"Qué extranjera raza la de los adultos, la de los hombres y las mujeres. Qué extranjeros y absurdos, nosotros. Qué fuera del mundo y hasta del tiempo. Ya no éramos niños. De pronto ya no sabíamos lo que éramos".
La hipócrita paz de la isla oculta los odios, rencores y envidias enraizadas que van pudriendo por dentro a sus habitantes. Hasta el horrible aliento de la guerra, real y cercana, queda distorsionado por la calma pegajosa que se ha instalado permanentemente en aquel apartado trozo de tierra a la que
Matia llegó con doce años. Ahora, dos años más tarde, con una madre muerta, un padre siempre ausente y un país dividido, a
Matia no le queda más remedio que permanecer allí, acostumbrarse al trato helado de su
abuela y aprender a ignorar la repugnancia que su falta absoluta de piedad le produce.
A pesar de su avanzada edad, la
abuela sigue manteniendo su posición de poder en la isla. Siempre ha sido un personaje importante y continúa manejando los hilos en su pequeño reino.
Borja, no cabe duda, se parece a ella.
A pesar de ser primo de
Matia y de tener tan solo un año más que ella, el joven
Borja, tan encantador cuando le interesa, tan ladino y manipulador cuando persigue el favor de alguien, es muy diferente de su prima.
Borja, ese pequeño tonto fascinado por la leyenda de un personaje enigmático al que siempre se quiso parecer, deslumbrado por la filosofía de vida distinta, loca y salvaje de un hombre que siempre fue libre como el viento llamado
Jorge de Son Major. Cuánto daño puede hacer una obsesión egoista en un corazón mezquino que todavía se está construyendo.
Ambos -quince años él, catorce ella- no son más que dos
niños abriéndose a la vida. Dos animales solitarios, "como casi todos los muchachos del mundo", que encaran el paso a la edad adulta a trompicones, según les dicta su carácter y sus impulsos más básicos.
Borja, dando rienda suelta a la maldad que ya lleva incrustada en lo más profundo de su ser.
Matia sufriendo, conteniendo, involucionando para poder evolucionar. Ha dejado de ser una niña para ser un proceso, un proyecto, un boceto de algo desconocido. Ya no pertenece a la
infancia, está en terreno de nadie, un lugar frío y extraño donde se prolonga la inmensa soledad que sentía en su
niñez. Es un ser indefenso ante un mundo que presenta demasiadas incógnitas, un espíritu demasiado virgen para enfrentarse a las oscuras revelaciones de los mayores; alguien obligado a despertar a un mundo incomprensible, sucio y aterrador, el mundo de los adultos.
Matia se encuentra ante un precipicio "malo y grande" al que le han obligado a arrojarse y sufre el abandono irremediable de la
infancia. Todo le duele, sus actos, sus no-actos y hasta ella misma. Es un momento clave, un hito de algo que ya no volverá, un punto de no retorno que marca el final de una etapa, la más inocente, blanca y limpia, la que experimentó cuando aún lo tenía todo por estrenar. "¿Será verdad que de niños vivimos la vida entera, de un sorbo, para repetirnos después estúpidamente, ciegamente, sin sentido alguno?"