Hay varias circunstancias que no me gustan cuando empiezo a leer un libro, no voy a negar mi problema cerebral al respecto, pero es lo que hay. Me gusta que me recomienden libros, pero no me gusta que, de regalo, quien me lo recomiende me cuente su vida y los cambios que el libro produjo en ella; no me gusta que me presten libros, por el amor de Dios, qué es eso de compartir semejante intimidad con alguien sin conocer sus antecedentes…; hay otras muchas cuestiones que me gustan o no me gustan, pero desde luego no me gusta que me digan que un libro es el más divertido, el más tétrico, el más mistérico… ¿acaso mi sentido del humor, del miedo, de la sensibilidad… tiene que ser como el de esa persona que lo ha valorado? «El libro más divertido que vas a leer…», leí. ¿De verdad? Y si no lo es, ¿qué?
Pues una vez dicho esto, lo siento mucho (en realidad no lo siento nada, pero me apetecía parecer cuasi amable en este momento), pero mi sentido del humor dista mucho de quien ha hecho esas valoraciones casi impositivas. Al acabar el libro, me sentía mal porque esta lectura no me hubiera arrancado ni una media sonrisa. Pero eso no es culpa del autor, me da que las editoriales están entrando poco a poco en una rutina de pastoreo con los lectores, y no me gusta nada que decidan por mí de esa manera y me digan de antemano lo que voy a sentir. Porque al leer esas sentencias no me parecen opiniones de lectores, sino mensajes puramente comerciales.
Evidentemente, parece que estoy en un momento complejo de mi existencia para con la humanidad que intenta aborregar a los demás.
"La tienda de la felicidad" es entretenida, se lee fácil (salvando la dificultad que, por ejemplo, para mi madre, supone seguir el hilo del cruce de correos, por mucho que se utilicen colores). Me quedo con varios momentos concretos que dan de sí para conocer un poquito la vida de Carmelo, al margen de suposiciones sobre su vida en conjunto: desvirtualizar a Mari Carmen; la relación con su sobrino, Jacobo; esos servicios en línea que no sirven para mucho (bueno, para nada) y la relación con la madre.
Desvirtualizar a Mari Carmen lo entiendo como un pequeño paso hacia la reconciliación con la sociedad —a saber qué le ha hecho a Carmelo la sociedad para encerrarse en su ordenador— y dos pasos de gigante hacia la enemistad con la sociedad cuando descubre lo que descubre sobre la vida de su «amiga». Con su sobrino mantiene una relación beneficiosa para ambos: Carmelo intenta estimularlo a hacer lo que a Jacobo le gusta y Jacobo representa un puente firme entre la vida allá afuera y la casa de Carmelo. La relación con su madre se intensifica, virtualmente, cuando… no digo cuando, porque está feo destripar los libros, pero lo importante es lo que eso dice de Carmelo y de la necesidad de amor sincero que tiene. O eso creo yo. De los servicios en línea que no valen para nada, no me molesto en decir nada más que no voy a decir nada.
Carmelo, en el fondo, es una persona que ha decidido vivir su vida como quiere, sin convencionalismos sociales que le obliguen a ir, hacer, decir, aceptar… solo busca ser feliz o intentarlo como él decida y sin tocar las narices a nadie (porque quienes no aceptan la vida de Carmelo como este decide vivirla… esos cuentan poco). La cuestión es que hemos tildado de «no normal» (para ser fina) que una persona tenga criterio propio, que no se quiera dejar aborregar y elija su modo de vida aunque no sea la moda social del momento, y por eso lo convirtamos en «raro», «asocial», «enfermo»…
Página 72, en un intercambio de correos con su sobrino, Rodrigo M. A. pone en boca de Carmelo la frase por la que a mí me ha merecido la pena leer todo el libro y descubrir cómo se desarrollan estos pocos días en la vida del protagonista: «Mi pregunta, Jacobo, es esta: cuando uno habla de que está todo dicho, ¿realmente es eso lo que quiere expresar? ¿O, más bien, lo que quiere expresar es que «él» es incapaz de decir algo nuevo?». Y me pregunto yo: ¿o, tal vez, no quiera compartir lo que piensa? ¿O, simplemente, no se quiere molestar en buscar más allá de lo que nos dan masticado para que no nos salgamos del rebaño?