"Las personas sometidas durante mucho tiempo a penurias pierden gradualmente la noción misma de libertad; se ven a sí mismas como criaturas dignas de compasión, y creen que todas las imposiciones a que les somete una mano férrea son legales e ineludibles".
(Jonathan Swift, "Ideas para sobrevivir a la conjura de los necios")
En el hombre coexisten íntimamente tendencias integradoras (Eros) y desintegradoras (Thanatos). Las tendencias desintegradoras, destructivas, egoístas, son las que justifican la existencia de los regímenes jurídicos y el control social, pero incluso si estas tendencias antisociales no existieran o desaparecieran, no desaparecería con ellas la necesidad del
poder político, al menos en su papel de dirigir a las comunidades hacia el
interés general, hacia el
bien común. Cuando esto no ocurre y los poderes políticos desprecian el interés de la mayoría, centrándose sólo en mantener su estatus de élite poderosa, surgen enormes problemas. El pueblo soberano en el que radica el
poder constituyente entra en conflicto con los
poderes constituidos. Estos conflictos, según
Lewis A. Coser, pueden ser funcionales o disfuncionales. Los primeros propician mejoras y reajustes de la estructura social y las relaciones de poder satisfaciendo mejor las necesidades individuales y grupales; los segundos amenazan la integridad del sistema.
En un momento como el actual de
crisis institucional y
política las circunstancias llaman a la
movilización, a la participación en conflictos funcionales capaces de provocar cambios en las inercias y derivas enfermas de nuestro sistema. En el origen de estos cambios siempre habrá una "
minoría consciente" (
Rudi Dutschke) encargada de despertar al resto de ciudadanos adormecidos, provocando con ellos una "progresiva ampliación de las minorías iniciadas", que necesitan además de la fuerza del número un programa, un proyecto definido, una serie de alternativas positivas e ilusionantes. Como dice
Toni Cantó en "
Movilízate!" la política no es un desastre, cierta forma de hacer política sí. Si los ciudadanos se alejan de la
política "llegan al poder aquellos a los que nada importan los ciudadanos" y es entonces cuando no vemos arriba a los mejores, sino a "los mediocres obedientes, los oportunistas y los traidores".
Con votar no basta, y menos si hacemos sólo uso del
voto útil. El voto útil no es aquel que afianza el
bipartidismo y con ello impide la entrada en el parlamento de elementos regeneradores, el voto útil debe ser la expresión de la conciencia política y de la ética democrática, el voto útil debe ser aquel que premia la honradez y la fidelidad al
bien común. Y el bien común, para
Toni Cantó y el partido que representa, se conseguirían en el plano laboral con un
contrato único e
indefinido con una indemnización que aumente progresivamente, con cambios en la
ley electoral que incluyan las listas abiertas y la desaparición de los avales en las primarias, reorganizando el Estado y sus
Administraciones Públicas (eliminar Diputaciones, fusionar municipios, suspender privilegios autonómicos...), despolitizando la
Justicia (Tribunal de Cuentas, Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial...), gestionando mejor la
Sanidad, pero sin privatizarla ("somos pacientes, no clientes"), luchando eficazmente contra la
corrupción con una auténtica Ley de Transparencia y unos eficaces controles independientes.
Toda
sociedad política se organiza en torno al binomio gobernantes-gobernados, animado por una dinámica en la que las acciones gubernamentales, orientadas al interés general, deben ser sometidas a la influencia, presión, control y condicionamiento de los gobernados, que son aquellos en los que en última instancia recae la
soberanía, como bien dice nuestra
Constitución en su Título Preliminar. Circunstancia ésta que olvidan frecuentemente los ciudadanos, y con ella su verdadero poder tanto dentro como fuera de las instituciones.