"A todos los deseos hay que preguntarles lo siguiente: ¿Qué me sucederá si se cumple lo que el deseo persigue? ¿Y si no se cumple?"
(Epicuro)
Cualquier vuelta a lo primordial, a los orígenes, debe ser, usando un término de
Agustín Paniker, retro-progresiva, un paso atrás que nos sirva para tomar impulso hacia delante, hacia la consecución de nuestros sueños más íntimos y el proyecto vital que éstos han diseñado. De no ser así, esta "aproximación al origen" puede convertirse en una involución desvitalizadora. Vivir cansa, vivir en una gran ciudad extenúa. Volver a la
sencillez, a la simplicidad, a cierta desnudez, a la lentitud, a la austeridad feliz, a la verdadera fraternidad, al íntimo contacto con uno mismo, a la tierra y a sus ritmos, en definitiva, a una vida más fundada en el ser que en el tener, se impone como necesidad o como huida. Pero no es un paso fácil, ni fácil es asumir las consecuencias y el día a día de la nueva vida. Nos acosan los miedos y las dudas. El miedo a perder para siempre lo que teníamos, el miedo al fracaso de nuestras expectativas, el miedo a no estar a la altura de los nuevos requerimientos y las dudas acerca de los verdaderos motivos de nuestra decisión, las dudas acerca de nuestras auténticas fuerzas, la duda de si por fin encontraremos la paz.
Nadia y
Martín, a pesar de sus dudas y sus miedos, lo intentan. Vuelven a lo primordial y eligen como escenario una pequeña
aldea perdida entre el mar y la montaña, acompañados por sus escasos habitantes, algunos que también como ellos volvieron al origen y otros que siempre estuvieron en él. Pese a vivir juntos como pareja,
Martín piensa que el camino deben recorrerlo en solitario "cada uno en su trinchera", su objetivo vital es "crecer antes de morir y no sentir nostalgia por el pasado" y lo va consiguiendo. A medida que pasa el tiempo siente que crece, que la soledad y el acercamiento a la tierra le hacen crecer. La evolución de
Nadia es más pausada. No estaba ni tan convencida ni tan preparada para el cambio como
Martín.
Nadia sigue un proceso de lenta "fermentación" emocional en el que lo importante no son las ideas y los principios, sino las emociones y las relaciones humanas, pues sólo en relación, sólo cuando alguien pronuncia su nombre, recuerda que sigue viva. De ahí que necesite al viejo
Damián para que le enseñe el final y a la joven
Zhenia para que la lleve hasta el principio.
"
Por si se va la luz", como la propia autora dice, es una novela coral. Su estructura no es lineal, aunque entre la sucesión de monólogos que la componen sí se dibuja una línea argumental que nos hace avanzar en su comprensión. De alguna manera está inspirada formalmente por dos obras fundamentales para
Lara Moreno: "Mientras agonizo" de
Faulkner y, sobre todo, "Las olas" de
Virginia Woolf. La técnica del monólogo y más concretamente la de la combinación de varios monólogos permite a la autora, según ella misma confiesa, escapar de las limitaciones del uso de una sola voz.
En las crisis existenciales, en los momentos bisagra que conectan un pasado reciente y un futuro próximo, lo que somos lucha por salir, pero lo que somos hay que ir definiéndolo día a día, hay que ir construyéndolo con lo que sobrevive de la lucha entre lo que fuimos y lo que queremos ser. Lo que somos es, pues, un conglomerado inestable de imprevisible evolución hacia el misterio y la vida no catalogada.