Eduardo Mendoza pide a los lectores que lean "Riña de gatos" (Premio Planeta 2010) con absoluta inocencia. Nos dice que es como "una vieja película de Disney" e insiste en que no es un libro más de los que tratan sobre la Guerra Civil.
Pero cuando abrimos un libro de Mendoza es muy difícil mantenerse inocente y no esperar una historia cargada de picaresca, crítica social, ironía y parodia. Y además en este caso la trama se desarrolla en el ambiente previo a la Guerra Civil española, incluso aparece como pieza fundamental José Antonio Primo de Rivera.
Sin embargo, tiene razón el autor cuando proclama estas palabras."Riña de gatos" lleva la marca de las novelas de Mendoza, burlescas y entretenidas, pero carece de mensaje político y no emite ningún juicio de valor. El mismo señala: "planteo dilemas morales al lector, le obligo a que escoja su posición en cada circunstancia". En definitiva "es como las viejas películas de Disney, en las que se entremezclaban imágenes de actores reales y personajes de dibujos animados".
El argumento es, cuanto menos, singular. Madrid, marzo de 1936. Anthony Whitelands, un joven inglés experto en arte, llega a la ciudad dispuesto a cumplir un encargo consistente en tasar una obra de Velázquez. Por diversas circunstancias se acaba encontrando con José Antonio Primo de Rivera, que en ese momento está conspirando para tratar de derribar el régimen republicano. Whitelands pasa por muchas penalidades y momentos de gran angustia, se encuentra perplejo, desorientado e indefenso, superado por los acontecimientos al verse inmerso en un mundo violento y lleno de conspiraciones y simulaciones; es un héroe al estilo que Mendoza nos tiene acostumbrados. Por si esto no fuera bastante, el autor adereza la historia con momentos de mucha acción, alta tensión, humor, intriga y enredos amorosos.
Habrá quien vea en ella una novela histórica que nos hable de un periodo delicado para España. Para otros será una ficción trepidante de espías, una comedia de enredo en ocasiones hilarante, una historia dolorosa y angustiosa o incluso una melodrama romántico a modo de folletín.
También habrá quien la califique de excéntrica, imaginativa, amarga, estrafalaria, cómica, singular, absurda, amena y sarcástica. Y quien extraiga de ella profundas reflexiones sobre la condición humana, el azar, el arte o la estupidez. Yo particularmente pienso que, cuando una novela es capaz de sugerir todo esto, sin duda merece la pena leerla.