Vaya por delante que esta no va a ser una reseña al uso —tampoco lo son la mayoría de las que escribo—, pero este libro ha llegado hasta mis ojos incumpliendo muchas de las costumbres lectoras que poco a poco he establecido, vamos… mis manías que no reconoceré como tales —ya empiezo a irme por el cerro de Palomares—. Para empezar, no me gusta ir a presentaciones de libros, y a esta he asistido (vale que era virtual y que no me llamó ni el libro ni el autor —con perdón, señor Sierra—, sino la voz del señor Herrera —debilidad personal puede llamarse— y que la he visto después de leer el libro para no empezar con ideas claras de lo que me iba a encontrar entre sus páginas); no estoy en una época de comprar y leer novedades de forma compulsiva —leo mucho, sí, pero no de forma compulsiva, me gusta… más lento…—, y aunque este no es que lo haya comprado nada más salir, lo he leído nada más comprarlo, cuando lo normal es que hubiera esperado turno dos o tres meses, y además empecé a leerlo y las palabras me fueron envolviendo de tal manera que no quería parar, necesitaba más. Pero me comporté como una dama y no engullí sin sentido las palabras escritas.
Además, no va a ser una reseña al uso porque "El mensaje de Pandora" ha generado un ataque de interrogantes y acelerones mentales que me han llevado a tomar notas con la peor de mis letras, a anotar citas, a acompañarlas de preguntas y de comentarios —oníricos o irónicos, quién sabe—. De manera que creo que la intención anamnética del libro está conseguida. Así que, sin pretender nada…
(p. 87) «Tras el Mal llegó el Bien. Al menos durante un tiempo…». Cómo me gustan los puntos suspensivos, ya empieza con un mensaje de esperanza que deja condicionado a nuestras buenas o malas artes; la que me espera…
(p. 88) «Y el motor de todo ese cambio fue el miedo. Un terror profundo y oscuro que no deja lugar a la esperanza». Estaba claro que la esperanza no es que se pierda, es que no se ha encontrado…
(p. 100) «¿Usaron sus propias víctimas como arma?». Es tan fácil hacerlo y con tantos malos beneficios, ¿verdad? Pero es imprescindible hacerlo cuando el objetivo es generar miedo y acabar con la esperanza.
(p. 104) «…las falsas noticias, los bulos, desatan miedos que son capaces de debilitar naciones enteras. Son tan antiguos como las plagas, y compañeros inseparables de todas ellas». Pero… qué me quieres decir, ¿¡que lanzan bulos con malas intenciones!? ¡No-te-supercreo!
(p. 94) «—Y también que solo recordando nuestros errores evitaremos caer de nuevo en ellos». Por eso es importante no dejar que borren la historia, que se cambie al gusto del gobernante de turno, que se esconda lo bochornoso, porque eso nos tiene que servir de permanente recordatorio. Es tan fácil olvidar y volver a caer (o que nos tiren) en la estupidez.
(p. 96) «Ya nadie hace caso a los viejos. Ni a los libros de historia. Aquí no se prepara nadie para lo que pueda venir. Como si eso no fuera con ellos. Como si el pasado no fuera a repetirse…». ¡Cáspita! ¿Cuántos han fallecido en estos meses? ¿Cuánta fuente viva del pasado ha desaparecido? Pero… espera… por otro lado… Ley General de Educación, LOECE, LODE, LOGSE, LOCE, LOE, LOMCE. ¿Cuántas de estas han sido necesarias de verdad en todo su desarrollo? ¿Cuántas son solo la necesidad de adiestrar tiernos corderitos manipulables en cualquier circunstancia?
(p. 96) «—¿Te imaginas, jovencita, qué creían los vecinos de este pueblo, en el siglo XIV, que causaba aquel mal? ¿Las ratas? ¿El aire? ¿Una nueva Hidra?... —¡La voluntad de Dios!... ¿Y sabes qué sucede cuando para un mal invisible se confía en una solución invisible?... —Que cuando el Mal llega, no te preocupas por indagar en sus verdaderas causas…». Tócate los… y nos han obligado a confiar en los diferentes gobiernos de los países y, llamadme pesimista o lo que sea, pero no es que esté el tema como para sentirse orgullosos de esas cabecitas… de aquellos polvos vienen estos lodos —con perdón—.
(p. 98) «Sentí infinita ternura por esa ignorancia sincera y desacomplejada que postrabas entonces». Pero la ternura se tornará en desesperanza si con el paso de los años se asienta y crece sólidamente esa ignorancia. (¿Por qué me recuerda a aquello de que era necio para hablar pero no podía estar callado?).
(p. 119) «Siempre que el ser humano ha creído estar en posesión de una verdad absoluta, se ha detenido en seco su capacidad de avance». Pero esto implica que el ser humano recupere o genere, según cada caso, su capacidad de discernimiento, de pensamiento… Adrián Paenza se refiere a esto mismo «…aprender a frustrarse con uno mismo» lo llama él.
(p. 176) «En el fondo, el acceso al conocimiento es un camino lleno de errores y aciertos. Lo importante es esforzarse por llegar a él y no renunciar nunca a asomarse al interior de las cajas de Pandora que te saldrán al paso». Volvemos a tener la esperanza de que el ser humano será capaz de despertar, regenerarse… de ¡pensar!
(p. 165) «La naturaleza siempre actúa así, balanceando los opuestos». Sabiduría lo llaman.
(p. 170) «Pero, en definitiva, sirve para recordarte […] caja se quedó olvidada la esperanza, y que ahora tú puedes recuperarla». Qué lejos estoy de mirar con ojos de esperanza. Qué largo se me va a hacer el camino, pero no tiene sentido pararse.
Y otras tantas anotaciones que dejé en el cuaderno porque solo eran una pista para llevarme a otro lugar, a otra búsqueda.
Y para concluir este alumbramiento que he sentido al leer el libro de Javier Sierra… de la presentación a la que me he referido —esa a la que llegué siguiendo la susurrante voz de Herrera—, me quedo con una caricia que me deja taciturna el alma. Qué pena no haber podido disfrutar de mis abuelos, a los paternos ni los conocí y los maternos nos dejaron tan pronto…
¡Qué importante es la aparición de la sibila Assumpta en "El mensaje de Pandora"!
Y sobre "El mensaje de Pandora", ¿qué? ¿Algo que decir? Ah, sí, claro… El libro no es apto para todos los lectores, solo se trata de una de esas teorías cospiranoides que intentan abrirnos los ojos para que asumamos que el ser humano no es el centro vital del universo y para que nos pongamos las pilas si queremos que haya un mañana: (p. 144) «No somos, pues, un lugar ajeno al universo. Formamos parte de él. El agua, el oxígeno, la vida, el ADN son parte indisociable de nuestro entorno cósmico y no una excepción de esta roca azul en la que vivimos. ¿Tan difícil es de aceptar?». Pues parece que sí que es difícil.