La periodista madrileña
Nativel Preciado ha trabajado en numerosos medios de prensa, radio y televisión, y fue cronista parlamentaria durante la Transición. Ha recibido multitud de premios, como el Francisco Cerecedo en 1989, el Víctor de la Serna y el Pluma de Plata en 2000, el Premio de Honor de la Asociación de la Prensa en reconocimiento a los méritos de toda su vida profesional en 2018 y el Premio Internacional de Periodismo Manuel Alcántara a toda su trayectoria en 2019.
Es autora de numerosos ensayos ("El sentir de las mujeres", "Amigos íntimos", "Fuera de campo", "Nadie pudo con ellos", "Hagamos memoria"...) y de novelas entre las que destacan "El egoísta" (finalista del Premio Planeta 1996), "Bodas de plata", "Camino de hierro" (Premio Primavera de Novela 2007), "Llegó el tiempo de las cerezas" y "Canta solo para mí" (Premio de Novela Fernando Lara 2014).
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de entrevistarle con motivo de la publicación de la última de sus novelas titulada "
El Nobel y la corista", una historia "de personajes que vivieron con desenfreno la Belle Époque. Años dorados en los que las jóvenes fumaban, recortaban sus faldas, conducían deportivos, bailaban charlestón y soñaban con prescindir de la protección masculina" donde el físico alemán
Albert Einstein juega un papel fundamental (editorial Espasa).
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Bruno Montano (B.M.): Esta es la historia de cuatro mujeres de cuatro generaciones diferentes, pertenecientes a la misma familia, con un denominador común: que los hombres han desertado de sus vidas. ¿Esto, desgraciadamente, ha sido así a lo largo de la historia?
- Nativel Preciado (N.P.): Sí. Y no solamente les ha pasado a las mujeres emblemáticas, a las que se liberan o a las feministas. Las mujeres corrientes, como las mujeres de los pescadores o de los guerreros, han tenido que criar y vivir solas con sus hijos para salir adelante. A lo largo de la historia las mujeres han tenido ese estigma: tener que vivir luchando solas frente a su entorno pero, sin embargo, cuando los hombres aparecían era como si ellas no hubieran hecho nada por sí mismas. Ese es un denominador común a las mujeres en general, que tiene una parte mala pero también una parte buena, en el sentido de que ellas luchaban por su familia cuando ellos no estaban pero, cuando volvían, podían negarse a que el hombre tratara de someterlas o evitar que se marcaran unos puntos que no se merecía.
- B.M.: Esta historia la has contado de una forma muy curiosa. Divides el libro en tres partes. La primera y la tercera transcurre en el Madrid actual y en ellas se desarrolla la trama principal; la segunda presenta una subtrama importante en forma de diario que, de alguna manera, alimenta a la trama principal y que se desarrolla en el Madrid de principios del siglo XX.
- N.P.: La técnica ha sido muy compleja. Al principio yo tenía un caos de novela, a causa de investigar e interesarme tanto por los detalles en torno al personaje fundamental, que es un personaje real. La parte de creación literaria del libro es la historia de la saga de las Denís, esas mujeres cuyos hombres han desertado de sus vidas, pero para escribir la parte donde hablo sobre Einstein tenía tanta documentación, incluso de su descendencia (viven cinco de sus bisnietos...) Me ha llevado tanto tiempo que la novela era muy caótica, estaba tan apasionada con la historia, quería contar tantas cosas que era un poco caos. Me di cuenta de que lo primero que tenía que conseguir era que el lector entendiera lo que yo le quería contar, era necesario racionalizarlo, organizarlo y hacérselo fácil al lector. Y lo organicé tanto que, al final, pensé que el mejor modo era escribir las historias en nombre de cada personaje en capítulos correlativos. No es que cada uno cuenta la misma historia, cada uno cuenta una parte de la historia. Y ahí resulta fundamental el diario de Margot Denís porque todos los personajes de la novela -los actuales, los de los años veinte, la biznieta de Margot- giran en torno a Einstein.
- B.M.: De hecho, incluso formalmente lo has colocado en el centro de la novela.
- N.P.: Todos bailan en torno a Einstein, está en el centro por eso, efectivamente.
- B.M.: También es muy curioso que, aunque narras en primera persona, no hay un solo narrador, sino una especie de coro de narradores que componen por partes toda la historia.
- N.P.: Sí. No solamente Margot Denís gira en torno a Einstein, todos lo hacen. En la escena del Palace con esa música maravillosa donde todo es tan idílico no es solamente ella la que baila; ella lo hace físicamente con él, pero todos los personajes están bailando con Einstein.
- B.M.: Yo ya conocía las andanzas sexuales de Alfonso XIII, pero me ha chocado encontrármelo en este libro. ¿Lo has colocado ahí para despistar al lector, para crear incertidumbre sobre la paternidad de una de las protagonistas?
- N.P.: Para que la intriga sea interesante es importante despistar al lector, evidentemente. Alfonso XIII aparece en primer lugar porque la trama se desarrolla en su época y porque Einstein viene a España en el año 23, cuando él está reinando, aunque de mala manera, porque se ocupa más de él mismo que del reino. Se ocupa de lo que a él le gusta: la caza, las mujeres y los coches, sus tres pasiones; lo demás no existe. Aparece, quizás más de lo debido, no solamente para despistar o inducir a averiguar la intriga de la novela, fundamentalmente aparece porque es uno de los que recibe a Albert Einstein, le hace homenajes, y también porque el personaje de Margot está directamente relacionado con Alfonso XIII. Al rey, que le encantan las coristas como a cualquier tipo de la época, va a ver las funciones en las que ella trabaja y se encapricha con Margot, la invita a una recepción en casa de los marqueses de Villavieja y he aquí que el rey no asiste, pero va Albert Einstein que es el homenajeado. Y ahí es donde empieza la trama amorosa, la historia que no se sabe si sucedió o no en realidad. Ahí empieza el baile de Margot con Albert Einstein: el Nobel y la corista.
- B.M.: No sé si conoces un libro de un historiador de la economía italiano, Cipolla, que se titula "
Allegro ma non troppo".
- N.P.: Claro que sí, es la historia de la estupidez [Risas].
- B.M.: Habla de las cinco leyes de la estupidez humana y la segunda dice que, independientemente de la condición social, intelectual y sexual de las personas, se puede ser estúpido. Cipolla dice que incluso un premio Nobel puede ser estúpido. En tu libro juegas un poco con esa idea, incluso pones en el mismo plato de la balanza a
Einstein y a
Stephen Hawking y hablas de que la alta capacidad intelectual no les exime de ser emocionalmente estúpidos.
- N.P.: Emocionalmente torpes. Hawking lo era. Yo le entrevisté, cuando le dieron el premio Príncipe de Asturias tuve la suerte de entrevistarle, él iba con la enfermera que empujaba su carrito y quien hacía de intérprete era su mujer Jane, la madre de sus hijos, que es una hispanista muy reputada que sabe hablar español perfectamente, sabe de literatura española y es una extraordinaria mujer. Y yo me quedé muy impactada porque yo vi tensiones tremendas entre él y su mujer, le trataba con un poco de hartura, estando además la enfermera allí. Al poco tiempo, Hawking se casa con la enfermera, deja a la que era la madre de sus hijos y, desgraciadamente, la enfermera le maltrata, como es sabido. Y él vuelve en lo que son los últimos días de su vida con Jane, que se ocupa y se apiada de él. O sea, que tenemos esa tentación del abismo, es posible ser idiota aunque por otra parte se sea muy inteligente. Cipolla tiene mucha razón.
- B.M.: Hay una frase muy interesante que citas dos veces, una en mitad de la trama y la otra en los agradecimientos. Creo que esta frase procede directamente del diario real de Einstein que consultaste pare escribir el libro y dice: "La lección de la historia es que la mitad superior del cuerpo humano piensa y planea mientras que la mitad inferior determina nuestro destino". De alguna manera, el destino de estos personajes está más determinado por sus gónadas que por su inteligencia.
- N.P.: Sí, pero yo siempre digo otra frase que acompaña muy bien a ésa y que pongo en boca de una de las mujeres protagonistas que dice: "Detesto a los hombres que siguen llevando un orangután dentro", o un chimpancé, ahora no recuerdo muy bien. ¿Por qué los hombres llevan un chimpancé y las mujeres no? Quizás porque hemos tenido que ocuparnos de muchas más cosas que los hombres, en el sentido de que los hombres se han ocupado de ellos mismos y de la parte de cintura para abajo, mientras que nosotras hemos tenido que hacer muchas más cosas y hemos perdido ese sello de los primates, que sólo se ocupan de su supervivencia y de procrear o de divertirse.
- B.M.: Hay una cosa que, aunque no forma parte del eje temático principal, me ha interesado mucho y me ha llamado la atención. Una de las protagonistas tiene más de sesenta años y se enamora de un hombre bastante más joven que ella y yo he querido ver ahí una especie de reivindicación del amor maduro, de su posibilidad y su idoneidad. Por eso he pensado que no es casual que este personaje a lo largo del libro esté leyendo "
En brazos de la mujer madura" de
Vizinczey.
- N.P.: Sí, pero fíjate que curioso, Einstein se casó dos veces y las dos veces lo hizo con mujeres mayores que él, Mileva y Elsa. Las dos eran mujeres muy inteligentes, sobre todo Mileva, que era muy inteligente, muy capaz, muy fuerte, con mucho carácter. Aunque luego les gustaba hacer el papel de sumisas, pero eran mujeres extraordinarias y mayores que él. Me producía curiosidad el motivo, aunque luego, en su vida cotidiana, le daba igual que fueran mayores, jóvenes, coristas... Incluso dicen que se enamoró de la hija de Elsa. La madurez es sinónimo de sabiduría, de protección, de comodidad, de algo confortable, y dando rienda suelta a la tentación psicoanalítica que tenemos todos podríamos pensar que Einstein tuvo una madre que le marcó de una manera muy fuerte. Su madre, Pauline, era una pianista muy reputada y marcó su vida, influyó mucho en él. Él adoraba a su madre, que es la que le enseñó a tocar el violín; adoraba el violín y decía que, en realidad, lo que le hubiera gustado ser es un gran músico.
- B.M.: En una entrevista no hace mucho declarabas que el paso del tiempo es una idea obsesiva para ti. También lo es para
Jimena Denís que cita en el libro a
Bergman y dice que "envejecer es como escalar una gran montaña que mientras se sube, las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre y la vista más amplia y serena".
- N.P.: Sí, esa es una cita de Bergman. Cuando eres joven te crees eterno, crees que el tiempo no pasa y te da igual. Además siempre estás pensando en que llegue el verano, las vacaciones, el fin de semana... Siempre estás quemando etapas porque no importa quemarlas, tienes la sensación de que el tiempo es eterno, infinito, no hay conciencia de la finitud de la vida. Cuando empieza la edad madura ya no, ya quieres retenerlo todo, tratar de aprovechar el tiempo. Cuando llegas a una edad determinada, da igual que sean los cuarenta de antes que los cincuenta de ahora, el problema es que ya eres consciente de lo que te queda. Y te aceleras, el tiempo pasa muy deprisa y hay un cambio de actitud que yo creo que es lo que nos marca la vida, esa conciencia de la finitud frente a la inconsciencia total de creer que esto es para siempre.
- B.M.: La frase con la que finaliza el libro es "la imaginación tiene un poder infinito". Y yo he aprovechado una frase de un personaje de tu libro, el
Doctor Rosenberg, para preguntarte: ¿Los fantasmas creados por la imaginación son más difíciles de matar que la realidad? ¿Tan poderosa es la imaginación?
- N.P.: Yo creo que la imaginación, como los sueños, forman parte de la realidad. Los sueños forman parte de mi vida cotidiana, de mi físico, de mi cerebro, del momento de mi vida que ocupa más espacio. Y la imaginación es una proyección de nuestro cerebro, de nuestra vida. Claro que tiene fuerza. El poder de la imaginación es infinito, a veces se pueden curar cosas a través de lo que puedes imaginar. Y hay utopías que se realizan, aunque parezcan imposibles. Yo le atribuyo un poder infinito a nuestra imaginación, dentro de nuestras limitadas capacidades.
- B.M.: He leído un artículo de
Manuel Vicent que te describe de una manera, a mi modo de entender, acertadísima. Dice: "
Nativel Preciado todavía conserva ese punto medio que tenía cuando la vi por primera vez. Ha cometido locuras llenas de sensatez" (Joaquín Sabina te define como una "sensata de remate"), "ha provocado a muchos de sus compañeros con su naturalidad, ha ejercido la inteligencia sin darle importancia, ha hecho siempre lo que le ha dado la gana y pareciendo sumisa, ha sido una libertaria". Y en tu página web afirmas: "El equilibrio es una utopía, me he pasado la vida luchando por alcanzarlo".
- N.P.: Y no lo he conseguido. Hay que caminar hacia eso, pero nunca lo consigues. Lo que dice sobre mí Vicent es muy bonito, es precioso. Ha escrito una columna maravillosa sobre "El Nobel y la corista", que se llama "La corista". Nos conocemos desde hace muchos años, hemos coincidido varias veces profesionalmente y cuando yo empecé a escribir, en el periódico estaba él. Como yo le admiro tanto él, de vez en cuando, me regala una flor maravillosa como esta. Y la columna es preciosa.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Nativel Preciado el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Del mismo modo, agradecemos a la editorial
Espasa el haber hecho posible este encuentro.