"Me dijeron que el amor debería ser incondicional. Esa es la regla, todo el mundo lo dice. Pero si el amor no tiene fronteras ni límites ni condiciones, ¿por qué iba nadie a intentar hacer lo correcto? [...] El amor debería exigir que ambas partes den lo mejor de sí mismas en todo momento".
(Amy Elliott Dunne)
Chico conoce chica. La chica es asombrosa. Literalmente asombrosa: es la
Asombrosa Amy, hija del matrimonio autor de una serie de libros que llevan este título y que están inspirados en ella.
Amy Elliott Dunne es
brillante. Inteligente, ingeniosa, preciosa, encantadora. Es, a ojos de los demás, perfecta. La mujer que todo hombre desearía tener. La hija que toda pareja querría criar. Prácticamente tan perfecta como la niña del cuento inventado por sus padres. Solo que nunca podrá llegar a ser como ella porque no compite en igualdad de condiciones. Es imposible ganarle la partida a un personaje de ficción ideado para hacer y pensar siempre lo correcto en todo momento.
De curiosidad insaciable, cerebro ordenado y mente analítica, sus pensamientos van siempre un paso por delante del de cualquiera. Por mucho que intente alcanzarla,
Nick no consigue llegar. Y por mucho que se esfuerce, Nick se ha convertido para ella en un marido previsible. Amy puede ver con claridad todas sus carencias y sus defectos, todos sus miedos, fantasmas y cicatrices. Tras varios años de casados conoce a la perfección la parte más oscura, la cara B. El verdadero Nick, el que apareció cuando quedó atrás el hombre detallista y romántico del noviazgo, es peor que el primero. Y esto, sin duda, es en cierto modo decepcionante. Nick es alguien distinto al hombre del que se enamoró. Alguien que ya no pone toda la carne en el asador de su relación, alguien que no se esfuerza lo suficiente.
Pero
Amy ya no está. Ha desaparecido sin dejar rastro. Todo apunta a un secuestro o, poniéndose en lo peor, a un asesinato, teoría que va tomando cuerpo cuantos más días pasan desde la pérdida. El supuesto homicida había entrado a la casa pero no había tomado nada de ella. Ni dinero, ni joyas, ni nada parecido: únicamente existían pruebas de que Amy había sido sacada de allí a la fuerza. Descartados unos cuantos sospechosos iniciales, el asesino podría haber sido cualquiera. Un delincuente o un ciudadano común. Algún forastero o alguien del pueblo. Un desconocido o alguien cercano a ella. Podría ser un vecino, un amigo o incluso un familiar. Podría ser... ¿Nick?
La opinión pública y los medios de comunicación elaboran su propio juicio paralelo siguiendo la máxima de que en este tipo de casos el culpable suele ser el marido. El extraño carácter de Nick y sus reacciones poco apropiadas teniendo en cuenta el difícil momento que atraviesa no ayudan nada y rápidamente se convierte para todo el mundo en el principal sospechoso. Y, lo que es todavía más preocupante, también para la policía.
Pero la trama de este thriller psicológico brillante y asombroso escrito por
Gillian Flynn no acaba más que de empezar. A partir de entonces se inicia una historia maquiavélica, refinada, perversa y espeluznante que desnuda la institución del matrimonio hasta arrancarle la piel para exponer en plaza pública su fea calavera. Chico conoce chica, chica conoce chico. Pero, ¿se conocen de verdad? No, no hasta que hayan alcanzado el punto de no retorno, el momento en que ambos dejen caer la máscara que utilizaron durante el cortejo para seducir a su presa. Y, si la convivencia sirve para conocer al otro, ¿por qué no va a servir también para conocerse a uno mismo? Gillian Flynn en "
Perdida" escanea minuciosamente la relación de pareja desde el punto de vista de Amy y de Nick, obteniendo una radiografía de la mente de cada uno de ellos. Después toma ambas imágenes y se las muestra a los dos. Esto les sirve para conocerse mejor, analizar su historia de amor y tomar mayor conciencia de sí mismos, lo cual no tiene por qué ser malo. A no ser que te horrorice lo que estás viendo.