Jordi Llobregat es director del Festival internacional de género negro
Valencia Negra y forma parte del grupo literario El Cuaderno Rojo. También es codirector del festival Torrent Histórica y del ciclo de encuentros culturales XATS en la Fundación Bancaja, escribe la columna cultural "Atasco en la mesita de noche" en el diario Las Provincias y colabora con varios medios especializados. Ha participado en varios libros de relatos y es autor de "
El secreto de Vesalio", un exitoso thriller que combina la novela histórica con el misterio, traducido a diecinueve idiomas y vendido a más de cuarenta países.
Bruno Montano de Trabalibros se ha citado con él para hablar sobre su nueva novela "
No hay luz bajo la nieve" (editorial
Destino) en uno de los lugares donde Jordi escribió gran parte del libro, el Café Tertulia 1900 de Valencia que se encuentra en el Carrer de Dalt.
-
Bruno Montano, Trabalibros (B.M.):
Alex Serra, la subinspectora de policía nacional y protagonista principal de tu novela, es una mujer valiente, solitaria, dura de pelar, perspicaz y con una capacidad fuera de lo común para visualizar lo ocurrido en los escenarios del crimen, pero vive atormentada por la ansiedad y el sentimiento de culpa. Su drama interno la humaniza de una forma muy contemporánea. Pero, curiosamente, no tiene problemas con el alcohol. ¿Has huido del cliché clásico del investigador?
- Jordi Llobregat (J.LL.): Intento escapar de todo cliché clásico siempre que puedo o soy capaz. El protagonista de un thriller debe sufrir un conflicto interno de suficiente calado e interés para el lector. Los personajes completamente felices, en general, no nos interesan. Sin embargo, no es necesario que la problemática interior del personaje y sus consecuencias sean lo de siempre. Intento trabajar con puntos de vista diferentes. Ya hay demasiados investigadores alcohólicos en la literatura, quizás más que existencias de whisky en el planeta.
- B.M.: Juegas con diferentes planos temporales, usas la técnica del
flashback en el desconcertante inicio de la novela y también introduces un diario histórico que va de 1940 a 1962 y que funciona como una novela dentro de la novela. ¿De qué manera crees que dinamiza la trama este uso de los tiempos?
- J.LL.: Sin duda, los cambios de trama favorecen el ritmo de la novela y la creación del suspense. No obstante, el uso de varios planos temporales es muy delicado. El equilibrio es fundamental y debe cumplir un axioma: el lector no debe extraviarse en ningún momento. La novela está construida sobre una estructura compleja donde van superponiéndose las diferentes tramas, sin embargo, el lector no llega a advertirlo porque la lectura es fácil y todo terminan confluyendo y encajando en su lugar. En el fondo, las cosas más sencillas guardan en su interior la mayor de las complejidades.
- B.M.: A Alex Serra le encantaban de pequeña los estereogramas, esos juegos en los que, según ella, “es necesario desenfocar la vista para captar las distintas perspectivas de la imagen”. ¿Podríamos decir que la estructura de tu novela es estereográfica?
- J.LL.: Si, ja, ja, ja, es bastante acertado. ¿Sabes? En esos juegos yo soy especialmente torpe y, por ello mismo, siempre me han fascinado. Me gusta pensar que mis novelas son un poco así. Es muy posible que en el futuro profundice en esa cualidad.
- B.M.: Aparece en la novela una foto antigua de importancia capital en el desarrollo de la trama y que tiene que ver con la manera en que a veces una pequeña imagen contiene de forma potencial y condensada una gran historia. Sé que el disparador, el germen de “
No hay luz bajo la nieve”, fue una foto antigua que viste por casualidad y que reflejaba a unos seminaristas de principios del siglo XX en diferentes actitudes. Coméntanos algo de esta foto.
- J.LL.: Me gustan mucho los retratos antiguos. Las personas que suelen aparecer en esas fotografías miran con firmeza hacia la cámara, poseen una belleza antigua…, todavía desconocen qué les deparará el futuro mientras que yo ya sé que están muertas. Me produce una sensación contradictoria y muy sugerente.
La imagen a la que te refieres se trata de una fotografía tomada en 1920 de un grupo de estudiantes de un seminario. Sus expresiones de vanidad, envidia, temor y violencia contenida me impactaron y sedujeron. Quería estar allí con ellos, para saber qué ocurría en aquel grupo porque, fuera lo que fuera, estaba seguro que era muy interesante. Me marché de allí en dirección a las montañas del Pirineo con aquella imagen dando vueltas en mi cabeza. Fue el inicio de todo.
- B.M.: Me ha gustado especialmente el personaje de Beatrice: inteligente, culta, delicada pero fuerte, misteriosa y aquejada de porfiria, enfermedad que no le permite tomar el sol y que la condena a vivir en la penumbra. Es un personaje fascinante y con un gran potencial literario, ¿no crees?
- J.LL.: Estoy de acuerdo. Beatrice es un personaje que me fascina. A tal punto que tengo un montón de material al respecto pues desarrollé multitud de tramas a su alrededor desde varios puntos de vista. Historias cuyo eje principal era Beatrice pero que, finalmente, no han aparecido en la novela. Es un personaje poliédrico, lleno de aristas. En ocasiones, incluso, he llegado a soñar con ella.
- B.M.: “No hay luz bajo la nieve” es una novela con diferentes niveles de lectura, uno digamos básico y otro más avanzado. En el segundo disfrutamos con referencias y guiños a Dante –“Divina Comedia”, “Vita nuova”- al “Libro de Enoch”, a la música de Tchaikovsky, a la botánica, a las leyendas clásicas que hablan de la creación de los Pirineos… ¿Has querido ampliar con esto el espectro lector de tu novela?
- J.LL.: La verdad es que me apasiona proponerle juegos al lector, guiños de todo tipo, referencias históricas, literarias, musicales, audiovisuales, pictóricas…, cualquier cosa que me haya influido y que me haya maravillado y que, obviamente, tenga sentido dentro de la narración. La novela puede leerse y disfrutarse sin tener en cuenta todo esto, ojo, simplemente, enriquece la lectura y es una forma de crear una relación más íntima con el lector.
- B.M.: Creo que es un acierto haber ambientado parte de la trama en una “colonia industrial”, esos complejos fabriles y residenciales, hijos del capitalismo paternalista de la segunda mitad del siglo XIX, en los que se trabajaba y vivía, sometidos a una disciplina casi cuartelaria. ¿Qué te fascinó de estas fábricas-pueblo y por qué decidiste incluirlas en tu trama?
- J.LL.: Siempre me ha parecido interesante dar a conocer, a través de las historias que escribo, espacios, personajes o cualquier otra cosa que resulta poco o nada conocido. Supongo que lo hago porque a mi mismo me agrada descubrir y aprender cosas nuevas como lector. En este sentido, las colonias industriales resultan muy atractivas por el gran desconocimiento que hay de su existencia en prácticamente todo el país y también porque su propia historia es fascinante, se trata de un entorno enormemente peculiar donde los conflictos y todos y cada uno de los aspectos de la condición humana tuvieron lugar.
- B.M.: De una forma creativa pero verosímil, vinculas la Colonia Industrial Dalmau con el éxodo de judíos y demás perseguidos por los nazis, que cruzaron los Pirineos durante la Segunda Guerra Mundial huyendo del Holocausto. Algunas de estas personas desaparecían en las montañas sin dejar rastro. ¿Qué sabemos a ciencia cierta de estas desapariciones y cómo se te ocurrió asociarlas a las colonias industriales del norte de Cataluña?
- J.LL.: Leí un viejo artículo que indagaba en las desapariciones de judíos en las montañas y encontré algunas entrevistas de guías que explicaban que se habían dado casos de asesinatos en medio de la montaña por algún guía desaprensivo. Eran casos muy aislados pero, me estimuló la imaginación. Los judíos que huían de los nazis eran personas con pocos recursos, que nadie o casi nadie iba a echar de menos. Si todo esto se unía al hecho que la Colonia Dalmau necesitaba mano de obra muy barata…, bueno, la relación caía por su propio peso. Resulta tan verosímil que he tenido que aclarar en varias presentaciones que se trata de ficción.
- B.M.: Me parece muy interesante también la inclusión en la historia de un seminario religioso de montaña, un micromundo comunitario y teocrático en el que pueden florecer algunas virtudes y numerosos vicios. ¿Qué crees que aporta este elemento a la historia?
- J.LL.: Como tu bien dices, los entornos de este tipo son proclives a la, digamos, oscuridad. Creo que su inclusión en la historia proyecta esa negrura al resto de la novela, como una gran sombra. Se trata también de un homenaje a una de las grandes novelas del siglo XX como todo lector descubrirá con facilidad.
- B.M.: “El secreto de Vesalio” era una novela urbana. Barcelona era una protagonista fundamental de la historia. Tu nueva novela se desarrolla completamente en las montañas y, además, en las montañas más imponentes de España. Da la impresión de que lo importante no era la ubicación geográfica exacta de la trama, sino que ésta transcurriera en una gran montaña. ¿Qué significa simbólicamente la montaña en tu narración?
- J.LL.: Tu impresión es totalmente acertada. No me importaba la ubicación exacta, a tal punto que la definí definitivamente pocas semanas antes de entregar el manuscrito. Lo importante para mi es la montaña en sí misma y todo lo que significa: belleza, grandiosidad, misterio, silencio, crueldad, frío, miedo, adversidad, vida…
En la novela, la montaña cumple una doble función, es tanto un escenario donde transcurren las tramas como un personaje más que interactúa con el resto de personajes, determina sus estados de ánimo, les pone en peligro, se comunica con ellos… En general, aporta una dimensión más metafórica y compleja que un simple entorno carente de ese dinamismo.
- B.M.: Hablando de símbolos, echas mano también de otros elementos simbólicos, como por ejemplo el lobo -que aparece constantemente-, la nieve -que no sólo titula la novela, sino que hace referencia también al silencio y a la oscuridad-, las mariposas isabelinas -que son la prueba de que en la oscuridad puede haber belleza- o las grandes tormentas. ¿Crees que estos elementos contribuyen a darle un cierto toque épico a tu novela?
- J.LL.: No sé si diría “épico” pero, sin duda, son elementos simbólicos que tienen un peso relevante en la novela. De algún modo, complementan la parte sustancial de la novela, le dan coherencia y mayor profundidad de significado. También es una forma de que participe el lector con su propia interpretación de acuerdo a sus conocimientos y sus experiencias. Me gustan los símbolos (y volvemos de nuevo con ello) porque permiten varias lecturas.
- B.M.: El pecado y sus consecuencias y la venganza como forma de justicia alegal son importantes temas de reflexión a los que invita tu novela. En una sociedad española cada vez más agnóstica, atea y anticlerical, ¿nos sigue fascinando lo religioso y sus connotaciones psicológicas profundas?
- J.LL.: Sin duda, lo religioso y todo lo que conlleva tiene un intenso poder de atracción. Hay que tener presente que por muy agnóstico, ateo y anticlerical que se quiera ser, en España el peso de la educación, cultura y tradición judeocristiana es descomunal. Son muchos siglos de control e influencia. Vivimos con la vana ilusión de que somos libres pero, la realidad no es así y nuestros actos lo demuestran cada día. La culpa y los remordimientos son sentimientos profundamente arraigados en nuestra psique y determinan nuestras actitudes y acciones en la mayoría de ocasiones.
Por otro lado, el concepto de venganza resulta muy humano. La justicia no deja de ser una venganza institucionalizada, es un contrato social asumido por todos. Sin embargo, cruzar la línea de aplicar tu propia justicia, es decir, vengarse, es más fácil de lo que parece. Solo tenemos que vernos en una situación determinada.
- B.M.: Los siete pecados capitales titulan cada una de las siete partes en las que se divide el libro. Dentro de estas partes dedicas un capítulo a la avaricia, cuatro a la cobardía, siete a la envidia, once a la ira, doce a la gula, diecisiete a la soberbia y veintisiete a la lujuria. ¿Por qué esta atención especial a la lujuria? ¿Lo exigía la trama o es un pecado que te preocupa especialmente?
- J.LL.: El número de capítulos no tiene relación con la importancia del pecado en cuestión. Algunas exigencias de la trama provocan un mayor o menor contenido en cada parte, simplemente. Dicho esto, la lujuria es uno de mis pecados favoritos, quizás junto a la gula, del que me confieso pecador. Dante consideraba a alguien lujurioso cuando amaba a otra persona por encima de Dios. ¿Quién no ha amado así alguna vez?
Desde
Trabalibros agradecemos a
Jordi Llobregat el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables del
Café Tertulia 1900 de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación.