Trabalibros entrevista a Albert Boadella, autor de "Diarios de un francotirador", editado por Espasa

miércoles, 14 de noviembre de 2012
"Mi oficio pertenece más a la sanidad pública que al Ministerio de Cultura".
El popular dramaturgo Albert Boadella, fundador de Els Joglars y actual director de los Teatros del Canal de Madrid, acaba de publicar "Diarios de un francotirador" en la editorial Espasa.

"Diarios de un francotirador" nos muestra según la propia editorial Espasa a un "Boadella irónico, perspicaz, malicioso e incisivo, disparando sobre la vida española de los últimos tres años a través de la política, las artes, los medios, la corrupción, el teatro, el medio ambiente, la tauromaquia o el nacionalismo", completando con ello "una visión singular de nuestra sociedad, mezclada también con la mirada tierna y apasionada hacia el amor de su vida".

Diarios de un francotirador (Albert Boadella)-TrabalibrosTrabalibros asistió a la presentación de "Diarios de un francotirador" en la taberna La Taurina de Madrid y de ese encuentro y la lectura del libro surgieron una serie de preguntas que trasladamos al propio Boadella. No os perdáis sus respuestas, no tienen desperdicio.

Bruno Montano, Trabalibros (B.M.) - Los francotiradores disparan siempre a distancia y camuflados. Para ellos, no ser descubiertos y poder huir es prioritario. Sin embargo, usted da la cara y no se esconde. ¿Es usted un francotirador atípico o es que le va más el arma blanca y el cuerpo a cuerpo?

Albert Boadella (A.B.) - Soy francotirador porque no pertenezco a ningún ejército oficial y mucho menos a una banda doctrinaria. Es mi soledad la que me obliga a tomar la figura del francotirador. Para ello utilizo la munición de la palabra y me protejo bajo la formalidad de un libro con el camuflaje de la ironía para que el disparo aparentemente divertido sea más mortífero.  

(B.M.) - Machado decía que en España de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa. ¿Cree usted que la verdadera revolución sería invertir esta proporción o es sincero cuando afirma en “Diarios de un francotirador” que “si de sopetón, todos se volvieran listos y sensatos, el mundo sería inhabitable”?

(A.B.) - El mundo occidental y desarrollado que vivimos ahora, sin una proporción importante de mujeres y hombres rebaño, no sería posible. Todo está pensado para que un numeroso grupo mayoritario de ciudadanos se dejen engatusar por el consumo como única esencia y aspiración de la vida. Este es el caldo de cultivo que nos permite movernos con ciertas posibilidades de placer a los que pensamos de forma totalmente opuesta al impulso gregario. Bastante tributo resulta aguantar tanta estupidez ilustrada.

(B.M.) - El sentido común es el menos común de los sentidos y el sentido del humor, uno de los más necesarios para nuestro equilibrio psicológico, en determinados círculos brilla por su ausencia. ¿La felicidad estaría en una sabia combinación de ambos?

(A.B.) - Observar nuestra actual sociedad con cierto sentido común provoca instantáneamente dos posibilidades: una el decaimiento y la depresión. La otra, un espectáculo de enorme comicidad. Es como un gran manicomio. Yo me inclino por lo segundo ya que con ello consigo alegrar la vida durante dos horas a un buen número de espectadores colocándoles el espejo de su mundo.

(B.M.) - Detrás de cada gran mujer hay un hombre que crece día a día gracias a ella. ¿Es este su caso?

(A.B.) - En mi caso, desde el primer día estoy más cercano a la leyenda de Dracula. Me alimento diariamente de sus excelentes platos y de sus certeras opiniones. Yo solo pongo el paladar, la vista, el tacto, el olfato y el oído. Después salgo a publicitar lo que he aprendido.

Albert Boadella en La Taurina(2)-Trabalibros

(B.M.)
- Usted afirma en “Diarios de un francotirador” que las artes actuales han sucumbido a la “facilidad de palabra”, convirtiéndose en mera excusa para dar pie a elucubraciones teóricas cargadas de pirotecnia verbal. ¿Serían las palabras en el arte actual un ropaje con el que vestir la nada que éste transmite?

(A.B.) - Sin las invenciones literarias no sería posible comprender cómo hay tanta gente que venera a Pollok, Tapies, Mondrian o simplemente Miró y que además pueden pagar fortunas por unas expresiones puramente aniñadas. Eso sucede porque la mayor parte de la escritura está hoy dedicada a promover la ficción. Lo encontramos en el arte, en la política y en cualquier cosa que resulte mediática. Cuando algo es especialmente desatinado siempre aparecen mercenarios de la escritura dispuestos al petulante ejercicio de intentar demostrar lo contrario de lo obvio. El resultado es la pura elevación de la nada a la categoría de arte y así se han construido infinidad de museos y fundaciones que sirven para albergar el comercio de lo vacío.

(B.M.) - Walt Whitman afirmaba que se contradecía porque era vasto y contenía en sí multitudes. ¿Acepta usted sus contradicciones o trata de pulir sus pensamientos y sus actos haciendo un esfuerzo neurótico para que casen siempre?

(A.B.) - A estas alturas de la vida los esfuerzos están muy dosificados y se dedican exclusivamente al ámbito físico. En cualquier caso, las contradicciones suponen siempre un antídoto contra cualquier fundamentalismo, de tal manera, que las contestaciones que hago a sus preguntas podría ser que mañana no solo fueran distintas sino opuestas. Es bueno para la salud tener una buena disposición a cambiar las opiniones según el desarrollo de la vida que es al fin el único motivo de los pensamientos.

Albert Boadella

(B.M.)
- Como buen actor y comediógrafo, usted es un seductor y calcula los efectos a provocar sobre el público. Entre su obra teatral y su personaje público hay una continuidad. ¿Qué tipo de “catarsis” pretende provocar, tanto en los que asisten a sus obras como en los que escuchan o leen sus declaraciones?

(A.B.) - Mi oficio pertenece más a la sanidad pública que al Ministerio de Cultura. Lo digo porque en el fondo hay en todo artista escénico un deseo de transformación de las personas a través del tiempo que las tenemos voluntariamente secuestradas. Y es posible que algunos pensamientos sufran cambios con la demostración simulada de la vida. Somos herederos de los brujos tribales, y ya en tiempos más cercanos, de los sacerdotes. Practicamos una moralización de los hombres a través de unas acciones ficticias o simbólicas. Cuando escribo un libro no deja de ser una continuación de este mismo impulso. 

(B.M.) - Proclama con orgullo pertenecer al honorable gremio de los comediantes, bufones, payasos y titiriteros, personajes todos ellos desvergonzados y sarcásticos pero, según usted, no exentos de ética y responsabilidad. ¿Cuáles serían, pues, los límites morales de la gente de su oficio? ¿Hasta dónde pueden llegar y dónde deben pararse?

(A.B.) - Cuando mi oficio se separa de la libertad individual para alistarse a doctrinas colectivas pierde toda su esencia. Entonces un teatro se convierte en un lugar para mítines y adoctrinamiento, aprovechándose de la confianza que nos da el espectador al aceptar nuestro juego. Lo mismo sucede cuando el autor aprovecha el teatro exclusivamente para su terapia personal en vez de catalizar las necesidades del público. Entiendo que esta situación vulnera la ética de nuestro oficio el cual debería tener como algo sagrado la confianza y buena disposición que el público nos concede a priori con la esperanza que le mostremos nuestra óptica libre de intereses inconfesables.  

Desde Trabalibros agradecemos a Albert Boadella el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar a nuestras preguntas.
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