«… de esos perversos vivos…». Javier nos ofrece en estas páginas su vida, cómo vivió cada etapa de su vida alrededor de su familia, amigos…
Paz, su madre, necesita enamorarse, o quizás no, simplemente necesita sentirse deseada sexualmente, o quizás solo tenga necesidad de tener sexo con hombres, pero ya no con su marido. Son jóvenes, pero ya no quiere tener intimidad con él.
Javier, en su adolescencia, siente deseos, siente cosas dentro de sus pantalones. Pero no es lo que se espera de un adolescente. No es lo que la moral religiosa espera de un futuro hombre de provecho. No es lo que sus amigos quieren esperar. No es lo que sus padres querrían sospechar. No se va a convertir en el estudiante de leyes que algunos esperan.
Ben, ese amigo judío de Javier, tampoco será lo que se espera de él. No será nada. No llegará a ser nada hasta el final de las consecuencias. Se quedará a medio camino de todo lo que haga en su vida. Las amistades. El sexo. Las drogas. No será capaz de llevar nada hasta el final. Un quiero y no puedo.
Como un quiero y no puedo es la vida de la mayoría de los personajes que encontraremos. Paz, quiere algo más, siempre algo más, pero no logra alcanzar nada que la saque de lo que se espera. Agustín, el padre de Javier, ¿tiene una vida plena? Plena para quién. Tiene un trabajo, una hipoteca, una familia. ¿Tiene éxito profesional? ¿Tiene éxito familiar? ¿Tiene éxito con sus amigos? ¿Tiene amigos?
Marcelo, el hermano pequeño de Javier, tiene una esposa, descendencia… descendencia que ni siquiera recuerda el nombre de su abuela paterna. Porque Paz ya no está. ¿Y Rodrigo? Aquel hermano pequeño que no tuvo tiempo de tener sueños para su existencia, de tener planes… Quizás él sea el hombre más pleno de los que aquí encontramos, pero ni siquiera es un hombre, es solo un niño que sufre un fatal accidente cuando su vida solo se cuenta entre juegos y el amor materno. ¿El principio del fin para todos los personajes? No lo creo, el final de estos personajes estaba escrito antes que el principio. Lo que se espera de cada uno de ellos. Lo que la sociedad espera. Lo que la religión espera. Todas esas formas correctas de ser son las que acaban con las vidas de estos personajes.
El fracaso llevado al extremo. No por irreal, sino por reunirse siempre alrededor de una misma persona. Familia, amigos, conocidos, el propio Javier… todos ellos están destinados a fracasar en sus vidas, en sus intentos de vida, porque ninguno de ellos tiene valor para mostrarse tal y como es, amparados en convencionalismos.
El TIEMPO que Lazcano da a sus palabras, a su narrativa, a sus personajes, a sus historias de la vida, a los temas más controvertidos en épocas en las que no deben ser tratados nos traslada a una vida lenta, con emociones contenidas que casi no queremos disfrutar ni compartir porque no es lo que se espera… Un TIEMPO que, desde la poesía de Leonard Cohen, nos lanza una pregunta que no podemos contestar, porque nosotros no somos los destinatarios, nosotros estamos vivos. ¿Lo estamos?