El guionista, director, presentador y productor madrileño
Juan del Val es coautor de "Para Ana de tu muerto" y "Lo inevitable del amor", novelas que escribió junto a su mujer, Nuria Roca.
En esta ocasión presenta "
Parece mentira", su primer libro en solitario, y
Bruno Montano tiene la oportunidad de entrevistarle sobre esta novela "en la que la sinceridad es ¿absoluta?, y el morbo, incuestionable", protagonizada por "un chico de barrio que, desde la distancia de sus 46 años, sale al encuentro del adolescente problemático, el joven perdido y el hombre en busca de destino que fue" (editorial Espasa).
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Bruno Montano (B.M.): Aunque tiene un altísimo componente autobiográfico, "
Parece mentira" no es una biografía ni es autoficción, es una novela en la que el escritor, el narrador y el personaje principal son prácticamente la misma persona. ¿Si lo que pretendías era desnudarte íntimamente por qué has elegido la novela en lugar de, por ejemplo, unas memorias?
- Juan del Val (J.V.): Te podría contestar a esa pregunta con varios argumentos. El primero es porque me parecía un ejercicio muy pretencioso que mi vida le pudiera interesar a alguien. Desde ese punto de vista, me parecía que eso no se podía sostener. Por otra parte escribir una novela me permitía relajarme en el sentido de que me podía inventar situaciones y no me obligaba a atender rigurosamente a los hechos, lo que me obstaculizaría un poco en el plano literario y me iba a hacer pasarlo peor. Yo no sé cómo definir este libro; es evidente que no es una biografía, no son unas memorias, pero es cierto que el personaje protagonista soy yo. Y de este modo parto de la base de que puedo contar las cosas tal y como fueron (o casi).
- B.M.: Es decir, contar tu vida a través de un personaje interpuesto te hacía más llevadera y menos dolorosa la exposición de ti mismo que haces en este libro.
- J.V.: A la hora de escribirla no, porque estás solo ante ti mismo, y ese dolor que se produce escribiendo, pero también esa satisfacción es únicamente tuya y no existe ningún parapeto. Pero es verdad que, a la hora de que la gente se pueda acercar al personaje, me parecía mucho más sencillo plantearlo como una novela, sin ninguna otra pretensión. Creo que en esta novela se defiende por sí sola, sin necesidad de tener ninguna referencia de quién es el protagonista.
- B.M.: Has nombrado el dolor al escribir y
Claudio, el protagonista principal, afirma en un momento dado que "la escritura debe doler".
- J.V.: Yo tenía la certeza de que, en este caso, iba a doler. Yo creo que, en general, la escritura debe salir de la emoción. Por lo menos así es como yo la concibo. Evidentemente estás utilizando todo el rato la cabeza para crear una trama que resulte coherente, pero hay algo de "tripas" que me parece que es inevitable a la hora de escribir. Y cuando estás contando cosas que tienen mucho que ver contigo, la escritura duele. Tampoco me apetece ponerme demasiado intenso, ni pretendo que parezca que sea un ejercicio místico, pero es verdad que sacas dolor. Y además creo que eso se transmite.
- B.M.: El título de tu libro es "
Parece mentira" y en él utilizas una cita introductoria de Machado que me encanta: "Se miente más de la cuenta por falta de fantasía. / También la verdad se inventa". Esto crea en el lector la incertidumbre sobre cuánto habrá de verdad en el libro. ¿Hace falta mucha imaginación para contar la verdad?
- J.V.: Es una muy buena pregunta y yo te la convierto en afirmación. Creo que se necesita mucha imaginación para contar la verdad y esto enlaza con la primera pregunta sobre por qué había escrito una novela en lugar de una biografía. A partir de ahora Claudio -que, sea yo o no, es un personaje que no existe- ya pertenece al lector y cada uno se ve identificado en él como le apetece. ¿Cómo era la frase, que me la apunto?
- B.M.: Hace falta mucha imaginación para contar la verdad.
- J.V.: Sí. Y también para leerla. Porque en el momento en que la lees estás jugando con tu imaginación.
- B.M.: La recreas en tu cabeza. Hay una corriente dentro de la crítica literaria que se llama "estética de la recepción" y habla precisamente de la facultad creadora que tiene el lector, de su papel activo. El lector no es simplemente un ser pasivo que se empapa del texto, sino un ser que recrea al mismo tiempo lo que está leyendo.
- J.V.: Hoy, en alguna de las entrevistas que me han hecho, un periodista me hablaba de que la novela tenía un sentido del humor un poco especial y que, a lo mejor, había mucha gente que no lo iba a entender. Yo le contradecía, en el sentido de que creo que al lector hay que tenerle muchísimo respeto, porque el lector no es tonto. El escritor cuenta algo y, a partir de ahí, el lector tiene una labor que hacer: entender el libro, hacerlo suyo.
- B.M.: El lector es co-creador, co-rresponsable del sentido del texto.
- J.V.: Totalmente. Yo al lector le tengo mucho respeto porque él hace grande una novela, en mayor medida que el escritor, o al menos en la misma medida.
- B.M.: En "
Parece mentira" cuentas la verdad y para ello tienes que acudir a los recuerdos. En un momento dado, Claudio afirma que "si son recuerdos, son verdad". Pero claro, hay que tener en cuenta que recordar es un proceso en el que la memoria no es fiel al cien por cien a los hechos. De alguna manera, la memoria reconstruye los recuerdos.
- J.V.: Es que la verdad no es un concepto rotundamente objetivo. Los hechos son hechos, pero cuando estás recordando algo hay mucho de subjetivo. Pero si tú lo estás recordando y eso te ha hecho crecer y ser como eres, a mí ya me parece que eso es verdad, porque es tu verdad. Es algo un poco filosófico, pero creo que es así. No te podré contradecir sobre ciertos hechos, pero si hablamos sobre cosas que a ti te han hecho sentir, o sobre una mirada o una frase que te han dicho, puede que la frase o la mirada se produciera de una manera y tú la hubieras vivido de otra.
- B.M.: Creo que la neurología te apoya, porque el cerebro no es un disco duro que asimila exactamente lo que ocurre, sino que reelabora todos esos materiales, filtra, selecciona, monta, codifica, y al final lo que recuerdas es algo que se parece a lo que ocurrió. Entre lo que cuentas y lo que ocurrió hay una elaboración muy literaria. Es que el subconsciente es muy literario.
- J.V.: Así es, el subconsciente es muy literario [risas].
- B.M.: Yo creo que, para escribir este libro y confesar públicamente en todos los medios que el protagonista eres tú en un porcentaje altísimo, hace falta valor, pero ¿hace falta también impudicia?
- J.V.: A mí me gusta provocar y eso es algo que la gente que me conoce bien lo entiende. Creo que, para hacer cualquier cosa que tenga algún valor, tienes que crear un cierto debate y una cierta provocación. No me gusta ofender, pero sí provocar. Me encanta decir cosas incómodas y provocar debate. Y provocar es, en cierto modo, una responsabilidad de cualquier persona que crea algo. Yo no me imagino un cómico que no provoque, ni un cineasta, ni un escritor. Para escribir "Parece mentira" me ha hecho falta valentía, pero también hay cierta dosis de provocación. Si me hablas de pudor, tengo que reconocer que no soy una persona muy pudorosa.
- B.M.: Claudio reconoce en el libro que esa no es una de sus virtudes [risas].
- J.V.: Sí, la de ser pudoroso no es una de sus características.
- B.M.:
Claudio también dice que "la escritura nace para ser compartida". Sé que tú no crees en los escritores solipsistas que, encerrados en su torre de marfil, escriben para ellos mismos, para realizarse, para profundizar dentro de sí. ¿Todo escritor tiene vocación de compartir y hacer público lo que piensa o lo que siente? ¿Toda escritura, como acto de comunicación que es, busca un oyente y un interlocutor?
- J.V.: Yo creo que la escritura se podría elevar a la categoría de sentimiento. Es un acto privado que tiene que salir de dentro. Pero no entiendo la escritura, si no es para ser leída. No entiendo la comunicación, si no es para que alguien la perciba. Y cuanto más llegue, mejor. Yo creo que hay demasiada pose en los escritores. Más pose que talento. Si uno tiene talento no necesita estar reivindicándose todo el rato. Entre los escritores hay demasiado elitismo que a mí me provoca un rechazo alucinante. Cuando desprecian a lo comercial me sienta muy mal porque, aunque hay cosas comerciales que no valen nada, también hay mucho sesudo que en su libro no te cuenta nada y que es imposible leérselo.
- B.M.: El de los escritores quizás sea uno de los colectivos profesionales más sobrevalorado, excesivamente mitificado. Hay otros profesionales que hacen cosas tan difíciles, tan talentosas y muchas veces más importantes que escribir, pero sobre ellos no se derrama esa aura especial que tienen los literatos.
- J.V.: Claro. Yo intento criticar esto, con un poco de mala leche y cierta dosis de provocación, cuando digo que soy un escritor que no leo o cuando expreso que no me trago la pose de sofisticado intelectual que mantienen ciertos escritores. Creo que hay escritores muy poco interesantes, del mismo modo que hay lectores muy poco interesantes. La gente cree que cuanto más lees mejor piensas, pero creo que no tiene por qué ser así.
- B.M.: ¿Y es cierto que eres un escritor que no lee? ¿Te saltas el dogma que dice que para escribir bien hay que leer muchísimo?
- J.V.: Vamos a concluir que sí, yo soy un escritor que lee poco. Aunque no tan poco como Claudio. Cuando yo cojo un libro estudio más al escritor que a su obra y me fijo en cómo escriben. Hay veces que me asombra lo bien que lo hacen y hay otras que no. Hay algo enfermo en todo esto.
- B.M.: Eres un lector que se fija más en la carpintería, en el taller del escritor. ¿Al convertirte en escritor has perdido tu "inocencia" lectora?
- J.V.: La verdad es que sí. Cuando leo, estoy todo el rato obsesionado fijándome en cómo el autor relata unos hechos; a partir de ahí, independientemente del argumento, decido si me interesa seguir leyendo o no.
- B.M.: Un tema fundamental de la novela es el
amor. Claudio dice que "el amor es el sentimiento que más veces se confunde con otro y que generalmente se confunde con la necesidad". Yo, que sí que leo bastante, te diré que esta idea me ha recordado a otra que leí en "
El arte de amar" de
Erich Fromm. Este famoso psicólogo afirmaba que "el amor maduro dice: te necesito porque te quiero" y que "el amor inmaduro dice: te quiero porque te necesito".
- J.V.: No puedo estar más de acuerdo. El amor se confunde con muchas cosas. Muchas veces el deseo se enmascara en el amor y muchas veces el amor se confunde con la posesión o con la necesidad. Y el amor adulto, el sano, jamás será posesivo. La necesidad es una consecuencia del amor, pero si es al revés tienes un problema.
- B.M.: Cuando en tu libro hablas de las
mujeres dices que las necesitas emocionalmente y sexualmente, pero además muestras una especie de fascinación estética por ellas, por su mundo. Esto se ve muy bien en un delicioso capítulo en el que Claudio, de crío, está rodeado por mujeres que están cosiendo tranquilamente mientras hablan y él está encantado escuchándolas y observándolas. Háblame un poco de esto.
- J.V.: El personaje de Claudio (al igual que yo) es un personaje muy femenino en muchas cosas, a pesar de su aspecto. Yo siento fascinación por las mujeres. Y esto excede absolutamente a lo sexual (que también). Su estética me parece maravillosa. Claudio siente fascinación por las mujeres y tiene mucha necesidad de ellas, tienen mucho poder sobre él. Durante una etapa de su vida las mujeres son el único vínculo con el éxito, le va todo mal menos con las chicas y se agarra a ello como a un clavo ardiendo para convencerse de que no es un fracasado en todo.
- B.M.: En ese momento, su éxito con las mujeres es la medida de su éxito como persona.
- J.V.: La única. Es un tipo que no está bien, que en los estudios es un desastre y que todo le va mal en la vida, pero en el terreno de las mujeres se desenvuelve y, por lo menos, en ese aspecto su vida tiene color.
- B.M.: El modo en el que tratas el tema de la
infidelidad en tu novela ha provocado un gran revuelo mediático. La infidelidad es uno de los temas principales a través del que va avanzando la novela. Transformo una opinión de Claudio en una pregunta: ¿De vez en cuando hay que estar donde no debemos estar?
- J.V.: Sí, yo creo que es imprescindible. Hacer siempre lo conveniente nos acaba empobreciendo. Hay que estar en los sitios donde verdaderamente tu instinto te lleve, por encima de la mente.
- B.M.: De alguna manera la pareja formal, tal y como está concebida en nuestra sociedad, trataría de limitar nuestro deseo y nuestra capacidad de amar a diferentes personas.
- J.V.: En mi manera de entender una relación, yo el multiamor no lo considero posible. Yo soy un amante de la libertad, pero no como dicho, sino como hecho. Yo creo que cada uno puede hacer lo que quiera con sus sentimientos. A partir de ahí creo que cada pareja, o cada persona, puede vivir como quiera, pero eso no quiere decir que haya una fórmula mejor que otra. Estamos educados en una manera donde nos indican lo que hay que hacer y si quieres cambiarla requiere un esfuerzo. Pero también puedes no querer cambiarla y vivir de una manera más convencional. A mí me parece super legítimo. Lo que me molesta con respecto a esto es la hipocresía. Parece que es más importante lo que se dice que lo que se hace y esto no lo puedo entender. Parece que la infidelidad la ha inventado el que habla de ella, cuando es algo que nos rodea y que vemos a menudo, incluso casi todo el mundo ha jugado con la idea en algún momento. Me extraña que escandalice tanto algo que es tan común.
- B.M.: Hay un concepto muy interesante que se maneja en el ámbito de la sexología y es lo que llaman "ética promiscua". Se trataría de una forma ética y honesta de practicar la promiscuidad y estaría basada en una poderosa comunicación con tu pareja. ¿Te refieres a esto?
- J.V.: Yo estoy bastante de acuerdo con eso. Es que hay mucha promiscuidad que no es honesta, que no se cuenta, que se oculta, que se engaña, que no te deja ser tú, ni frente al otro ni frente a ti mismo. Cada uno puede vivir como quiera y vivir en pareja como le parezca mejor, pero creo que hay que respetar todas las formas buenas y positivas a la hora de querer. Hay muchísima hipocresía, viendo algunos revuelos que se forman, cuando luego tú estás viendo la realidad de las cosas.
- B.M.: ¿Y este tipo de relaciones llevarían aparejados necesariamente los celos? Y si es así, ¿cómo se gestionan estos
celos?
- J.V.: No lo sé. Es que estamos entrando en un plano en el que yo no soy experto en nada. Yo no soy experto en celos ni en relación de pareja, cada uno lo vive de una manera. Habrán sexólogos que sepan mucho del tema y que puedan hablar con verdadero criterio, pero yo no puedo hacerlo. Yo opino que los celos son una enfermedad y que hay diferentes grados y el más alto puede ser una enfermedad peligrosa, mientras que algunas personas piensan que los celos son síntoma de amor. Yo no puedo pensar eso, me niego a ello porque creo que no es así. Identificar los celos con el amor me parece peligroso.
- B.M.: En un momento dado Claudio dice que "las mujeres que no dudan le provocan indiferencia". ¿La duda, la tentación, es consustancial al ser humano?
- J.V.: Una persona que sólo tenga certezas, a mí no me interesa. Estar seguro de todo es una muestra de prepotencia. Yo dudo todo el rato.
- B.M.: Por último, he convertido una reflexión de Claudio en una pregunta. ¿Estamos mejor educados para sufrir que para admitir que podemos hacer daño a los demás?
- J.V.: Sí. Hay algo en el sufrimiento que se considera bueno, por el que se obtiene algún tipo de compensación y tiene que ver con la educación religiosa. Y creo que aceptar la capacidad que tienes de hacer daño es algo difícil de asumir. Es una realidad que a ninguno nos gusta, no estamos preparados para eso. Tú te consideras una buena persona y piensas que no tienes esa capacidad, pero hay que asumirla porque todos la tenemos.
Desde
Trabalibros agradecemos a
Juan del Val el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a los responsables de la
Biblioteca Municipal Carles Ros de Valencia el haber cedido un lugar ideal para esta conversación y a la editorial
Espasa el haber hecho posible el encuentro con este autor.