"Mi madre solía decirme que tenía una imaginación hiperactiva; Tom también me lo decía. No puedo evitarlo, veo estos restos de ropa, una camiseta sucia o un zapato solitario, y sólo puedo pensar en el otro zapato, y en los pies que los llevaban".
Cada mañana, invariablemente, el
tren de las 8:04 hace el mismo recorrido. Llegar a Euston desde Ashbury le lleva una hora, un tiempo que se hace interminable para los viajeros, obligados a soportar la lentitud del comboy, la mala señalización y las obras en las vías.
Cada mañana, desde hace varios años,
Rachel sube a ese tren. Pero a ella no le importa demasiado la tardanza. No tiene ninguna prisa en llegar. En realidad, disfruta del trayecto. Le gusta mirar por la ventanilla y observar cómo se desarrolla la vida cotidiana de la gente. Tiene un efecto reconfortante sobre alguien que se encuentra sola y ha dejado escapar las riendas de su propia vida.
Entre trago y trago de alcohol,
Rachel observa desde su asiento el paisaje en travelling que se proyecta a través de las ventanillas del tren mientras fabula sobre los intérpretes de esta película improvisada. Siempre se apodera de su atención una fila de casas adosadas victorianas que dan con sus espaldas a las vías. Allí, en la número 15, viven
Jason y
Jess, una pareja perfecta que disfruta de una vida idílica, la vida que Rachel siempre ha querido tener. Ella es bonita, delicada y tiene una vena creativa muy pronunciada; él es atractivo, protector y amable. Rachel lo sabe absolutamente todo sobre ellos.
Conoce sus costumbres, sus trabajos, sus gustos. Sabe cómo han decorado cada estancia, qué hace Jess en sus ratos libres o dónde está Jason cuando no está en casa. O, al menos, eso es lo que a ella misma le gusta creer. Disfruta completando con su fantasía la inmensa cantidad de datos que desconoce de la pareja y, en su mente, ha creado una existencia para ellos con todo lujo de detalles. Aunque en realidad, Rachel ni siquiera sabe si Jason y Jess son sus verdaderos nombres.
Su interés por la calle de las casas victorianas no es casual: en ella vivió con Tom lo que fueron los mejores años de su vida. Su casa estaba separada por cuatro viviendas de la de Jason y Jess, aunque por aquel entonces la pareja todavía no formaba parte del vecindario. El simple hecho de mirarla al pasar le dolía porque le traía recuerdos de cuando tenía una pareja y un verdadero hogar. Pero todo aquello ya pasó y ahora
Rachel se ha convertido en una mujer solitaria y aficionada a la bebida, que duerme bajo techo gracias a la buena disposición de una amiga y que, aunque acaba de perder el trabajo, continúa cogiendo todos los días el tren que tomaba antes para fingir que sigue en activo.
Su existencia miserable le deja secuelas importantes. La frustración vital la deprime, el exceso de alcohol le provoca pérdidas de memoria y la soledad la convierte en una mujer desvalida, desconfiada y un tanto paranoica. Rachel lo sabe y reconoce que "ha perdido el control de todo, incluso de los lugares que visita mentalmente". Por eso la confusión se apodera de ella cuando, de repente, cree haber visto algo extraño, fuera de la normalidad. Un día Jess desaparece y, en apariencia, todo apunta a que ha sido víctima de un crimen consumado. La curiosidad y potente imaginación de nuestra
voyeur no dejará de espolearle para que investigue de forma compulsiva qué ha pasado con ella.
En "
La chica del tren"
Paula Hawkins crea una historia de suspense clásica, al estilo que sabía hacerlo el maestro del género Alfred Hichcock, protagonizada con personajes complicados, fracasados y muy actuales, que sufren algunos de los males más comunes que produce la sociedad de hoy. Se apoya en temores inquietantes que hoy en día que nos rodean, de los que tendemos a apartarnos al menor roce: la facilidad con la que una persona puede caer en desgracia y salir expulsada del sistema, el miedo a la soledad, la búsqueda de nuestras carencias mediante espejismos del cerebro, las adicciones como solución inmediata a nuestros problemas, la desesperación de no poder discernir la realidad, la angustia que acompaña a las enfermedades mentales...
Hawkins ha sabido elaborar una trama adictiva de misterio como las que tanto nos gustaban antes, despistando continuamente al lector e inoculando en la historia los miedos más actuales.