Emma tiene cinco años. Una tarde, durante una excursión escolar, se pierde en el bosque. Horas después la policía la encuentra; su profesora, Mylène, que había salido en su busca, no aparece. Hay indicios de que ambas han estado juntas en algún momento, pero cuando preguntan a la pequeña, lo único que responde es: «No sé».
El lector sí lo sabe, y puede que piense que la autora ha dado demasiada información muy pronto y se pregunte, escéptico, de dónde va a salir la historia para rellenar todas las hojas que le quedan por leer. Algunas páginas —pocas— más adelante, lo sabrá —no sin asombro e incluso admiración— y tendrá la impresión de que están jugando con él, sensación que se repetirá a lo largo de la lectura en infinidad de ocasiones.
"No sé" es un thriller psicológico en estado puro, con pocos personajes. Por un lado lo protagoniza una familia en apariencia perfecta: Patrick, Camille y su hija Emma. Gozan de una buena posición económica y una existencia estable y tranquila. En apariencia. En realidad Camille, quien lleva el mayor peso emocional de la novela, se siente asfixiada en su papel de esposa y madre entregada, y ha comenzado una relación con un hombre que conoció en el colegio de su hija. La dosis de autoestima y revitalización que le aporta su aventura choca con violencia con el sentimiento de culpabilidad. Patrick es profesor de universidad, recto, serio y falto de empatía. Lleva su sentido de la justicia demasiado lejos. Emma, la niña bonita de sus padres, es definida por los demás como preciosa y extraña. Todos parecen creer que sus actos no poseen la inocencia que le correspondería por edad. ¿Puede una niña de cinco años ser fría y calculadora? ¿Y dar miedo? Y lo peor: su madre, Camille, llega a hacerse esas preguntas, y dudar de su propia hija añade un componente explosivo más a su ya inestable estado emocional.
Comparte el protagonismo otra familia, muy diferente: Mylène, la joven profesora desaparecida, y Étienne, su padre, quien se vio obligado, con más voluntad que acierto, a criar solo a su hija tras el abandono de su mujer. La relación entre Étienne y Mylène ha sido siempre voluble, basada más en la necesidad y en la obligación que en el amor y la comprensión.
Los personajes principales tienen un gran trabajo descriptivo en sentido psicológico. Si algo dejan patente a través de sus sentimientos y dudas es una lucha interna entre el mal y el bien, entre el amor y el odio; y la constatación de que, aunque resulte duro aceptarlo, sentimientos tan opuestos pueden coexistir hacia una misma persona.
Conocer tan a fondo los sentimientos y las motivaciones de varias personas con una relación estrecha hace complicarlo juzgarlas. Se difuminan los límites entre las culpas de unos y de otros, se confunden los detonantes y se duda entre quién es víctima y quién es verdugo. Una posible explicación es que todos representan ambos roles y la culpa debe dividirse. El problema entonces viene dado por la capacidad de cada uno para aceptarlo y ser capaz de seguir viviendo con ello.
El epílogo no da soluciones, deja un final abierto a la interpretación de cada uno.