El trabajo dignifica. Gracias al trabajo nos realizamos como personas, nos sentimos útiles, nos valoramos más a nosotros mismos. El trabajo da sentido a la vida, sirve para reafirmarnos, nos otorga un puesto de valor en la sociedad.
¿Estás seguro de ello? Entonces, cuando dejes de autoengañarte, mira bien a tu alrededor. Trata de ver la mano invisible que queda oculta bajo cada producto que consumes, en cada edificio al que accedes, sobre el mismo suelo que estás pisando. Encontrarás a mucha gente desempeñando trabajos mecánicos, físicamente duros, monótonos, manuales, inmersos en su propio infierno laboral que ocupa a diario la mayor parte de su tiempo.
Atrévete a entrar en el teatro que Isaac Rosa ha preparado en "La mano inivisible" y quédate a ver la función. Ante tus ojos pasarán mecánicos, albañiles, limpiadoras, costureras, carniceros, teleoperadoras. Tan sólo están desempeñando su trabajo ante tí, de forma visible, para que por una vez sea más importante el empleado que el producto, el esfuerzo humano que el resultado material. Representan a los millones de personas que componen la clase trabajadora.
Descubrirás que todos ellos están sometidos a su rutina laboral cotidiana con resignación, soportando muchas veces la humillación, otras la violencia o la explotación. Sufren dócilmente trabajos repetitivos y nada estimulantes, soportan sin rebelarse la deshumanización que el desempeño diario de una labor monótona puede producir. Son conscientes de su situación, pero también saben que necesitan el dinero que obtendrán con su trabajo.
A menudo la literatura obvia este asunto, las novelas no suelen hacer referencia a los trabajos de sus protagonistas y, si lo hacen, se trata casi siempre de oficios estimulantes. Isaac Rosa con "La mano invisible" utiliza el medio literario para hacer reflexionar y abrir debate social sobre la faceta oculta del trabajo, la cara invisible, la que no queremos ver. Debido a la situación económica actual tener trabajo es casi un privilegio; no obstante "La mano invisible" no pretende centrarse en las condiciones actuales que atraviesa el mercado laboral, sino en la naturaleza del trabajo.
El foco que enciende Isaac Rosa sobre el trabajo alerta sobre su significación social. El lugar concreto que ocupamos en la cadena productiva se ha convertido en nuestra seña de identidad, a menudo es el sustantivo que usamos para autodefinirnos. Se nos valora según el prestigio del trabajo que desempeñamos y esto nos deshumaniza.