"Nadie, ni yo ni nadie, puede andar este camino por ti.
Habrás de recorrerlo tú solo.
No está lejos; lo tienes a tu alcance.
Tal vez estás en él desde que naciste, sin saberlo.
Tal vez está en todas partes: en el mar y en la tierra".
(Walt Whitman, "Hojas de hierba").
Violeta recibió su nombre en honor a la flor predilecta de su madre. Le gustaban estas florecillas silvestres, de apariencia frágil e insignificante, que enraizaban con facilidad en la tierra y en poco tiempo llegaban a cubrir los alrededores, mostrando así que su debilidad era sólo una ilusión.
Su apellido es occidental y sus rasgos físicos concuerdan con el aspecto de su madre, Lulú Minturn, de origen norteamericano.
Lulú puede recordar con claridad su vida anterior en San Francisco, pero la joven Violeta sólo guarda en su memoria recuerdos de Shanghái, la ciudad donde nació y en la que siempre ha vivido. Su hogar se encuentra en la
Oculta Ruta de Jade (más conocida entre los varones chinos por la Casa de Lulú Mimí), que en 1912 se considera una de las mejores casas de cortesanas de la ciudad.
Lejos de ser únicamente un lugar en el que se ofrecen favores sexuales a cambio de regalos y dinero, la Oculta Ruta de Jade es un punto de reunión imprescindible para cualquier empresario de cierto nivel que pretenda hacer negocios en
Shanghái. Lulú desempeña su papel de propietaria de la casa a la perfección. Ella conoce las pretensiones de sus clientes, sabe los negocios que se traen entre manos, detecta sus necesidades y pone en contacto a personas con intereses complementarios, sirviendo de puente de unión entre empresarios chinos y norteamericanos. Gracias a su intervención han tomado forma acuerdos profesionales que después se han traducido en suculentas operaciones comerciales, rompiendo la distancia entre nativos y extranjeros que en cualquier otro ambiente habría sido imposible de superar.
Lulú cuenta en casa con la ayuda fiel de Paloma Dorada y comparte alojamiento con un buen número de
cortesanas, bellas y jóvenes "flores" que resultarían atractivas físicamente para cualquier hombre. A diferencia de los prostíbulos, en las casas de cortesanas se aprovechan los múltiples matices de la sensualidad para otorgar a la compra de sexo de un valor añadido. En ellas rigen ciertas normas que prolongan el deseo antes de ser consumado: el cliente corteja a la "flor" haciéndole entrega de valiosos regalos y utilizando sus armas de seducción, con la esperanza de ser el afortunado que en un plazo medio de tiempo será escogido para entrar en su "boudoir" y disfrutar con ella de los placeres de la carne.
En este entorno se desarrolla la infancia de
Violeta. Su interior alberga dos preguntas que le crean un inmenso vacío, cuya respuesta teme más que nada en el mundo. La primera tiene que ver con sus orígenes y con la sospecha de que por sus venas corre sangre china además de americana. Esta duda traza en ella una línea imaginaria que divide su ser en dos mitades, le impide reconocerse y sabotea la búsqueda de su propia identidad. La segunda, más que una pregunta, es la certeza de saberse poco querida por su madre. Sin embargo, Lulú y Violeta se verán obligadas a separarse antes de que logren resolver sus diferencias. Las dos mujeres sufrirán las consecuencias de encontrarse en medio de la enorme brecha que divide Oriente y Occidente, dos culturas opuestas donde el peso de la tradición de la primera se contrapone al pragmatismo de la segunda, sin ni siquiera sospechar que los caminos de ambas tienen muchos rasgos en común.
En "
El valle del asombro"
Amy Tan desgrana un sinfín de sentimientos encontrados para contarnos, con la sabiduría de quien acostumbra a bucear en las profundidades del corazón, la historia trágicamente hermosa de tres generaciones de mujeres que tratan de sobrellevar la pesada carga que el destino ha reservado para ellas, tres mujeres fuertes cuyas circunstancias fueron cambiadas contra su voluntad y que necesitan recomponer los momentos de sus vidas fracturadas para poner fin al dolor y dejar paso, al fin, a su verdadero yo.