"A veces inventamos personas,
y las inventamos tan bien y tan a nuestra medida,
que se hace muy difícil olvidarlas.
Y muy doloroso.
Es como si mataras algo en tu interior,
porque en efecto, sólo es allí donde han habitado".
"
Hugo Mendoza falleció ahogado a la edad de cuarenta y cinco años en un accidente náutico en la localidad alicantina de Jávea". Esto es todo lo que se sabe de uno de los escritores más populares del momento y lo cierto es que sorprende encontrarse con una biografía tan escueta. El misterio rodea la vida de este escritor, que ha sabido ganarse el respeto de la crítica y cautivar a una legión de lectores. Su pasado se muestra como una página en blanco y nadie ha podido averiguar más datos de su vida; ni siquiera
Víctor Vega, un profesor de la Facultad de Filología de Valencia apasionado por la literatura que ante todo es un profundo admirador de la obra de Hugo Mendoza. Y no puede decirse que no lo intentara. Puso todas sus energías en ello hace diez años, cuando estaba preparando su tesis doctoral sobre su autor favorito y llegó incluso a entrevistarse con su viuda, que se cerró en banda sin regalarle ni un solo dato que pudiera servirle para completar su biografía.
Por eso es extraño que, pasado tanto tiempo, sea ahora ella la que sugiere una cita.
Ana Cifuentes, la viuda de Hugo Mendoza, le propone un encuentro para hablar del que había sido su marido. A él, a
Víctor Vega, un profesor ayudante de vida disoluta, débil ante las tentaciones y los vicios, que además presenta problemas con la mafia y la justicia... En todo caso, es probablemente el mejor especialista de la obra de Hugo en España y todo un experto en el campo de la literatura comparada. Y a pesar de su personalidad de apariencia contradictoria, lo cierto es que tras este atractivo vividor con demasiada suerte asoma cierta nobleza y honestidad hacia unos valores que defiende con uñas y dientes, aunque su comportamiento sea el producto de una dudosa moral.
La proposición de la viuda no puede ser más sugerente para alguien que adora al escritor: averiguar si
Hugo Mendoza sigue vivo. Ana Cifuentes deposita su confianza en Víctor para tratar de esclarecer esta duda que le corroe por dentro durante demasiado tiempo. Aunque la versión oficial confirma la muerte del escritor, existen pruebas que despiertan dudas razonables sobre la veracidad del hecho: cada año, siempre el mismo día, su viuda recibe un texto original con una nueva novela de Hugo Mendoza. Ana no podrá descansar tranquila hasta saber con certeza si el amor de su vida sigue o no en este mundo, aunque para ello tenga que lidiar con los fantasmas personales de su pasado.
Víctor acepta y se pone a trabajar en el caso de inmediato. Pero no será el único que se involucre: su amiga
Paloma (
Pam para abreviar), un genio de las matemáticas con problemas de sobrepeso, ácida, bruta, divertida, irreverente, sagaz y poseedora de un corazón que no cabe en su enorme cuerpo, le protegerá en la distancia como si de su ángel protector se tratara. Un ángel de la guarda ayudado por
Santa Tecla, una monja de clausura que domina la informática mejor que un hacker, con la que Pam comparte habitación. El círculo de investigadores aficionados se completará con
Bea, una hermosa mujer cuyo espíritu libre y belleza salvaje no pasarán desapercibidos a ojos de Víctor.
Joaquín Camps ha creado en "
La última confidencia del escritor Hugo Mendoza" una novela trepidante donde la trama toma direcciones inesperadas casi en cada página. Se reciben con gusto los momentos para la reflexión, breves pero abundantes, que salpican los diálogos. Se trata de un thriller muy mediterráneo, por los escenarios en los que discurre la historia y por la personalidad de los personajes, pero también por el propio carácter de la obra: abierto, dinámico, franco, apasionado, vital, espontáneo y con altas dosis de humor refrescante que invitan a la carcajada limpia. Ingredientes todos ellos que contribuyen a conformar una de esas novelas imposibles de dejar en la mesilla tras haber leído unas páginas, convencido el lector de que seguir leyendo es la mejor de las alternativas.