado con importantes reconocimientos, como el Premio Roger Caillois por el conjunto de su obra, la condecoración de la Orden de Isabel la Católica, el Premio Alfaguara de Novela y el Premio Literario Internacional IMPAC de Dublín.

Los nombres de Feliza (Juan Gabriel Vásquez)-TrabalibrosBruno Montano le entrevista para Trabalibros con ocasión de la reciente publicación de su última obra, "Los nombres de Feliza", "una ficción con base real sobre una artista excepcional que supo enfrentarse a todas las convenciones de su mundo" (editorial Alfaguara).

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Cuando empecé a leer este libro me pregunté: ¿Qué es esto? ¿Ante qué estoy? Al principio parece una crónica biográfica al estilo del nuevo periodismo (Gay Talese, Tom Wolfe, etc), pero sin la superstición periodística del detallismo. Podría ser una biografía novelada, pero sin la superstición histórica de la exactitud. Finalmente vi que era una novela con unas características especiales. Digamos que has operado narrativamente sobre una realidad para extraer un tipo de verdad, que no es la periodística ni la científica-histórica, sino la verdad literaria. Que, por otra parte, no es excluyente sino complementaria de las otras dos. ¿Estoy en lo cierto?

- Juan Gabriel Vásquez (J.G.V.): Absolutamente. Has definido este libro mucho mejor de lo que yo habría podido hacerlo. Es una novela porque, aunque parte de un primer impulso periodístico -una serie de conversaciones con Pablo Leyva, el último marido de Feliza Bursztyn, y una especie de reportaje en los territorios de la vida de esta mujer- y de un segundo impulso, que es el del historiador -porque también se trata de reconstruir el momento mediante la verificación de ciertos datos y la utilización de documentos y archivos- el fin objetivo de este libro es decir lo que ni el periodista ni el historiador pueden decir. Tratar de iluminar y explorar territorios que no están al alcance de la escritura fáctica, que se basan en ella, pero tratan de completar el retrato con lo que los hechos no pueden contar, que es la vida subjetiva, la vida invisible, la vida emocional, la vida psicológica de una mujer.

Lo que el libro trata de hacer es invitar al lector a un acto de imaginación. El lector se da cuenta de que está leyendo una narración en la voz de un cronista, como si fuera una crónica, pero una crónica que pronto se transforma en una invasión del punto de vista de una mujer y trata de mirar y sentir el mundo desde ella, que es lo que no puede hacer una biografía. El objetivo de esto es, como decía Hermann Broch, es tratar de decir lo que sólo la novela puede decir, es llevar un paso más allá lo que ya había tratado con mi novela anterior “Volver la vista atrás”, en la que contaba con las herramientas de la ficción la vida de una persona real. Pero en esta he querido poner en escena ese acto, el acto de invasión de una vida real para contar el acto desde ahí.


- B.M.: ¿Y esta operación es lo que tú llamas en uno de tus libros anteriores de ensayos “el arte de la distorsión”?

- J.G.V.: Nunca lo había pensado hasta ahora, pero creo que en parte el arte de la distorsión es eso. Yo creo que esta novela sufre esa especie de fenómeno de la refracción, por el que la luz entra y distorsiona la figura en base a ciertas razones físicas. En esta novela también, hay una ligera distorsión de la vida real de una mujer real que se debe a la mirada del narrador. El narrador, que soy yo, ha escogido una serie de episodios de la vida de Feliza Bursztyn, ha eliminado otros y, desde luego, los ha interpretado todos. Es una narración que puede fingir objetividad, pero que nunca la tiene.

- B.M.: Lo que has hecho es, primero, una gran labor de acarreo de materiales; luego, un montaje de éstos y, al final, has rellenado las fisuras y los huecos con imaginación.

- J.G.V.: Sí, en cierto sentido es eso. Y fíjate, me ha interesado mucho hasta qué punto mi trabajo con esta novela se ha parecido al oficio del escultor. Cosa que me da mucho gusto porque, ya en la novela anterior, en “Volver la vista atrás”, había escrito una especie de nota de autor tratando de explicar lo que había hecho, en la que recordaba que en el caso del verbo latino “fingere”, que significa fingir, su raíz etimológica significa esculpir, tallar, modelar. Y eso es lo que yo he hecho con la vida de Feliza Bursztyn, tratar de hacer una figura en mis términos y según lo que yo he querido contar. Sacar esa figura de la inmensa montaña de material que es la vida de Feliza.

01. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juan Gabriel Vásquez
- B.M.: En esa serie de ensayos breves que titulas “Viajes con un mapa en blanco” citas un concepto, creo que era de Ayala, que es el de “memoria perfeccionada”. En “Los nombres de Feliza” has hecho un gran acto de memoria y lo has perfeccionado para darle ese toque de verdad literaria con tu propia imaginación.

- J.G.V.: Sí. Me alegra mucho que recuerdes eso para aplicarlo a esto. Es verdad. Tal vez no pueda hablar en primera persona, no soy yo quien ha perfeccionado la memoria sino la novela, porque las novelas tienen su propia inteligencia, creo yo, y cuando funcionan son mucho más inteligentes que nosotros, los novelistas. Y esta novela lo que ha hecho es perfeccionar incluso la memoria de otros. Yo he acudido y explotado la memoria del último marido de Feliza Bursztyn, el hombre con el que compartió su vida durante 10 años, y la memoria de otros testigos de su vida: mujeres que la conocieron, los hijos de la generación de Feliza, y con las memorias de todos, que eran tanteos, o eran imprecisas, o eran subjetivas, o distorsionadas, he tratado de construir una interpretación coherente. De alguna manera, mi libro ha perfeccionado las memorias ajenas y eso me da mucho gusto.

- B.M.: En los agradecimientos de tu libro hay un detalle que me ha puesto sobre esta pista. Es cuando dices: “información, recuerdos, documentos que me permitieron imaginar la vida de Feliza”.

- J.G.V.: Claro.

- B.M.: Tú no has hecho un ejercicio de reconstrucción biográfico sino que, a partir de esos materiales, has imaginado la vida de Feliza Bursztyn haciendo, como dices, selección de ciertos datos, omitiendo otros, dando tu interpretación particular.

- J.G.V.: Interpretar es un verbo que me gusta mucho. Hay un pasaje de la novela en que el narrador, que soy yo, recuerda a Proust en una escena de “En busca del tiempo perdido” en la que Marcel habla con la mujer que trabaja en la casa de Françoise y dice que no le interesan los personajes de ficción porque son inventados. Él contesta: Claro, pero a un personaje real, como lo conocemos a través de los sentidos, nos resulta opaco; en cambio, a un personaje de ficción lo conocemos con el alma y, por lo tanto, lo conocemos cabalmente. Yo he querido ver si podía conocer a Feliza Bursztyn, personaje real, con el alma, es decir, con el poder del lenguaje de la novela, que todo lo ve y todo lo cuenta.02. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juan Gabriel Vásquez

- B.M.: Pero has dudado, porque en un momento dado de la novela te planteas si una vida como la de Feliza se puede aprisionar en la prosa. De hecho, la cita inicial del libro es un verso de Emily Dickinson que dice: “Me encierran en su Prosa”. ¿Te ha costado mucho encerrar en prosa una vida como la de esta mujer?

- J.G.V.: Sí, me ha costado mucho. Y además existe siempre, porque esa es la naturaleza de estos fenómenos, un grado de incertidumbre. Como diría Javier Cercas, existe siempre un “punto ciego” en el conocimiento de los otros, algo que no alcanzamos a ver y la novela tiene que aprovecharlo, e incluso a veces hacer de eso el tema. Javier, que ha leído esta novela, sostiene que es una novela del “punto ciego”.

- B.M.: Pasamos ahora a la estructura y, como diría García Márquez, a leer “con destornillador” o con la caja de herramientas. Rápidamente vemos que hay 5 capítulos pero, en cuanto al tiempo, vemos que hay no una confusión, pero sí una convivencia de 3 tiempos diferentes: el presente -que representa tu relación con Pablo-, el pasado más reciente -la relación de Feliza con Pablo-y un pasado menos reciente -en el que vemos la relación de Feliza con Larry y con Jorge Gaitán. Has mezclado los 3 tiempos y lo que más me ha impresionado son las suturas, cómo te deslizas de un tiempo a otro sin que haya brusquedad o desconcierto. Me ha parecido muy armónico, pese a la dificultad que supone hacer eso literariamente.

- J.G.V.: Construir esa estructura fue uno de los grandes esfuerzos de esta novela. Lo que hice no tiene ningún interés para el lector espontáneo, pero es en parte lo responsable de esa sensación de orden y de armonía que el lector siente.

- B.M.: El primer capítulo y el último dan una estructura circular a la novela.

- J.G.V.: Sí, además el primero y el último capítulo tienen en común el mismo tiempo, que es el de Feliza y Pablo, junto con el mío. El segundo y el cuarto tienen en común ser el tiempo pasado –el de Larry y el de Jorge Gaitán Durán- y el capítulo central los intercala. Estas opciones arquitectónicas, muy deliberadas, el único objetivo que tienen es crear para el lector esa especie de sensación de armonía y de orden, que es lo que creo que hace la novela tal y como yo la entiendo: poner un cierto orden, una cierta forma, en el caos de la experiencia humana.

- B.M.: Recuerdo otro libro tuyo que recoge unas conferencias que diste en Oxford. Una de ellas lleva por título “Contar el misterio” y en ella hablas de una técnica impresionista de narrar que parece ser que Ford Madox Ford heredó de Conrad, que consiste en narrar “hacia atrás y hacia adelante para trabajar el pasado”. No se narra de forma lineal cronológica, sino que se va dando saltos adelante-atrás. Creo que tú, en tu última novela, has hecho algo parecido.

- J.G.V.: Decía Ford que a una persona nunca la conocemos del todo inmediatamente, ni tampoco la vamos descubriendo en el orden cronológico de su vida. A una persona la conocemos hoy y nos parece un maravilloso padre de familia, pero mañana descubrimos que una vez hizo trampa en los negocios y pasado mañana descubrimos que tiene un vicio oculto… y cada descubrimiento va alimentando el retrato que nos hacemos, cada impresión que tenemos va alimentando el conocimiento completo de una persona. La técnica que planteaba Ford es que la literatura debía descubrir al mundo como nos ocurre en la vida real y no con la omnisciencia del narrador que todo lo sabe desde el primer momento.

- B.M.: Sería una forma de narrar poco armónica con la forma de vivir y de pensar de las personas. Narrar cronológicamente es una forma de forzar, de meter en un corsé lineal, lo que no lo tiene en realidad.

- J.G.V.: Claro. Y además, creo yo, es importante respetar nuestra sensación de misterio con el mundo. El mundo es interesante porque no lo conocemos todo. Porque vivir es descubrir. Conocer a una persona es descubrirla. Y a mí la literatura que más me gusta, no siempre pero con mucha frecuencia, es aquella que nos pide acompañar al lector, al autor o a la novela, en un descubrimiento. Estoy pensando en “El corazón de las tinieblas”, en “El gran Gatsby”, en estas novelas en las que la novela misma es una investigación y nos pide a los lectores que acompañemos a la novela en la investigación que hace. Los “Viajes con un mapa en blanco” es también así.03. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juan Gabriel Vásquez

- B.M.: A la hora de escribir la elección del narrador es muy importante. Para mí, el personaje principal de una novela es el narrador. ¿Tuviste muy claro que el narrador en esta ocasión ibas a ser tú, que narrador y autor iban a coincidir desde el primer momento?

- J.G.V.: No, en esta novela esa fue una de las grandes fuentes de tropiezos. Yo comencé a escribirla en tercera persona, desde el punto de vista de Feliza. Luego pasé a la tercera persona, desde el punto de vista de Pablo. Luego la primera persona, desde el punto de vista de Feliza. Fue un proceso de ensayo y error con las voces, con lo que las voces permitían. Volviendo la vista atrás, esto es algo que siempre me ha pasado, me tomó mucho tiempo descubrir que la novela no tenía que contarse con la tercera persona muy decimonónica de un narrador clásico. Distintos narradores te permiten distintas cosas. En esta novela para mí lo más importante era provocar en el lector la impresión de que no lo sabemos todo desde un principio y lo vamos descubriendo a medida que la narración avanza, porque eso es lo que se llama “contar el misterio”, que es una frase de Javier Marías. A mí me interesa esa sensación de la experiencia de los otros, de la experiencia de la vida como un misterio que hay que resolver.

- B.M.: De hecho, en esta novela se ha mantenido el misterio de por qué estaba triste la protagonista. Al final confiesas que, después de toda la investigación, no has logrado descubrir qué le provocó esa tristeza de la que según García Márquez murió.

- J.G.V.: Sí. Yo espero que el lector se dé cuenta de que la novela sí da una respuesta, pero es una respuesta que solo se puede entender con cada una de las páginas de la novela, con el libro entero. No hay una respuesta en una frase ni en un párrafo, la novela es la propia respuesta. Por eso justamente Cercas decía que esta es una novela del “punto ciego”, porque es una novela que gira alrededor de algo que nunca se llega a descubrir. Y, sin embargo, la novela sí da una pista, creo yo.

- B.M.: Pasamos a los temas del libro. Al principio, creo que en el capítulo 1, hablas de tu obsesión literaria, que es la obsesión por las fuerzas incontroladas de la historia y la política y de qué manera estas fuerzas pueden transformar nuestras vidas privadas. De alguna manera, en “Los nombres de Feliza” también has ido a buscar eso, a averiguar de qué forma las fuerzas políticas, sociales, culturales condicionaron la vida de esta mujer.

- J.G.V.: Claro, ese es uno de los casos en los que una novela reflexiona indirectamente sobre sus propios procedimientos, que es algo que me gusta mucho. Es algo que me ha interesado siempre como novelista. Desde mi primera novela, que ya tiene 21 años, “Los informantes”, lo que he hecho en todas es tratar de entender un poco mejor ese espacio, ese cruce de caminos entre las fuerzas de lo público y la vida privada de la gente. Mi gran descubrimiento con “Volver la vista atrás” y con esta última es averiguar cómo la ficción puede ayudar a iluminar ese espacio en el caso de personajes reales. El personaje real también puede ser un lugar donde las fuerzas de lo público llegan y lo destrozan del todo.

- B.M.: No sé si eres lector de Pierre Michon.

- J.G.V.: Poco, pero me gustó mucho lo poco que he leído.

- B.M.: A mí me encanta. En una entrevista que le hicieron él decía que no quería inventar personajes desde cero, que quería coger seres humanos ya existentes y desarrollarlos o completarlos imaginativamente. De hecho, en casi ninguna de sus novelas hay personajes inventados.

- J.G.V.: Es verdad. Tiene un libro que se llama “Vidas minúsculas”, ¿verdad?

- B.M.: “Vidas minúsculas” es el primero que escribió, es autobiográfico, en él cuenta su vida, desde la infancia hasta prácticamente la madurez. Posiblemente éste es el más conocido de sus libros. Todos son extraordinarios. En especial, para mí, “Rimbaud, el hijo”.

- J.G.V.: Lo buscaré.

- B.M.: Dos temas fundamentales de tu libro que me han interesado mucho son dos tipos de tensión: la tensión entre el arte y el poder, que es una tensión que vive Feliza toda su vida, y la tensión entre el arte y la convención social, otra tensión que también vive tanto con su primer marido como con su familia. Yo creo que esas dos tensiones vertebran la novela.

- J.G.V.: Sí, lo hacen. Hay una idea de la novela como lugar de exploración de esa relación entre el arte y el mundo, que siempre me ha interesado. En “Volver la vista atrás” también estaba. Yo he tratado de poner en escena algo que siempre me ha interesado en el caso de la historia colombiana y latinoamericana, pero que se aplica en todas partes, que es cómo una sociedad en convulsión, una sociedad que pasa por momentos turbios, sobre todo cuando se manifiesta de manera violenta, produce arte. Porque el arte es una forma que hemos descubierto las sociedades de ventilar preguntas, ansiedades, frustraciones, que no están encontrando respuesta en los discursos oficiales, en la dicción de la política, en las conversaciones entre nosotros en redes sociales. Cuando en un momento de convulsión los relatos oficiales no dan respuesta a nuestras inquietudes, se produce arte: se publican novelas, salen pintores, se hacen películas… es muy misterioso esto. Y yo creo que la obra de Feliza responde también a esas situaciones.

04. Bruno Montano de Trabalibros entrevista a Juan Gabriel Vásquez
- B.M.: Yo he descubierto en tu novela ese momento dorado de la cultura colombiana, que coincide con Feliza, de grandes pintores, grandes escritores. Hubo un boom cultural en tu país en ese momento.

- J.G.V.: Claro. Empieza a hacer sus obras Fernando Botero al mismo tiempo que García Márquez publica sus primeras novelas, o el gran pintor Alejandro Obregón sus primeras pinturas. Esa coincidencia es muy extraordinaria, la confluencia del talento en un momento histórico.

- B.M.: Y ahí aparecen, como dos agitadores culturales del momento, dos personajes aparentemente secundarios a Feliza. Pero yo creo que son muy importantes en su vida y en la vida de ese movimiento artístico, como son la crítica de arte Marta Traba y el poeta Jorge Gaitán Durán, fundador de la revista Mito.

- J.G.V.: La revista Mito, que tuvo muy pocos años, cambió la vida cultural de Colombia. Ahí se publicó por primera vez “El coronel no tiene quien le escriba”, publicaron ensayos Sartre y Simone de Beauvoir, gente importante. Y Marta Traba fue una figura extraordinaria en su momento; conflictiva, difícil, una agitadora cultural, pero que también revela el momento que vivió. Como voz de mujer, para Feliza se convirtió en una defensora, en una cómplice. Me da mucho gusto haber escrito una novela en la que ella tiene un papel importante.

- B.M.: Hemos citado a varios personajes de carne y hueso, pero hay otros que no lo son, importantísimos también. Me refiero a Bogotá y París. Ambas ciudades en esta novela tienen importancia de personaje.

- J.G.V.: Sí, lo de Bogotá era casi inevitable y un poco ocurrió sin que yo me diera cuenta, pero soy muy consciente de querer hacer de esta novela una vindicación de París o, para ser más franco, un ajuste de cuentas con mi París, que es el París donde conocí la historia de Feliza Bursztyn en el año 96 y ahora el París en el que la escribí. Entre esos dos momentos hay un vacío enorme y son muy distintos: en el primer momento no lo pasé bien, enfermé de una enfermedad misteriosa con la que nadie daba que en algún momento tuvo un falso pronóstico pesimista y ahora, en cambio, vivo un momento muy dulce en relación con la ciudad y su literatura, con la presencia de mis libros en París y la conversación que tienen con los lectores franceses, de manera que tratar de contar indirectamente ese bache era importante para mí.

- B.M.: Para acabar, quisiera hablar sobre la figura de Pablo Leyva, último marido de Feliza, que es tu principal informador y al que le dedicas el libro. ¿Cómo fue la relación con esta persona? ¿Le gustó lo que hiciste con su mujer en este libro? ¿Intentó dirigirte o condicionarte de alguna manera?

- J.G.V.: No, en absoluto. Hubo con él un pacto desde el principio que fue, no tanto su derecho, sino más bien mi necesidad, de que él leyera el manuscrito de mi novela antes de ser publicada para darme su opinión. Mi amiga Leila Guerriero, que es periodista, me decía: estás loco, yo nunca pido su opinión a uno de los personajes principales de mi libro, porque corro el riesgo de que lo desmonte. Pero yo sentí que lo debía hacer. Y además, la experiencia con el señor Cabrera en el libro anterior, “Volver la vista atrás”, me demostró que la lectura del manuscrito puede despertarle al protagonista memorias ocultas y enriquecer el libro, si todo sale bien. Si todo sale mal, el personaje puede decir: no me gusta el libro, no dice la verdad, y se me caen años y años de trabajo. Por fortuna, Pablo Leyva encontró que el libro contaba la verdad sobre Feliza. Es una verdad que no es fáctica, que no es biográfica, sino una verdad literaria, que es todavía más importante.

- B.M.: Él juzgó que tus intuiciones eran acertadas, que ese contacto alma con alma se produjo.

- J.G.V.: Exactamente, sí.
 
Desde Trabalibros agradecemos a Juan Gabriel Vásquez el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial Alfaguara el haber hecho posible este encuentro.

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