Como afirma Nadezhda Mandelstam el amor no es sólo un juego o una fuente de alegría, sino que también forma parte de "la incesante tragedia de la vida". Por una parte puede destrozarnos y por otra dar sentido a nuestras vidas, convertirse en la razón principal por la que vivir. Cuando ocurre lo segundo no importa a qué pruebas te someta la existencia, no importa que las fuerzas del destino se coaliguen contra ti o que caigas en desgracia ante los ojos de los dioses, el amor todo lo vence ya que sólo él basta.
Lina Codina nace en Madrid en 1897. Hija del español Juan Codina y la rusa Olga Nemivskaia, ambos cantantes líricos, se traslada de niña a Nueva York donde unos años más tarde conocerá al pianista y compositor ruso
Sergéi Prokofiev. Tras unos años de intenso romance en los que la pareja vivirá en las fascinantes Nueva York y París de entreguerras Lina y Sergéi se casarán para trasladarse definitivamente a Moscú en 1927, donde Prokofiev será recibido como héroe nacional. En 1948 Lina es detenida por la policía política de Stalin y acusada falsamente de espionaje y traición. Tras ser torturada en la lúgubre prisión de Lubianka es condenada a veinte años de reclusión en un gulag cercano al círculo polar ártico, campo de trabajos forzados en el que sobrevivió seis años antes de ser indultada.
Durante los años 20 en París Lina, mujer bella, elegante, culta y políglota -hablaba cinco idiomas- frecuentó la amistad de músicos como Rubinstein, Rachmaninof, Ravel, Andrés Segovia o Manuel de Falla, de escritores como
Hemingway, Pasternak,
Jean Cocteau o Raymond Radiguet, de pintores como Picasso o Matisse y de personajes inclasificables pero muy influyentes como Gertrude Stein o Cocó Chanel. Lina, como Hemingway, tuvo la suerte de haber vivido en París de joven y, como al gran escritor americano, París la acompañó el resto de su vida. Incluso en los difíciles años del
Gulag, el recuerdo de los años vividos en la ciudad-luz le ayudaron a mantenerse viva. Para ella la memoria era "el único rompehielos" de la realidad del campo de trabajo. Una hermosa noche de recuerdos prolongaba su vida un año más en este infierno helado. Pero fue sobre todo su gran pasión por Prokofiev, el hombre que puso música a su vida, lo que constituyó el
leitmotiv de su existencia. Tras su excarcelación y hasta su muerte en 1989, habiendo sobrevivido a
Prokofiev 36 años, nunca dejó de mantener la memoria y el legado musical de su marido, constituyendo una fundación que lleva el nombre del genio musical ruso.
El gran terapeuta
Viktor Frankl, contemporáneo de Lina, pensaba que haber sido era también una forma de ser, que ningún poder de la tierra podía arrancarte lo ya vivido. Lina pensaba lo mismo. Para ella, que sólo temía al olvido, pasear por sus recuerdos fue su manera de no ser vencida por el destino, una fuerza a la que se enfrentó con valor en los malos tiempos y a la que bendijo en los buenos.