Trabalibros entrevista a Patricia Ramírez, autora de "¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas?"

La psicóloga Patricia Ramírez colabora de forma habitual para programas de televisión (como "Para todos la 2" de TVE o "La Calle de en Medio" de Canal Sur), de radio ("La tarde" con Ramón García en Cadena Cope) y en medios de prensa escrita ("El País Semanal" o el diario "Marca"). Está especializada en deporte de alto rendimiento, trastornos de ansiedad y problemas de pareja y formó parte del equipo técnico de El Betis y del RCD Mallorca. Es autora de los libros "Entrénate para la vida" y "Autoayúdate".

Bruno Montano de Trabalibros ha tenido la ocasión de hablar con Patricia Ramírez sobre el último de sus libros "¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas?" editado por Espasa, un texto en el que "encontrarás las claves para aprender a convivir".

- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): Entre mujer y hombre hay evidentes diferencias, condicionadas por la biología, la evolución o la cultura. Estas diferencias, lejos de ser un motivo para la discriminación o el trato desigual, deben ser una oportunidad para enriquecernos. Como tú dices, “hay que transformar nuestras diferencias en oportunidades provechosas”.

- Patricia Ramírez (P.R.): Exacto. Yo creo que saber en qué nos diferenciamos va a provocar que nos podamos entender mejor. Para mí hay un ejemplo clarísimo: las mujeres tenemos el hipocampo mayor, que hace que recordemos más los agravios. Cuando tenemos una discursión los hombres nos dicen que somos unas rencorosas porque recriminamos todo lo que ha pasado, pero no es así, la mujer lo hace porque lo ha recogido, la intención no va con maldad ni se trata de intentar fastidiar, es que lo tiene en el recuerdo y lo dice. Si eso lo entendemos, si el hombre esto ya no lo interpreta con maldad, a lo mejor entiende mejor ese comentario.

- B.M.: Además, a la hora de procesar la información, también hay diferencias de tipo perceptivo. Esto sirve para que al estar juntos la pareja tenga una visión más completa de la realidad. Nos complementamos cognitivamente. ¿Crees que para conseguir ese enriquecimiento habría que mejorar las competencias relacionales?

- P.R.: Para enriquecernos con las diferencias habría que trabajar la empatía y la comunicación. Porque muchas veces de mi diferencia tú puedes sacar una interpretación equivocada. Por ejemplo, si tenemos una discursión y yo te recuerdo algo antiguo tú puedes pensar que soy una rencorosa. Pero si en ese momento me preguntas: ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué significa este comentario, a qué te refieres? En ese caso, trabajándonos la comunicación, seguramente despejaríamos la duda, no verías mala intención en mí y el conflicto se quedaría ahí. Por supuesto, todo lo que fuera trabajar la comunicación y la empatía mejoraría mucho el problema de entender las diferencias que tenemos.

- B.M.: Denis de Rougemont en un gran libro titulado “El amor en Occidente” explica muy bien cómo se configura históricamente el mito del “amor romántico”. Su origen es literario, pero desde la Edad Media ese mito determina las expectativas amorosas de los occidentales. ¿Crees que, de alguna manera, esta idea de amor romántico exaltado por las novelas y el cine ha sido perjudicial para las relaciones de pareja en nuestra cultura?

- P.R.: Yo creo que nos perjudican las expectativas equivocadas, que vienen en parte de la educación que hemos tenido. Por eso suelo decir que hay una diferencia entre los cuentos que han leído las mujeres y el príncipe que esperan y los cuentos que han leído los hombres, más relacionados con superhéroes. Eso genera una imagen sobre el amor que luego te das cuenta de que no existe. Pero yo creo que la experiencia, el conocer a personas diferentes, lo que te dicen tus padres o tus amigos, va cambiando esa imagen romántica. 

- B.M.: Esa imagen romántica puede ser un poco perversa, cuando intentas trasladar el perfil de la típica novela romántica a tu realidad.

- P.R.: Sí, porque no encaja con tu realidad. Empezando porque esos amores son casi siempre eternos, y el amor no es eterno. 

- B.M.: Alguien dijo que el amor eterno existe, pero dura dos años. Seguramente dura tan poco porque piensan que el amor es algo que de repente ocurre, que sobreviene. Pero yo creo que el amor es una actitud que requiere de unas aptitudes que, como tales, se pueden entrenar. De hecho, en “¿Por qué ellos sueñan con ser futbolistas y ellas princesas?” propones un decálogo para buscar pareja, otro para que dure el amor y otro para hacer soportable el desamor. ¿Se puede y se debe aprender a amar?

- P.R.: En un principio, sientes que el amor ocurre, pasa muchas veces que el amor te sobreviene. Cuando tú detectas a una persona que te resulta atractiva y deseable para tí se producen una serie de cambios hormonales, una revolución hormonal que te está diciendo que la otra persona te gusta y empiezas a proyectar sobre ella cosas buenas. El gestionar luego eso de forma adecuada para que se convierta en una relación estable, duradera y que funcione es otra cosa.

- B.M.: Hay que diferenciar entre esa primera fase de enamoramiento, que de algún modo es una trampa biológica, y la siguiente fase que deja paso a un tipo de amor más maduro.

- P.R.: Claro, por eso digo yo en el libro que cuando te veas atrapado en esa fase de enamoramiento hagas una lista en la que tengas claro cuáles son tus puntos innegociables. Si, por ejemplo, un hombre me parece muy atractivo pero yo veo que llega reiteradamente tarde a las citas, que me comenta que en su vida no hay un proyecto de futuro y que no quiere tener hijos, o si yo detecto otras cosas por las que sé que vamos a tener conflictos importantes, lo mejor es distanciarse. No es bueno empeñarse en mantener esa relación, ni pensar que la otra persona cambiará porque se va a enamorar de ti, porque puede ser que no ocurra así, que lleves cuatro años insistiendo en las mismas cosas y que esas cosas no cambien.

- B.M.: Pero al principio, cuando tienes el entendimiento nublado por las hormonas, es difícil hacer esa lista, porque no tienes la objetividad suficiente en ese momento.

- P.R.: Es mejor que la lista sea previa, conviene hacerla en un periodo de reflexión en el que estás solo.

- B.M.: Cuando se observa el modo en el que interactúan muchas parejas se ve rápidamente cómo su modelo de comunicación está orientado al conflicto. Solemos ver muchos reproches, sermones, reprobaciones, recriminaciones… ¿Son éstos, y no otros, los sepultureros del amor?

- P.R.: El reproche es la tumba del amor. El reproche viene porque tú no adivinas ni te comportas conforme a lo que yo espero de ti. En primer lugar hay que tener unas bases claras, si hay que negociar ciertas normas importantes y ponerlas por escrito a modo de contrato de convivencia, se escriben. Pero lo que no podemos exigir es que la otra persona adivine lo que nosotros necesitamos y, al no adivinarlo, hacer el reproche. Por eso es importantísimo, para evitar ese reproche, mantener una comunicación clara, poder explicarle a tu pareja lo que necesitas de él. Aunque la otra persona también te puede decir que eso no te lo puede dar. Si las cosas se hablaran de una forma clara no estaríamos muchas veces dándole a la cabeza, preguntándonos por qué el otro no es capaz de darse cuenta de lo que necesitamos de él. Ni siquiera cuando se ama tenemos la capacidad para adivinar.

Como tú dices, muchas parejas utilizan modelos de comunicación orientados al conflicto. Porque además, las parejas, cuando empiezan a llevarse mal, se malinterpretan. Ven mala intención en las actuaciones del otro. Si, por ejemplo, tu pareja se ha ido de casa sin darte un beso, puedes pensar que es un desconsiderado, cuando a lo mejor simplemente tenía prisa. Hay una interpretación malintencionada.

- B.M.: Hay un sesgo perceptivo, en ese caso.

- P.R.: Exactamente. Cuando las parejas no se llevan bien aparece esa malinterpretación y llegas a pensar que el otro todo lo hace para fastidiar. Y cuanto tú contemplas a tu pareja así, no te estás fijando en las cosas de ella que te apasionan o te enamoran, te estás fijando en las cosas que te distancian. Y si se preguntasen, se entenderían.

- B.M.: Si cambio las palabras, cambio las situaciones. Y si cambio las situaciones, me cambio a mí mismo. En una interrelación profunda se produce siempre un modelado recíproco. Comunicarse bien no sólo mejora nuestras relaciones interpersonales, sino que también nos hace crecer individualmente como personas. ¿Al amar a alguien nos mejoramos como seres humanos?

- P.R.: Totalmente. Y hace que nos respetemos. Cuando tú, por ejemplo, tienes que comunicar que algo no te gusta, puedes hacerlo de una forma pausada, cariñosa. Yo siempre digo que el que tú tengas un motivo para estar enfadado conmigo no significa que te tengas que expresar con ira. Seguramente, yo te escucharé más y mejor si me hablas de forma calmada y con respeto. Si tú me hablas de una forma en la que yo me siento atacada, me pondré a la defensiva. Una comunicación respetuosa va a hacer que, si los problemas se pueden solucionar, se resuelvan antes. Y en caso contrario sucede al revés, una comunicación poco respetuosa nos distanciará cada vez más.

- B.M.: Paul Watzlawick decía que en todo acto comunicacional hay un efecto informativo y un efecto relacional. El efecto informativo tendría que ver con el significado y se dirigiría a la razón y el efecto relacional tendría que ver con la forma y se dirigiría a la emoción. ¿Hay que ser enormemente cuidadoso con las formas y con el lenguaje no verbal? ¿Es capital el “cómo”?

- P.R.: El "cómo" es importantísimo. Las palabras no se las lleva el viento, el que dijo eso se equivocó. Se quedan ahí, y te dejan cicatrices. Y las cicatrices se curan, pero dejan una marca.

- B.M.: Yo también lo creo así. Pienso que en la gestión de un conflicto es necesario esperar y calmarse antes de hablar, esperar el momento emocionalmente adecuado. 

- P.R.: Exacto. Es que la comunicación requiere un estado emocional adecuado. El momento en que sientes ira no es un momento bueno para solucionar nada.

- B.M.: En psicología clínica se habla de una locura compartida o “folie a deux”, un trastorno que afectaría por contagio a los dos miembros de una pareja. Yo creo que existe también en las parejas una especie de “inteligencia a deux” que no sería el producto de sumar dos inteligencias individuales, sino la emergencia de una inteligencia especial de pareja que surge de una relación sana y satisfactoria.

- P.R.: Sí, la complicidad o el apoyo mutuo ayudan a que muchas veces logremos hacer cosas juntos que no conseguiríamos por separado. Cuando tu tienes tu prisma a través del que ves las cosas de un modo particular, yo tengo el mío y lo sumamos, surge algo diferente que se enriquece de los dos puntos de vista. Pero para que eso ocurra, tiene que haber mucha complicidad y respeto mutuo, porque normalmente es uno el que quiere que sea su postura la que salga adelante, no la mezcla de los dos, sino la suya.

- B.M.: Me ha gustado mucho un capítulo de tu libro que dedicas a la admiración. Es importante admirar cosas en la otra persona, pero sin embargo no es un tema que se suela comentar cuando hablamos de relaciones de pareja. Yo creo que la admiración mutua en la pareja le da mucha fuerza al amor.

- P.R.: Sí, y hay que trabajar en ello. Es importante encontrar algo que admirar en tu pareja. Fíjate que los grandes divos o divas de la seducción es siempre gente a la que admiramos. Por ejemplo, si pensamos en Marilyn Monroe, vemos que se admira todo de ella, hasta su forma de caminar. Tiene el poder de dejarte embelesado cuando la miras. Te gusta su pelo, sus labios, su lunar... admiras a esta persona. Y puede ser que luego te sientes a hablar con ella y no sea la persona que esperas, pero hay algo que admiras en ella y, en este caso, su carisma está por encima de cualquier otra cosa.

- B.M.: Una curiosidad que tengo respecto a tu trabajo. Tú trabajas por una parte ayudando a deportistas y por otra ayudando a parejas. El deporte es un juego de suma igual a cero, en el que uno gana y otro pierde, mientras que la pareja sería un juego de suma distinta a cero, en la que o los dos ganan o los dos pierden. El objetivo aquí no sería vencer al otro, sino vencer juntos. ¿Son necesarias estrategias totalmente diferentes en cada caso? ¿Qué tendrían en común? 

- P.R.: Yo siempre digo que he hecho psicología clínica en el deporte y que por eso me va bien en este terreno. El deporte de alto rendimiento, que es sobre el que yo actúo, trabaja una serie de variables psicológicas que torpedean la ejecución deportiva y también hay otras variables que quieres potenciar. Normalmente éstas últimas tienen que ver con la concentración, la atención, el pensamiento positivo, la orientación al éxito, aprender a manejar el fracaso y las emociones en general... Son las mismas variables que puedes tener tú en tu trabajo o yo en el mío. 

En el deporte tú ganas cuando te superas a ti mismo. Cuando en el deporte pierdes porque otro te ha ganado es porque tu objetivo está mal definido. Yo siempre pongo el ejemplo de que si tú corres con Usain Bolt siempre vas a perder la carrera, pero puedes superar tu propia marca. En el deporte ganas si te superas a ti mismo, porque vencer al rival no es algo que dependa de ti. Si tú quieres ganar en el deporte, el objetivo hay que establecerlo sobre tu rendimiento, preguntarte qué tienes que hacer para superarte, pero no para superar al rival porque el rival no depende de ti. Y en la pareja pasa lo mismo. Yo puedo verme como miembro de una pareja para superarme a mí mismo, para crecer, en lugar de competir con el otro. 

- B.M.: En la pareja o vencen los dos o pierden los dos, si gana uno y el otro pierde la relación está mal planteada.

- P.R.: Claro, por supuesto. En la pareja hay un derrotado cuando hay desamor, porque generalmente hay uno de los dos miembros que no quería abandonar la relación. Tanto en el deporte como en la pareja el objetivo no debe ser ganar al otro, se debe enfocar sobre el rendimiento, preguntar qué tenemos que hacer para superarnos.

- B.M.: Por eso insistes tú tanto en el locus de control interno.

- P.R.: Exacto, porque el locus de control interno es lo que depende de ti, es lo que te da poder.

- B.M.: Esto es algo que los filósofos estoicos de la antigüedad ya sabían, Marco Aurelio decía: No te preocupes por lo que no depende de ti porque sobre esto no puedes actuar, preocúpate de lo que depende de ti.

- P.R.: Sí, y además preocuparnos por lo que no depende de nosotros nos quita un montón de energía.

Desde Trabalibros agradecemos a Patricia Ramírez el tiempo que nos ha dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la Dirección de Lotelito de Valencia el haber cedido un espacio ideal para esta conversación y a la editorial Espasa por haber hecho posible el encuentro con esta autora.