El escritor gaditano
Daniel Fopiani obtuvo el Premio Valencia Nova de Narrativa con la novela "
La Carcoma" y cuenta en su haber con otros galardones literarios. Es sargento de Infantería de Marina y ha participado en varias misiones de paz en el extranjero. Escribe activamente para la revista Zenda, ha formado parte de varias antologías de relatos, ha colaborado como columnista en varios periódicos de la provincia de Cádiz y durante más de cinco años ha sido director de la revista literaria RSC.
Bruno Montano de
Trabalibros ha tenido la oportunidad de conversar con él sobre su nuevo libro, una novela negra titulada "
La melodía de la oscuridad", "un apasionante thriller cargado de audacia, emoción y profundidad psicológica. Una novela que, como si de una oscura melodía se tratara, obliga al lector a contener la respiración mientras se dirige hacia un deslumbrante y conmovedor final" (editorial
Espasa).
-
Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): Tu anterior novela, "La carcoma", transcurre en Cádiz. La última, "
La melodía de la oscuridad", también. ¿Estás tratando de reivindicar Cádiz como ciudad negra, ciudad en la que se puede dar el mal y puede estar habitada por monstruos?
- Daniel Fopiani (D.F.): Sí, yo siempre digo que conocemos a la ciudad de Cádiz por los chiringuitos, el carnaval y por la alegría y el cachondeo que siempre hay allí, lo cual es cierto, pero yo me he criado en Cádiz, vengo de una familia humilde y también he visto otras cosas menos conocidas de Cádiz. Por ejemplo, hay mucho paro y mucha pobreza y, al fin y al cabo, yo creo que todo eso también se ve reflejado en la novela. Además de eso, Cádiz acaba de ser catalogada por el New York Times como una de las ciudades más bonitas del mundo. Si uno se da un paseo por el casco antiguo gaditano verá que ahí las historias se escriben solas. Hablamos de una ciudad con más de tres mil años de antigüedad y yo la veo como un marco muy adecuado para hacer novela negra.
- B.M.: La "tacita de plata" puede albergar un poso de podredumbre.
- D.F.: Claro que sí [risas]. Aunque nos lo pasemos bien y tengamos una filosofía de vida con la que somos felices, Cádiz es más que eso.
- B.M.: Algo parecido pasó aquí en Valencia. El grupo de escritores que organiza el Festival de literatura policíaca Valencia Negra también quiere reivindicar esto, de hecho algunos de ellos escriben
novela negra y la ambientan en Valencia. Pretenden de algún modo dar consistencia a la novela negra mediterránea en general, sumando la ciudad de Valencia a la Atenas de Markaris, la Sicilia de Camillieri y la Barcelona de Vázquez Montalbán.
- D.F.: También Pérez Gellida hizo esto con Valladolid de alguna manera y Claudio Cerdán hizo lo mismo con Alicante... Cada uno parece ser que tira para su tierra.
- B.M.: Evidentemente "
La melodía de la oscuridad" es una novela negra, una novela policial o criminal, un thriller... pero en esta novela yo he observado que el peso de los dramas personales se equilibra con el peso de la trama negra. El drama existencial de los tres protagonistas principales está muy desarrollado.
- D.F.: Eso es porque realmente la idea original de "La melodía de la oscuridad" no era escribir una novela negra. Era contar la historia de una persona invidente. El resultado final es que la profundidad de los personajes es notable, todo el mundo me lo dice. Además yo creo que en esta novela los personajes son más profundos que en "La carcoma" y este era uno de los retos que yo me planteé a la hora de escribirla. Fíjate que Claudio Cerdán escribió sobre "La melodía de la oscuridad": "Fopiani ha creado a uno de los personajes más potentes de los últimos años" y yo no sé a quién se refiere. Intuyo que se refiere a Adrián, el invidente, pero a mí hay personajes que me gustan mucho como es Alceo -que es el malo-, Patricia -la cuidadora de Adrián- e incluso el perro, con el que me lo he pasado de maravilla al escribirlo.
- B.M.: De hecho hay algunos flujos interiores de conciencia del perro, en los que se narra lo que el can observa.
- D.F.: Sí, diálogos internos desde los que se ofrece la perspectiva del animal. El premio que me dieron por "La carcoma" me dio seguridad en mí mismo y aposté por romper un poco las reglas, darle una oportunidad a mi propia voz y hacer cosas un poco diferentes, que al fin y al cabo llamen la atención o marquen la diferencia entre un escritor y otro. Me gustaría que cualquiera que se lleve una de mis novelas y la lea sin saber que es mía pueda reconocer mi estilo.
- B.M.: Yo incluso diría que los personajes secundarios también están bien retratados. Como Inés, que es la segunda víctima, a la que simplemente le dedicas un capítulo pero queda bien dibujada con cuatro pinceladas.
- D.F.: Sí, como he dicho me gusta alejarme de los clichés. Aunque sea un personaje secundario que sé que no va a volver a aparecer, sí que me preocupo por contar un poco su vida. Hay otro capítulo en el que aparece también una fotógrafa forense a la que le dedico 3 o 4 páginas de la novela y es un personaje muy secundario. Pero al fin y al cabo es una manera diferente de hacer literatura, los personajes secundarios siempre aparecen como siluetas dibujadas y a mí eso no me gusta.
- B.M.: Por cierto, si existiera de verdad el blog de esa fotógrafa tendría un éxito brutal, aunque dudo que fuera legal.
- D.F.: La verdad es que sí, yo también lo pensé. A mí me pareció una buena idea, desde luego.
- B.M.: Vivimos bajo la dictadura de lo visual y tú has tenido que desarrollar un personaje
ciego. Por lo tanto, tiene que potenciar sus percepciones a través de los otros sentidos. ¿Ha constituido para ti un reto importante hablar desde el punto de vista de un
invidente?
- D.F.: Cuando me puse delante del papel me di cuenta de que yo eso no lo podía hacer así de fácil. Me acerqué a asociaciones como la ONCE, en la cual tuvieron la generosidad de darme su testimonio y de estar abiertos a que yo les hiciera preguntas un par de voluntarios. La mayoría de detalles o de cosas curiosas que vemos en la novela sobre el mundo de la invidencia las aprendí ahí. Cuando terminé la novela la leyó una compañera escritora que además es invidente y me dio la enhorabuena por lo bien que ella consideraba que me metía en la piel de una persona invidente, el modo en que expreso cuáles son las complicaciones que tiene tanto ver como dejar de ver. Eso me ha dado un poco de seguridad, me quedo más tranquilo. Y dos o tres personas invidentes que escucharon el audiolibro también me dijeron que les parecía que estaba bien tratado.
- B.M.: Otra cosa que salta a la vista desde el primer capítulo es el ritmo trepidante. Incluso hay capítulos de una sola frase, como el veintiseis. El ritmo es vertiginoso, la novela transcurre en 6 o 7 días y está minutada.
- D.F.: Ese es un detalle en la que muy poca gente se fija, todo eso evidentemente está hecho de forma consciente. Ahora mismo vivimos en una actualidad en la que vemos las noticias desde el móvil, leemos los titulares y si vemos un artículo que ocupa más de 500 palabras ya nos parece largo. Yo agradezco mucho cuando me encuentro este tipo de novelas, que son muy directas, cercanas, que no se paran en adornos y que van al grano, que no pare el ritmo y que mantenga al lector siempre en tensión. Y este es el resultado que he obtenido, todo el mundo me dice que no da descanso.
- B.M.:
Minusvalía,
inmigración,
marginalidad... Todos estos temas son propuestas de reflexión que nos haces tú en esta novela. Yo pienso que la novela negra actual, un género que en este momento goza de gran éxito, se está convirtiendo en una novela social a través de la cual denunciar la realidad. ¿Tú qué opinas?
- D.F.: Yo considero que la novela negra siempre ha tenido esa doble vertiente. Creo que es una herramienta fantástica para hablar y para hacer reflexionar sobre la actualidad que nos rodea. Mi trabajo tiene que ver con la inmigración y este es un tema que yo meto en la novela; hablo de la inmigración rumana y su vinculación con las armas de fuego, etc... Es un tema que conozco gracias a mi trabajo, al fin y al cabo.
- B.M.: Algo que destaca en "
La melodía de la oscuridad" es la violencia extrema que se da en determinadas situaciones. Curiosamente, a lo largo de esta novela aparecen dos sillas de tortura en dos secuencias diferentes y he relacionado este hecho con un corto que guionizaste titulado "El conductor", en el que también aparece una silla de tortura. ¿Es una especie de fijación tuya, algún tipo de icono de la crueldad?
- D.F.: Pues es una reflexión a la que yo todavía no había llegado. Lo he hecho de manera inconsciente y te has dado cuenta tú antes que yo. No lo sé, podría ser... En todo caso no eres el primero que me dice que en el libro hay escenas muy violentas e impactantes y esto es algo que ya me está empezando a preocupar, porque yo creo que en la novela aparece la sangre justa y necesaria, la que tiene que haber. Me gusta ser honesto con el lector y cuando yo me imagino un crimen cometido por una mente psicótica lo hago de esa manera, no voy a disfrazar la realidad ni a limpiar la escena del crimen para presentársela al lector. Pero esto es algo que está llamando bastante la atención.
- B.M.: A mí personalmente me gusta, aunque hay cierto tipo de lector con un estómago más débil al que le puede incomodar.
- D.F.: Sí, a mí incluso me han dicho que se han saltado algunos párrafos porque no podían seguir leyéndolos. Eso en el fondo me alegra: si estoy consiguiendo que el lector se vea afectado por esa escena creo que algo estoy haciendo bien, eso es precisamente lo que voy persiguiendo.
- B.M.: En eso tienes cierta similitud con
Jo Nesbø, que también escribe un tipo de novela negra bastante dura.
- D.F.: Puede ser, o incluso a Pérez Gellida. Al fin y al cabo lo que pretendo es contar la realidad como yo me la imagino. El lector de novela negra también tiene que saber a lo que se enfrenta. "La carcoma" era un thriller psicológico muy light, no había nada de sangre, y en "La melodía de la oscuridad" decidí cambiar un poco esto.
- B.M.: ¿Pues sabes lo que realmente me ha aterrado a mí? La última frase de un capítulo, en el que encuentran el cadáver de la segunda víctima. Una pareja de estudiantes observan un cadáver colgando de un árbol y les parece la cosa más normal del mundo, se van a comprar ropa y al final describes cómo una mosca aparece revoloteando alrededor de los pies de la víctima. Ese toque final me ha producido un escalofrío mayor que las escenas de
violencia extrema. Me parece terrorífica esa indiferencia.
- D.F.: Sí, pero eso viene en realidad de una anécdota que yo viví. Estaba en la playa y desgraciadamente a un hombre de unos cincuenta o sesenta años le dio un infarto. Recuerdo que toda la playa se congregó a su alrededor por el morbo de ver qué estaba pasando. El hombre falleció, se llevaron el cadáver, la gente deshizo el corrillo y yo vi cómo los niños seguían jugando a la pelota, una pareja cercana se comía un bocadillo de tortilla... Me sorprendió mucho que acabara de morir una persona delante de todos nosotros y que la gente siguiera con su vida normal. De alguna manera quise meter esa anécdota en la novela, dar a entender que la muerte de un desconocido nos marca pero nos recuperamos pronto. Y sobre la última escena al fin y al cabo es un plano, me gusta mucho el cine.
- B.M.: Otra cosa que me llama la atención es que, al contrario de lo que ocurre en las escenas de violencia, las pocas escenas de sexo que aparecen son muy
lights y esto es algo que tampoco suele ser costumbre en este tipo de novelas.
- D.F.: Eso va a cambiar, estoy con otro proyecto y las escenas de sexo son más fuertes [risas]. La verdad es que durante la escritura de esta novela no me planteé ninguna escena de sexo porque no la consideré necesaria y tampoco me arrepiento, no las echo de menos en este libro. Si hubiera metido escenas de sexo creo que todos veríamos con peores ojos a Patricia.
- B.M.: El motor narrativo que a mí más me ha interesado es el de la
culpa/
expiación. Esto es algo atávico, muy primitivo en el hombre. Los griegos codificaron este proceso en el
mito de Heracles. El curso que sigue esta secuencia en la mente de Alceo creo que es lo más interesante de la novela.
- D.F.: De hecho, a mí Alceo es uno de los personajes que más me gustan. Todo esto viene por la leyenda que comentas de Hércules, que mató a su familia y me llamó mucho la atención el castigo que recibió, en forma de doce trabajos para expiar su culpa. Me pareció muy buena idea para una novela hacer que el personaje crea que el único método que tiene para encontrar el perdón es haciendo los mismos doce trabajos que hizo el héroe de la leyenda. Cuando escribo me gusta plasmar que, a veces, lo negro no es tan negro. Hablamos de una mente psicótica, pero él tiene sus razones.
- B.M.: Hay que reconocer que incluso despierta cierta empatía en el lector. En el fondo es muy humano lo que hace.
- D.F.: Exacto. Y no hay que olvidar que se trata de una persona que está muy sola. También que tuvo una infancia difícil. A los que nos gusta un poco esta temática sabemos que hay un alto porcentaje de asesinos que han tenido una infancia dura o con la violencia muy presente en ella. Se trata de una novela de ficción, pero trato que sea lo más real posible.
- B.M.: Me ha gustado mucho una frase de tu novela, que he incorporado a mi colección personal de aforismos: "Una vida ejemplar es una máscara perfecta para que los secretos queden bien camuflados". ¿Las vidas ejemplares, embellecidas o edulcoradas de mucha gente están ocultando un verdadero drama? ¿Hay un drama en el fondo de cada persona, que trata de ocultar con una máscara de vida normal?
- D.F.: Yo creo que todo el mundo tiene sus secretos. Como suele decirse, en todas las casas cuecen habas. Muchas veces intentamos dar a las personas que nos rodean una imagen distinta a lo que somos. Sin ir más lejos, si no tenemos cuidado, en el trabajo somos un tipo de persona, en casa somos otro tipo de persona y en la calle tomando cerveza con los amigos somos otro tipo de persona. Siendo los mismos, nos comportamos de maneras diferentes a lo largo del día. Eso es de algún modo lo que quería expresar con esa frase.
- B.M.: Voy a hacer dos interpretaciones distintas del título de tu novela "
La melodía de la oscuridad" y tú me dices con cuál te quedas. La primera: la melodía en la oscuridad del protagonista es el amor de su mujer. La segunda (y mi preferida): La melodía dentro de la oscuridad de la enfermedad mental son las voces de los dioses. Es decir, la enfermedad mental iluminada de vez en cuando por esas voces que los psicóticos oyen y que a menudo son de dioses.
- D.F.: Yo pensé en la segunda y, hasta el momento, eres el único que me lo ha dicho. Ni siquiera se ha parado nadie a pensar en una interpretación para el título. Se nota que eres lector de novela negra y que te gusta. Hay varios tipos de lectores. Mi intención es que la novela esté concebida para el lector medio y para un lector un poco más experimentado, pero que ambos puedan disfrutar de la lectura.
- B.M.: Tu novela tiene varios niveles de lectura y cada lector se ajusta al que mejor se le adapta.
- D.F.: Exacto. Creo que tiene varios juegos narrativos que pueden resultar simpáticos, juegos de palabras...
- B.M.: Incluso hay un guiño a la filosofía, cuando introduces la idea tradicionalmente atribuida a Berkeley: "Pero si un árbol cae en medio del bosque, aunque nadie lo escuche, hace ruido".
- D.F.: Sí, pero todo el mundo no es capaz de darse cuenta de esas cosas.
- B.M.: Claro. Del mismo modo que hay diferentes niveles de escritura, también hay diferentes niveles de lectura.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Daniel Fopiani el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.