"Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece"
(Eurípides)
Julien Gracq publicó en 1970 con su habitual editor
José Cortí un volumen titulado "La presqu´île" (
La península), integrado por tres textos independientes, el tercero de los cuales titulado "
El rey Cophetua" fue publicado por la
editorial Nocturna en el año 2010, con una excelente traducción de
Julià de Jòdar. En el 2011 la misma editorial y el mismo traductor publicaron "
La península", segundo texto de la serie y que daba título al conjunto.
La historia narrada en "
El rey Cophetua" transcurre en una tarde-noche otoñal de 1917, la
Primera Guerra Mundial asola a Europa. Un excombatiente francés viaja hasta
Braye-La Forêt, donde tiene previsto encontrarse con un antiguo camarada de armas,
Jacques Nueil, que lo ha citado en su casa del bosque. El amigo no aparece en toda la noche, pero la larga
espera tiene sus frutos: un inesperado y extraño encuentro erótico con la misteriosa doncella que atiende la mansión.
En una noche "surcada por algo suave, triste y ardiente" el invitado
espera y esta disposición paciente prepara la llegada de ella, sin nombre, sin apenas voz ni figura, una "mujer sobrevenida" que se confunde con la oscuridad, enciende su pasión y le proporciona un placer "violento y breve", pero carente de intimidad. A la mañana siguiente algo ha cambiado en él, empieza a transitar por un camino que ella ha abierto, sintiéndose disponible para el mundo, liviano, "como si la vida se hubiera vuelto momentáneamente más ligera, más cercana".
La
espera es lo que "ocurre" entre la ausencia y la presencia. Algo se retrasa y uno aguarda, y este retardo temporal es un no-acontecimiento que abre un espacio para que ocurra lo inesperado. La espera dilata el tiempo y su transcurso, crea -en palabras de
William Somerset Maughmam- una "atmósfera de suspensión", un clima propicio para la apertura al mundo, para la recepción de lo no esperado, de lo sobrevenido. La espera pasa de una sucesión de espectativas encadenadas al vértigo de la incertidumbre. "La
espera -como dice
Blanchot- ignora y destruye lo que espera.