"El corazón no es un músculo, es un lugar [...] Si algo no llega al corazón, es como si no hubiera salido del destino. Es una carta no echada".
Hay personas que, en lugar de ser, tan sólo existen. Viven entre barrotes invisibles que otros han forjados para ellas a base de miedo y, desde su infierno personal, ven cómo se va debilitando la llama de la felicidad, sin poder evitar el modo en que se deslizan hacia un cuarto oscuro cada uno de sus sueños. El mundo tendría que ser más justo.
Justo lo deseaba con todas sus fuerzas: quería convertir a su familia en una familia feliz. Su madre tenía derecho a la felicidad y él se había impuesto a sí mismo la misión de conseguirlo. Que tan solo fuera un niño de doce años no debería ser un impedimento para intentar mejorar las cosas. Aquella noche mágica en la que todos pedían deseos y soñaban con que todo cambiaría a partir de entonces parecía el momento perfecto. Era el 23 de Junio de 1980, la noche de San Juan. Pero la diferencia entre Justo y el resto de la gente es que, mientras ellos se limitaban a desear, él convirtió su deseo en realidad.
Nadie sospechaba el plan que este niño, conocido en
Calabella como el hijo de el irlandés, había trazado. Ni sabía lo que escondía en su caja de galletas forrada de fotos de actores del Oeste, su caja de los tesoros y de los secretos más ocultos. Tan solo él era consciente de la responsabilidad que había adoptado para cambiar el futuro de su familia y hacer de este modo el mundo más justo. Más justo para él pero sobre todo para su
madre,
Teodora, a la que idolatra en un intenso sentimiento de amor correspondido. Porque el pequeño vive para ella y, tan sólo si su madre es feliz, podrá serlo él.
Decide provocar un cambio que le dé un empujón al destino y le saque de la realidad sórdida en la que vive. Escoge para ello el momento más mágico del año y la situación más oportuna. Aprovecha que la mítica
Ava Gardner tiene previsto visitar el pequeño pueblo de la Costa Brava en el que vive para inaugurar un cine de verano, un acontecimiento que tiene en vilo a todos los habitantes. Su intención es la de equilibrar las cosas y mejorar la vida de la persona más importante de su vida, una mujer que le adora cuya única válvula de escape es la relectura de "París era una fiesta", tratando de encontrar en el libro de Hemingway los sueños que le han sido robados. Por amor a su madre va a poner en práctica su plan pero, a veces, "los planes cogen atajos, van por su cuenta sin que nos percatemos de ellos" en ciertos momentos en que la vida "juega con nosotros cuando creemos que jugamos con ella".