El 14 de noviembre de 1959 tuvo lugar en Kansas el brutal asesinato de los 4 miembros de la familia Clutter.
Este hecho dio lugar a que Truman Capote escribiera “A sangre fría” que vio la luz en 1966 y que, por un lado, está considerada la primera obra true-crime (o non fiction novel, como la definió su autor) y, por otro, es la responsable de la consagración de Capote como uno de los mejores novelistas norteamericanos del S.XX.
Como no hay cara sin cruz, la ejecución de esta novela, que se prolongó durante seis largos años, marcó a Capote de tal manera que no fue capaza de volver a terminar ninguna obra.
Al hilo del éxito alcanzado por el libro, en 1967 Richard Brooks escribía, producía y dirigía la película homónima.
Ambas obras perseguían (y conseguían) lo mismo. Querían que conociéramos íntimamente a las víctimas y a los verdugos, así como a la tranquila comunidad que durante un tiempo dejó de serlo por culpa del cuádruple crimen y todo lo que vino después.
Y es precisamente en este punto, cuando se pone en marcha el rodaje de la película y Truman Capote vuelve a Garden City tras haber publicado su exitosa novela, cuando el cómic, publicado por Astiberri, se hace cargo de la historia. No tanto para recontarnos unos hechos, a estas alturas sobradamente conocidos, como para hablarnos del proceso de escritura y acercarnos a su autor mostrando cada una de sus rarezas.
En el tebeo se nos muestra a un personaje digno, lo cual es de agradecer ya que, debido a sus infinitas excentricidades, sería muy fácil caricaturizarlo y, sin embargo, Xavier Bétancourt, guionista del cómic, ha elegido omitir la burla para acercarnos al hombre que hay detrás del escritor. Nos invita a conectar con la persona dejando de lado al personaje.
Pep Domingo (Nadar) se ocupa del dibujo. Hace gala del trazo suave y elegante que le caracteriza y utiliza una paleta de colores cálidos y brillantes que pretenden iluminar (y contrastar) la oscuridad de la historia que marca el camino que, si bien no es el hilo argumental principal del tebeo, subyace en cada viñeta. Además, el crimen, la investigación, y la ejecución de los culpables, van apareciendo en la obra en forma de fotograma, ya que Nadar salpica el libro con algunas páginas en blanco y negro que representan fielmente escenas de la película y que sirven para contextualizar la narración.
Con “A Sangre fría” pasa como con todos los clásicos. Se habla tanto de ellos que, los hayamos leído o no, creemos saberlo todo.
La verdad es que no es así. No sabemos nada.
Por eso son necesarias obras como “Truman Capote – Regreso a Garden City”, porque nos complementan y no solo nos ayudan a ahondar en el tema tratado, sino que nos abren los ojos y despiertan nuestra curiosidad.