Trabalibros entrevista a Sara Barquinero, autora de "Los escorpiones"

viernes, 19 de abril de 2024
"Cada época ha tenido sus respuestas para lidiar con la muerte y no tengo claro cuáles son las nuestras".
Sara Barquinero es Doctora en Filosofía. En 2018 obtuvo una beca de creación en la Residencia de Estudiantes de Madrid, en la que escribió su nouvelle Terminal (Milenio, 2020). Ha obtenido el Premio de ensayo Valores Universales de la Fundación Unir en 2016, el Premio Virginia Woolf de relato en lengua inglesa en 2017, el Premio del IAJ de creación artística y tecnológica en la modalidad de literatura en 2018, el Premio Voces Nuevas de poesía de la Editorial Torremozas en 2019 y ha sido considerada autora revelación de las letras españolas 2021 por la revista Woman.

Tras Estaré sola y sin fiesta (2021), Lumen publica Los Escorpiones (2024), "una novela de novelas, una obra narrativa titánica y misteriosa" sobre la que Bruno Montano ha tenido la ocasión de entrevistarla. 

Los Escorpiones (Sara Barquinero)-Trabalibros- Bruno Montano, Trabalibros (B.M.): “Los escorpiones” es una novela de novelas, en realidad no es una novela sino cinco. Cinco capítulos-novela articulados por tres interludios que facilitan las transiciones narrativas, dando unidad a un conjunto formado por dos novelas postmodernas, un diario, una novela de campus y un thriller. ¿Hay un deseo de experimentar con los géneros o la historia que querías contar te imponía esta curiosa estructura?

- Sara Barquinero (S.B.): Creo que se trata de una mezcla de ambas cuestiones. Por una parte, tenía ganas de volcar mis referencias y experimentar; por otra los propios temas de la historia me pedían cambiar el tono, la época o el tiempo. Supongo que una cosa se nutrió de la otra y viceversa.

- B.M.: Las vidas de tus personajes, especialmente las de Sara y Thomas, están presididas por un clima emocional en el que predomina una tristeza y anhedonia que coquetean con la depresión y un cansancio desasosegado cercano a la desesperación y el nihilismo. Y todo esto salpicado de numerosas referencias culturales (música, cine, literatura, videojuegos). Sin ningún ánimo de etiquetar tu texto, ¿podríamos decir que practicas un existencialismo pop?

- S.B.: Podría decirse, jajaja. Supongo que los sentimientos siempre han estado mediados por la cultura que los rodea, y en este caso lo que a mí me rodeaba tenía que ver con distintos medios de la industria cultural, algunos muy pop. 

- B.M.: Redes sociales, foros, chats, páginas web, están muy presentes en tu libro. Y también en la actualidad de nuestro mundo contemporáneo. ¿Este gran texto colectivo de naturaleza digital sería en este momento la gran conversación en marcha de la humanidad? ¿Sustituiría de alguna manera a la Galaxia Guttenberg?

- S.B.: Leía el otro día en la nueva novela de Nathan Hill, Wellness, que algunos teóricos de la literatura pensaron en cierto punto que internet y la posibilidad del hipervínculo iba a cambiar radicalmente la forma en la que leíamos novelas (es el punto de partida de las teorías del hipertexto o la literatura ergódica, que siempre me ha interesado mucho), pero que se equivocaron: los libros siguen siendo libros, y si algo ha cambiado el hipertexto es cómo la gente se relaciona entre sí a través de Internet. Creo que esto es cierto en parte, pero que también se menosprecia la capacidad «literaria» de Internet, que no es tanto la de una novela sino la del canto, el mito y la tradición oral colectiva. Aunque en este caso se trate de una oralidad muda y en pantalla.

- B.M.: Como dice Foster Wallace en la cita que usas al principio del libro, el ateísmo no existe, todo el mundo adora algo, elige adorar algo. ¿En el siglo XXI hemos elegido colectivamente adorar a los nuevos ídolos de silicio?

- S.B.: Más bien creo que lo que caracteriza al final del siglo pasado y el inicio de este es la desconfianza de cualquier ídolo en términos absolutos, así como de las nociones de verdad, belleza o bien. De la desconfianza por todo no surge una elección colectiva, sino que esta se sustituye por la costumbre, el cinismo o ídolos menores y fugaces.

Trabalibros entrevista a Sara Barquinero
- B.M.: “Uno nunca quiere morirse, sino matar algo que habita dentro de sí, aunque a veces esto implique acabar con la propia vida”. Con esta cita sobre el suicidio abres y cierras tu libro. ¿Crees, como decía Camus, en “El mito de Sísifo” que el único problema filosófico verdaderamente serio es el del suicidio?

- S.B.: Solo desde un punto de vista individualista. Su contraparte social es el de si la humanidad progresa o empeora o si la vida humana (en su conjunto) tiene sentido, o como tomar medidas para que lo tenga, y para quiénes.

- B.M.: Thomas, ante la posibilidad real de la muerte, cuando ésta es algo más que una idea con la que juegas dramáticamente, siente que su cinismo y escepticismo de salón no le protegen del miedo. Le gustaría convocar el valor de Sócrates, Ayax o el Capitán América ante la muerte, pero no puede. Como dice una de tus protagonistas, Michaela D´Alessandro, ¿saberse mortales y saber gestionar esta finitud es la clave de la existencia? ¿El verdadero objeto de la filosofía sería aprender a morir?

- S.B.: Ese es uno de los clichés filosóficos desde la Antigüedad. Pero muchos clichés han logrado ser clichés porque son ciertos. Tugendhat, un filósofo analítico, se lamentaba de que hoy en día la filosofía no se preguntaba demasiado por la muerte como problema filosófico, y que el tema solía emerger, en todo caso, en textos de autoayuda. Habría que preguntarse por qué. Cada época ha tenido sus respuestas para lidiar con la muerte (incluido negarla con el pretexto de la inmortalidad y la otra vida), y no tengo claro cuáles son las nuestras.

- B.M.: Hace 35 años mi profesor de psicopatología me dijo que el siglo XIX había sido el de las neurosis, el siglo XX era el de las depresiones y que el siglo XXI iba a ser el de las adicciones: alcohol, drogas, tecnología, sexo, comida, psicofármacos… Tus personajes abusan de muchas sustancias psicoactivas por su incapacidad de afrontar sus vidas. ¿Vamos hacia una especie de Arcadia química, hacia el soma de “Un mundo feliz”? ¿O quizá, como dice Sara al final del libro, sería “más humano encontrar sentido en el dolor”?

- S.B.: Creo que ser adicto a algo o buscar algo es parte de la condición humana, ya que el deseo siempre se dirige hacia afuera, sea por necesidad o por la búsqueda de otra cosa. La relación entre lo que queremos y debemos hacer siempre ha sido uno de los problemas fundamentales de la ética. Lo específico de nuestra época es (en Occidente) que en general las necesidades básicas están cubiertas para una gran parte de la población y que es necesario buscar nuevos circuitos económicos para sacar rendimiento (como la atención, visible en la adicción que todos tenemos a Internet; que a su vez tiene consecuencias en nuestra salud mental) más allá del trabajo, que ya es suficientemente estresante. Todas las épocas han lidiado con el exceso, pero quizás hoy hay muchas más formas de ser excesivo.

- B.M.: El eje que vertebra la trama de “Los escorpiones”, el denominador común de las cinco novelas de las que hablábamos al principio, es la existencia de una conspiración internacional urdida por una sociedad secreta con el objetivo de controlar la mente de las personas hasta el punto de conducirlas hasta el suicidio, utilizando para ello ritmos y sonidos binaurales que provocan estados no ordinarios de conciencia. ¿No tienes la impresión de que las teorías conspiracionistas y su cohorte de paranoias satisfacen de alguna manera la nostalgia humana por un diseño superior, por un grupo secreto que todo lo decide, por una organización invisible que todo lo controla y que nos exime de la angustia ante la libertad y la toma constante de decisiones que esta implica?

- S.B.: Lo creo firmemente. Es mejor pensar que hay un plan (y, como somos cínicos, pensamos que se trata de un plan malvado) que aceptar la incertidumbre o ponernos a buscar activamente cuáles son los engranajes de nuestro descontento.
 
Desde Trabalibros agradecemos a Sara Barquinero el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas y a la editorial Lumen el haber hecho posible este encuentro.
Sara Barquinero
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