Katherine Doyle, primogénita y única hija del duque de Gloucester, no es una mujer convencional. En lugar de limitar sus ambiciones a prometerse en matrimonio con un pretendiente de su categoría social, como hacen todas las jóvenes en la Inglaterra de principios del siglo XIX, ella tiene otro tipo de inquietudes que le importan más. Leer, leer, leer... "leer había sido y sería su verbo preferido, porque a través de los libros visitaba mundos que desconocía, culturas antiguas, y realidades que le habían censurado". Está de acuerdo con las ideas revolucionarias sobre igualdad entre sexos que Mary Wollstonecraft defiende en "Vindicación de los derechos de la mujer" y admira a Jane Austen, una escritora amiga suya que aprovecha para criticar la sociedad machista de su época en sus textos, camuflados bajo la apariencia inocente de novelas románticas.
Aunque sabe que le resultará imposible por ser una mujer, Kate siente pasión por la medicina y en el fondo de su corazón ansía convertirse en doctora. Siempre quiere saber más y a sus diecinueve años ya ha leído más libros que muchos hombres durante toda su vida. La joven desborda curiosidad y sed de conocimiento, dos dones valiosísimos que de poco le servirían en un mundo que reservaba el privilegio del saber para el sexo opuesto. Pero Kate ni siquiera tiene la oportunidad de luchar por su vocación: es acusada injustamente de los delitos de libertinaje y traición al Imperio Británico por haber sido infiel a su prometido con el francés José Bonaparte. Y, a pesar de ser víctima de una trampa orquestada en su contra, ni siquiera Matthew, que está destinado a convertirse en su marido, cree en su inocencia.
Este terrible error supone un punto de inflexión en la vida de Kate. La injusticia cometida contra ella le obligará a sacar la mujer luchadora que lleva dentro y a imponerse el objetivo, por difícil que parezca, de limpiar su honor y demostrar su inocencia. Comienza para la nueva Kate una andadura complicada y peligrosa, aunque altamente emocionante, en la que conocerá a otras mujeres dañadas como ella, heridas y adelantadas al tiempo que les ha tocado vivir, contrarias a las convenciones sociales que las consideran poco más que extensiones de los hombres. Pasará a formar parte de las Panteras, un grupo de mujeres que habían sido "víctimas de los hombres que no las amaban lo suficiente, víctimas de los tiempos y de la realidad, de los soberanos que no las valoraban. Pero, a diferencia de las damas conformistas, ellas querían revertir la situación". Y querían revertirla del mejor modo posible: de forma pacífica y elegante, tratando de influir sobre la sociedad aprovechando todos los medios que tenían a su disposición, intentando que la población femenina se empaparan de sus ideas de igualdad para convencer después a los hombres de que el cambio hacia una sociedad que tuviera en cuenta los derechos de la mujer era irreversible.
Se trata, sin duda, de un objetivo ambicioso y extremadamente difícil, aunque no del todo imposible. Alguien tiene que dar el primer paso y tal vez en ese momento existan en su país otras mujeres que piensen como ellas. Tal vez se atisbe en el horizonte el principio de una de las mayores revoluciones de la humanidad; tal vez los esfuerzos de las Panteras, este grupo de mujeres valerosas, íntegras e inteligentes, no sean en vano y estén más cerca de lo que creen de la primera victoria en la batalla que era necesario librar para conseguir "ensalzar el valor de la mujer como tal, como ser individual con pleno derecho a disfrutar de todo".