Traduces mi pasado de signos indescifrables.
Lees mi presente con transparencia meridiana.
Desearía que escribieras junto a mí nuestro futuro.
Hay lecturas que sirven para pasar el rato,
textos que entretienen, enganchan o divierten.
El lector los lee sin dificultad,
se deja llevar por sensaciones, sentimientos y aventuras
y disfruta mientras duran de una vida paralela.
Pero existen otros tipos de lecturas,
libros que exigen un nivel superior de lector
y que ofrecen, a su vez,
un pasaje hacia un nivel superior de vida.
"La vida te da sorpresas" -pensaba. Si hubiera dependido únicamente de él, nunca habría escogido ese libro que abrió con cierta desconfianza pero cerró con placer.
Salgo de expedición.
Busco nuevas ideas, mundos nuevos, nuevos puntos de vista.
Pero siempre vuelvo.
Vuelvo a lo básico, a lo auténtico, a lo esencial.
Vuelvo a las caricias, los besos y los abrazos.
Vuelvo a bucear entre lecturas.
Siempre vuelvo a ti,
a la tierra madre.
Depositó el libro en la palma de su mano con sumo cuidado. Con voz temblorosa le susurró al oído: "Ten valor, después no volverás a ser el mismo".
Se sintió en la obligación de advertirle. Leer es una actividad de alto riesgo y tal vez su amigo aún desconocía el poder transformador que puede tener un libro.
Solía decir que escribía para ordenar sus ideas.
En realidad escribía para liberarlas, para echarlas a volar y dejarlas caer en mágico desorden, como las hojas caducas de un árbol centenario que están siendo atravesadas por un otoño reflexivo.
Te recorren inquietudes que no identificas. Te faltan datos. Nos faltan datos. Demasiadas incógnitas sobre la vida.
Permaneces en estado de alerta. Los sentidos desplegados. La mente abierta.
Y buscas. Buscas entre líneas que otros escribieron, mientras intuyes que la lectura es, tal vez, el sendero mejor iluminado hacia el sentido.
Libro en mano. Ojos entornados.
Visitas mundos ajenos que fueron creados a tu medida.
Desde el otro extremo del cuarto soy testigo de la maravilla.
No levantes la vista. No destruyas este momento.
Nunca fuiste más tú que en este preciso instante.
Cuando quise devolver aquel libro a su estante, ya no pude. Los volúmenes que durante tanto tiempo fueron sus vecinos habían recuperado el sitio que les correspondía por derecho. El espacio que ocupaba ese libro antes fue repartido y ocupado con alivio por los demás. Y decidí ponerlo en otro sitio y dejarlos respirar.
¿Quieres saber por qué leo?
Leo para tener y contener, para aprender y desaprender, para volar y sobrevolar.
Leo con todos mis sentidos para acariciar el sinsentido.
Leo con la ansiedad del que quiere calmar su ansia de ser.
Mares de ideas. Océanos de historias.
Montañas de papel. Praderas de palabras.
Y tú, al otro lado, invitándome a cruzarlas.
Somos demasiado distintos.
Yo, que me cuesta tanto pasar página.
Tú, siempre deseando comenzar libro nuevo.
Lo nuestro tiende al fracaso porque nunca leeremos el mismo libro.
Hay libros tibios. Grises, blandos, inertes. Abandónalos pronto. No pierdas tiempo ni gastes energía con ellos. La necesitarás toda más adelante, cuando tus ojos se tropiecen con uno de esos textos de fuego que te agarra las entrañas y te vuelve del revés.
Las bibliotecas son lugares especiales. Puntos que concentran pasiones, sueños y sabiduría. Universos mínimos que proyectan su contenido en infinitas direcciones. Altares desde los que se practica la liturgia de convocar algo profundamente humano.
Se desnudó despacio, débilmente y desde dentro.
Se desnudó sin pudor, vanidad ni picardía.
Se desnudó tanto que tuve la sensación de que podía leerle.
Los que piensan que sólo existe un tipo de realidad están equivocados. La fantasía es otro tipo de realidad en la que habito. La magia existe y yo la practico. Desencadeno el hechizo que la invoca cada vez que abro un libro.
La tecnología te rodea. La publicidad te bombardea mientras el telediario escupe malas noticias. Y te duele el mundo porque lo sientes cada vez más feo, cruel y despersonalizado. Por suerte, es fácil hacer el gesto de abrir un libro y recuperar rápidamente la fe en el ser humano.
Leyó tanto que tuvo la sensación de comprender un poco más al mundo y a sí mismo.
Leyó tanto que intuyó que la gran similitud entre las palabras "libro" y "libre" no era casual.
La noche cayó y se despojó de todo. Las gafas, los zapatos, la ropa... lo accesorio dormía ya en el otro extremo de la habitación. No así su libro que, aunque yacía en la mesilla, se había desdoblado y quedaría para siempre formando parte de su ser, en su interior.
Corre, lánzate, aparca la prudencia, ama el riesgo, vive peligrosamente... -le gritaba su corazón, mientras su cerebro se esforzaba en acallarlo-. Hasta que, por fin, ambos órganos llegaron a una entente cordiale y proclamaron al unísono: LEE.
No voy a exigir ser tu personaje protagonista. Tampoco pretendo influir en el argumento, cambiar tus monólogos ni torcer la trama. Sólo te pido que añadas dos puntos al punto final y le otorgues a lo nuestro una nueva oportunidad.
El nombre no coincidía. Aun así, no tenía la más mínima duda: el escritor la había convertido en protagonista de su libro, regalándole así una de las formas más hermosas que adopta la inmortalidad.
"En lugar de leer prefiero vivir" -sentenció su hijo-. Qué frase tan estúpida. ¿No se daba cuenta de que leer es vivir más, alimentar la vida, vivir de manera enriquecida? ¿Y que una vez experimentas esto sólo puedes aspirar a vivir de esa manera?
Era práctico, había que reconocerlo. En lo que ocupaba la palma de su mano cabían más títulos que en toda su biblioteca. Pero no podía tocar el papel, acariciar la portada ni oler la tinta. Se perdía el goce de los sentidos. Aunque el contenido fuera el mismo, la experiencia era distinta.