María Inés López-Ibor es una de las psiquiatras más reconocidas y prestigiosas de nuestro país. Es catedrática de Psiquiatría por la Universidad Complutense de Madrid, vicepresidenta segunda de la Fundación Ortega-Marañón, presidenta de la Fundación Juan José López-Ibor y académica correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina y de la Real Academia de Doctores de España.
Durante los últimos años ha sido directora médica de la
Clínica López-Ibor y cuenta con una dilatada experiencia en el ámbito clínico, particularmente en los trastornos de ansiedad y depresivos y en los derivados del consumo de sustancias. Ha publicado más de noventa artículos científicos en diferentes revistas, además de escribir nueve libros. Asimismo ha participado como investigadora responsable o coinvestigadora en quince proyectos nacionales e internacionales y ha realizado más de cien presentaciones de trabajos científicos en diferentes congresos por todo el mundo.
Bruno Montano ha tenido la oportunidad de entrevistarla para
Trabalibros con ocasión de la reciente publicación de su nuevo libro, "
En busca de la alegría", una obra vitalista, positiva y esperanzadora que, con prácticos ejemplos y en un tono muy didáctico, apunta las claves para sentir la alegría en diferentes situaciones —incluso en las más complicadas—, para experimentarla como una vivencia y no como un sentimiento, para combatir el estrés, para reforzar nuestro sistema inmunitario y para tomar las mejores decisiones, ya que la alegría potencia nuestra flexibilidad cognitiva y nos permite encontrar soluciones más creativas e innovadoras (
editorial Espasa).
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Bruno Montano,
Trabalibros (B.M.): La tesis principal de tu libro es que la alegría puede y debe buscarse. Eso significa, como tú dices, que la alegría no es un “modo de ser”, codificado en rasgos de personalidad estables, sino un “modo de estar”, algo aprendido. ¿Podrías explicarnos esto?
- María Inés López-Ibor (L.I.): La alegría puede entenderse de varias formas, como un sentimiento que parece cuando algo nos sucede (modo de estar) pero también puede ser una manera de responder a lo que nos sucede (modo de ser) y tendría más que ver con nuestra actitud y nuestra personalidad. Lo que planteo que es un modo de ser, un modo de estar y algo más puede ser una experiencia de vida, una vivencia.
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B.M.: La
felicidad, como explicas en tu libro, es un camino, un proceso dinámico que cambia en función de las circunstancias, pero que está muy relacionado con el sentido que le damos a nuestra vida y con nuestra actitud. ¿Felicidad y alegría serían lo mismo o más bien serían emociones diferentes? ¿Se puede ser feliz sin alegría?
- L.I.: La felicidad es algo más pasajero, porque va relaciona con la consecución de un logro de una meta, y una vez que la alcanzas tendrías que buscar otra. La alegría puede ser más permanente, porque aún en manos momentos puedes encontrar algo bueno.
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B.M.: Sabemos que las emociones no sólo son el termómetro de nuestro estado de ánimo, sino que condicionan nuestro pensamiento y afectan a nuestra manera de resolver los problemas y de enfrentarnos a la realidad. ¿También funcionaría al revés? ¿Este mecanismo de abajo-arriba podría revertirse y, a partir del pensamiento, cambiar el color de nuestras emociones?
- L.I.: Tradicionalmente se ha considerado que eran nuestros pensamientos los que condicionaban también nuestras emociones, de ahí surgieron las psicoterapias cognitivo-conductuales que pretenden cambiar a través de nuestros pensamientos cómo nos sentimos. Por eso ambos sentidos existen.
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B.M.: La expresión física de la alegría es la sonrisa. Según las teorías de la reversibilidad, ¿dibujar una sonrisa en el rostro te llevaría al final a sentir alegría?
- L.I.: Cuando estamos alegres sonreímos y si somos capaces de sonreís estaremos más alegres, por eso es importante hacerlo.
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B.M.: “Me emociono, pienso y siento, luego existo”. Según esta secuencia que tú citas, la emoción pensada se transformaría en un sentimiento, que es más un producto cultural que una reacción fisiológica, ¿verdad?
- L.I.: Las emociones son sentimientos más intensos en los que hay una reacción vegetativa (sudoración, palpitaciones…), nosotros quizá notemos esa reacción, luego sentimos y lo analizamos con el pensamiento.
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B.M.: La alegría no sólo se siente y se piensa, sino que también se vive. Siendo vivenciar, como dijo el
profesor López-Ibor, convertir un hecho o acontecimiento en un hecho histórico y personal. Háblanos de la alegría como vivencia.
- L.I.: Esa es mi hipótesis, que a través de nuestros sentimientos, pensamientos, recursos, percepciones, podamos convertir la alegría en una vivencia.
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B.M.: La alegría y la tendencia al optimismo que ésta sustenta, según
Daniel Kahneman, no tiene sólo un valor ético, sino también un valor evolutivo. ¿Una disposición alegre nos confiere ventajas adaptativas?
- L.I.: Todos los sentimientos, incluso los negativos como la tristeza, tiene sin duda un valor adaptativo. La tristeza por ejemplo nos permite identificar que eso que nos ha sucedido nos importaba. Los sentimientos positivos son adaptativos porque además están relacionados con nuestra calidad de vida.
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B.M.: La alegría correlaciona positivamente con el bienestar psicológico, ¿pero lo hace también con la salud física?
- L.I.: Se sabe que si respondemos de manera más positiva u optimista a lo que nos sucede, por ejemplo a una enfermedad, las posibilidades de recuperación aumentan. También hay estudios que empiezan a correlacionar sentimientos positivos con una mejora de nuestro sistema inmunitario.
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B.M.: No sólo el conocerse a sí mismo, como decían los griegos, es muy importante, sino también el cuidarse a sí mismo. La alimentación equilibrada, el ejercicio, la relajación, el silencio, el orden y el equilibrio de nuestro entorno, el enriquecimiento sensorial; el cuidado de sí, en definitiva, ¿sería un factor clave en una vida bien vivida?
- L.I.: Efectivamente, pienso que el autocuidado es una responsabilidad de cada uno, si lo hacemos nuestra vida será mejor.
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B.M.: En un interesantísimo libro el filósofo francés Clément Rosset llama a la alegría “la fuerza mayor” y cita en él un adagio medieval atribuido a Martinus von Biberach y que dice:
“No sé de dónde vengo,
No sé quién soy,
No sé cuándo muero.
No sé dónde voy,
De ser tan alegre me asombro”.
Parafraseando al evangelista Mateo, ¿podríamos decir “buscad la alegría y el resto se os dará por añadidura?
- L.I.: Sin duda, a lo largo de nuestra vida nos sucederán cosas duras y difíciles, que tendremos que superar, pero si logramos mantener la alegría, en definitiva, la esperanza, lograremos salir reforzados de esas situaciones.
Desde
Trabalibros agradecemos a
María Inés López-Ibor el tiempo que nos han dedicado y su amabilidad al contestar nuestras preguntas. Agradecemos también a la
editorial Espasa el haber hecho posible este encuentro.